Brasil, la mayor democracia de América Latina, vive este domingo sus elecciones más trascendentales desde el final de la dictadura militar (1964-1985). Están llamados a votar 156 millones de brasileños en 26 Estados y el Distrito Federal de Brasilia. Elegirán a diputados federales, estatales, senadores y gobernadores. Pero focaliza todas las miradas quién será el presidente. El duelo se libra entre el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, del izquierdista Partido de los Trabajadores, y el ultraconservador Jair Mesías Bolsonaro, del Partido Liberal, presidente desde su victoria en 2018. La polarización es máxima y hay riesgo de que se desencadene una ola de violencia si Bolsonaro, como lleva anunciando semanas, no reconoce los resultados.
Bolsonaro se presenta como el único parapeto frente al «comunismo» que representaría Lula da Silva. Para Bolsonaro y sus partidarios, Lula da Silva es «el presidiario» por su condena por corrupción en el caso Lava Jato. Lula, que fue presidente entre 2003 y 2011, pasó 580 días en la cárcel pero en noviembre de 2019 el Tribunal Supremo anuló todos los casos que pesaban contra él. Lula, que cumple 77 años este mes de octubre, asegura que es inocente y fue víctima de un juicio político. La corrupción es un más endémico en Brasil y el Partido de los Trabajadores no se quedó al margen. Es más cuestionable si Lula se benefició personalmente.
Según Lula da Silva y sus aliados, en estas elecciones se decide entre «democracia y fascismo». Para Lula, Bolsonaro es «un destructor», y sobre todo, «un peligro para la democracia», ya que pone en cuestión instituciones como el Tribunal Constitucional, el Supremo o el Tribunal Electoral. Bolsonaro ha dicho que estas elecciones solo pueden terminar con «su detención, su victoria o su muerte».
La estrategia electoral de Bolsonaro se asemeja mucho a la de Donald Trump. Polariza y vencerás. También ha adoptado de Trump cómo ha sembrado dudas sobre el resultado electoral, ya que desde hace semanas no le favorece. Condena a las encuestadoras primero, pero luego asegura que ganará y si no es así, será porque se ha cometido fraude. El voto electrónico lleva aplicándose en el país sin problemas desde hace más de dos décadas.
Hay un total de 11 candidatos pero la distancia entre Lula, Bolsonaro y el resto es abismal. Según la última encuesta de este sábado de IPEC, Lula tendría un 49% de los votos y Bolsonaro lograría el 35%. En tercer puesto figura Ciro Gomes, con el 8%, y en cuarto la senadora Simone Tebet, con el 7%. La presión en los últimos días ha sido muy fuerte para que, sobre todo Ciro Gomes, se decantara por Lula, ya que su apoyo marcaría la diferencia y permitiría su elección en primera vuelta. Para evitar la segunda vuelta, el 30 de octubre, hay que sobrepasar el 50% de los votos.
Bolsonaro está ensayando el escenario del Capitolio. No veo que el Ejército esté por la labor pero hay un sector bolsonarista que está armado y ese es el peligro»
anna ayuso, cidob
«La campaña ha sido larga porque empezó con la nominación de Lula. El resultado va a depender de la movilización del voto y de los indecisos. Pero hay ganas de que se resuelva en primera vuelta por este hartazgo. Si hay segunda vuelta hay más posibilidades de que se incremente más la polarización y haya más violencia. Bolsonaro está ensayando el escenario del Capitolio. No veo que el Ejército esté por la labor pero hay un sector bolsonarista que está armado y ese es el peligro», señala Anna Ayuso, investigadora sénior para América Latina en el Cidob.
Para el brasileño Bruno Rodrigues-Silveira, profesor de Ciencia Política en la Universidad de Salamanca, «hay parte de las Fuerzas Armadas que añora la dictadura militar que le apoya. Lo que no sabemos es si este grupo está dispuesto a movilizarse, pero no es una buena señal que realicen una auditoría propia frente al Tribunal Electoral. Nadie había cuestionado antes el voto electrónico».
Hay quienes creen que sería precisamente Estados Unidos quien frenaría cualquier tentación golpista. El acuerdo recientemente firmado con EEUU está supeditado al respeto a la democracia. «El gobierno de Joe Biden podría insistir en los graves costos, en forma de sanciones y aislamiento internacional, que conllevaría cualquier toma del poder», señala Miguel Lago, profesor en la Universidad de Columbia, en The New York Times.
Lula llama al voto útil
Bolsonaro ha tensado tanto la cuerda en su mandato que ha logrado que Lula se pueda presentar con una alianza de diez partidos, algunos enemigos entre ellos. De hecho, el candidato a vicepresidente de Lula es el ex gobernador de Sao Paulo Geraldo Alckmin, del Partido Socialista Brasileño, que compitió por la Presidencia frente a Lula en 2006.
Con su llamamiento al voto útil Lula ha logrado en los últimos días apoyo como el ex magistrado Joaquim Barbosa, ponente del caso mensalão, que acabó con dos dirigentes del PT en la cárcel. «Bolsonaro no es un hombre serio, no es apto para gobernar un país como el nuestro, no está a la altura, no tiene ninguna dignidad para ocupar un cargo de esa relevancia… es necesario votar ya por Lula en primera vuelta para cerrar esta elección el próximo domingo», dice en un video.
También han apoyado a Lula como forma de evitar una nueva presidencia de Bolsonaro el ex ministro de Justicia Miguel Reale Júnior, los hermanos de Ciro Gomes, Ivo y Cid, así como el cantante Gaetano Veloso y la popular estrella de la televisión Xuxa, que llama al voto por Lula en su Instagram haciendo la L con los dedos.
Entre los jóvenes la diputada Tabata Amaral, que respaldó a Ciro Gomes en 2018, dice ahora que por las mismas razones pide en 2022 el voto por Lula, ya que es el único con posibilidades de derrotar a Bolsonaro. La mitad de las mujeres asegura que nunca votaría por el presidente.
Gol de Bolsonaro
El gol de Bolsonaro lleva el nombre del futbolista Neymar, único miembro actual de la selección brasileña que ha hecho público su apoyo al actual presidente. Bolsonaro se ha apropiado de los colores de la bandera brasileña como si fueran suyos y siempre que puede se muestra de azul y amarillo.
Neymar, que juega en el Paris Saint-Germain dejó claro su voto en un video en Tik Tok a ritmo de la música de la campaña del presidente. Ha recibido muchas críticas en las redes sociales y no se ha quedado callado: «Hablan de democracia, pero atacan a quien tiene una opinión diferente».
Bolsonaro logró en 2018 unir a todos los que estaban hartos del Partido de los Trabajadores. Quien había sido diputado durante tres décadas y antes capitán del Ejército (expulsado por mala conducta) logró presentarse como un outsider que iba a luchar contra la corrupción. «Soy la solución del momento», decía entonces. Gracias a una campaña mediática muy certera, con el gran apoyo de los evangélicos y el sector agropecuario, Bolsonaro llegó al Palacio de Planalto tras vencer al izquierdista Fernando Haddad en octubre de 2018. » Lo que más me importa es seguir los mandatos de Dios», decía. Aunque no le parece incompatible con su defensa de las armas. «El pueblo armado jamás será esclavizado».
Tampoco Bolsonaro ha podido gobernar sin el llamado Centrão, los pequeños partidos de centro derecha que condicionan la vida parlamentaria. «La corrupción tiene mucho que ver con la estructura del sistema parlamentario brasileño. Hay muchos partidos representados y estos centristas son pragmáticos. Canalizan recursos públicos a sus territorios. Así los escándalos se suceden», apunta Rodrigues-Silveira.
Del antipetismo al antibolsonarismo
«Lula se ha hecho con el voto de centro y ha limado el antipetismo de la época de los escándalos de corrupción. Hay un sector que votó por Bolsonaro para acabar con el PT. Lo vieron como un mal menor. Pero ahora ven sus ataques a las instituciones como un riesgo. Y recordemos que la gestión de la pandemia fue horrible», indica Anna Ayuso. En Brasil murieron cerca de 700.000 personas y el presidente Bolsonaro nunca se llegó a tomar en serio la gripinha.
El antipetismo sigue siendo fuerte, pero ha disminuido mucho. En cambio el rechazo a Bolsonaro es muy alto, superior al 50%»
luciana santana, universidad federal de alagoas
«El antipetismo sigue siendo fuerte en el país, pero ha disminuido mucho. En cambio, el rechazo a Bolsonaro es muy alto, superior al 50%. Es decir, parte del antipetismo se ha volcado hacia el actual presidente, ya que su conducción de las principales políticas públicas ha sufrido retrocesos, ha criticado las instituciones y el sistema electoral e incluso invierte en desinformación como estrategia de gobierno», señala desde Brasil Luciana Santana, doctora en Ciencia Política y profesora en la Universidad Federal de Alagoas e investigadora del Observatorio das Elecciones.
Bolsonaro sigue conservando un apoyo importante entre los varones de clase media y clase media alta que se ven amenazados con las políticas más progresistas. También le respaldan gran parte de los evangélicos y las fuerzas de seguridad, así como sectores del negocio agropecuario que ven riesgo si se favorece a los medioambientalistas. Desde que Bolsonaro está en el poder se han deforestado unos 33.000 kilómetros cuadrados, el equivalente a la extensión de Cataluña.
Si bien Bolsonaro se presenta como un fervoroso creyente, y retrata a Lula como alguien en las antípodas, el líder del PT viene del cristianismo de base. Es creyente y trata de eludir temas complejos como el aborto, ya que Brasil es un país muy tradicional.
Millones pasan hambre
La economía brasileña se ha resentido en la pandemia, aunque los datos son mejores que en la vecindad. Sin embargo, preocupa la creciente inflación, que ronda el 9%, y el paro, superior al 13%, pero sobre todo resulta inquietante que en el primer productor de carne del mundo y el tercero de alimentos hay 33 millones de personas que pasan hambre. Brasil es también uno de los países con mayor desigualdad y mayor exclusión de la gente de color al poder político y económico. Seis brasileños, todos hombres, concentran la misma riqueza que toda la mitad más pobre, más de cien millones de personas, según Oxfam.
«El coste de la vida ha aumentado mucho y esto afecta sobre todo a los más pobres. La desigualdad también se incrementado y la concentración de la renta, algo que ocurría antes de la pandemia, pero ha ido a más. Existe una perspectiva de mejora pero no ha llegado a la realidad de la gente, solo algunos extractos sociales más favorecidos», apunta Luciana Santana.
Sea quien sea el presidente de Brasil el 1 de enero de 2023, ha de abordar grandes desafíos y ni Lula ni Bolsonaro han dado pistas de cómo lo harán, ya que la campaña ha sido muy personalista y centrada en que la victoria del otro sería el caos.
Según Luciana Santana, «2023 será difícil para cualquiera de los dos, ya que el país se encuentran en una situación muy compleja, la desigualdad es creciente, hay poca transparencia y la polarización sigue siendo intensa. Con la posible elección de Lula esto no será diferente. Tendrá que jugar un papel fundamental en el apaciguamiento del país».