La primera vez que Lucas violó a Julia, al acabar le dijo «¿ves? No pasa nada», y se marchó. Los dos habían tenido una breve relación consentida años atrás. Aunque aquello se acabó, Lucas, sargento de la Guardia Civil destinado en Molina de Segura (Murcia), acosó durante años a Julia, subordinada de él. Este es el relato del infierno que sufrió una mujer en el seno de la Benemérita, donde los nombres se han cambiado por motivos evidentes. El martes comenzó el juicio militar ocho años después de que terminase el calvario.
Entre septiembre de 2010 y febrero de 2011, ambos mantuvieron una relación formal y consentida. El llegó en verano a la Comandancia y ella estaba destinada en la Oficina de Violencia de Género desde febrero de 2008. Lucas, que se acababa de divorciar de su mujer, le comunicó en febrero de 2011 que volvía con su esposa y que aquello había terminado. Julia aceptó «perfectamente» esta situación. Además, él iba a ser padre.
Sin embargo, meses más tarde, en el verano de 2011, empezó la pesadilla. Lucas comendó a «acosar de forma insistente» a Julia para que mantiviesen relaciones sexuales. Ella se negaba reiterádamente y de manera explícita, según se ha podido corroborar de una serie de correos electrónicos. Como ella no aceptaba, el sargento le envió correos «insultantes, groseros y humillantes».
Tocamientos
A principios de 2012, Lucas entró en el despacho de la agente. Acababa de terminar su permiso de paternidad. Con ella a solas, se colocó detrás de Julia y le toco los pechos. La guardia se apartó diciéndole que no la tocara, y él le respondió sujetándole la cabeza y besándola en el cuello. «Estas escenas se repetían prácticamente a diario, aprovechando el sargento que no hubiera gente en los alrededores». Llegó a poner su mano en su falda.
Las continuas relaciones no consentidad provocaron que Julia se quedase embarazada. Lo supo en julio de 2012. Cuando se lo contó a Lucas, este le dijo que sacase «eso de ahí, lo quiero fuera de ahí, tú no me vas a joder la vida, entérate bien». Las amenazas para que abortase fueron repetidas, llegando a darle un golpe en la barriga. Lucas le ordenó que sacase dinero del cajero para la intervención y que se lo delvoería poco a poco sin que se enterase su mujer. El 25 de julio acudió a la clínica Géminis Planificación Familiar.
«Mira lo que has hecho, marrana»
El 13 de abril de 2013, Lucas ordenó a Julia que fuese en el coche patrulla con él. Se dirigieron a un descampado y se desabrochó el pantalón, sujetando la cabeza de la agente cabeza para obligarla a hacerle una felación. Ante la resistencia, le golpeó la cabeza con el volante y le mordió el cuello. Ante sus llantos y su resistencia la llevó de nuevo al puesto de mando y, estando ella en su despacho, al poco rato entró y tiró sobre la mesa un pañuelo con semen y le dijo «mira lo que te has perdido, marrana».
El día 12 de diciembre de 2013, el sargento entró al despacho de la guardia. Era la hora del desayuno. Le dijo «puta, te voy a hundir la vida, vas a sacar ese culo de esa silla”. Julia sufrió presión en el pecho y tuvo que ser trasladada a un servicio de urgencias en un coche oficial, trasladándola un cabo por indicación de una teniente. En los hechos consta también que Lucas la obligaba a escuchar conversaciones obscenas que mantenía con su esposa. También tuvo que aguantar desprecios e insultos entre el mando y su esposa cuando esta le visitaba a su lugar de trabajo. Los comentarios iba desde la «peste a mierda» que había al pasar por delante del despacho de Julia o que era una «marrana» por comer en el trabajo.
Problemas de salud
Durante todo el tiempo analizado, la agente ha sufrido «dificultades para alimentarse, episodios de disfagia, palpitaciones, dolor retroesternal, trastorno dermatológico con hiperqueratosis en cráneo y afectación del cabello; dificultades para dormir, irritabilidad, padeciendo en la actualidad un grave trastorno psicológico con afectación de su estado de ánimo y trastorno por estrés postraumático grave». Según un especialista en psiquiatría y medicina legal, «el acoso prolongado ha desencadenado en ella un estado de ansiedad intenso, de miedo, de terror, que la ha sometido, le han hecho de alguna forma insana, sumisa, impidiéndole la eficacia de los mecanismos de defensa adecuados».
La denuncia ha estado orquestada desde los servicios jurídicos de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC) que «entiende que este tipo de delito deberían ser juzgados por la Justicia Ordinaria». Finalmente será un tribunal militar quien, «con una lentitud excesiva de más de 7 años y dos suspensiones anteriores de juicios» la lleve a cabo. La Fiscalía pide penas superiores a 15 años y la acusación particular de AUGC penas superiores a los 22 años.