La decisión que acaba de hacer pública la gran constructora española Ferrovial y su presidente de trasladarse, y llevarse su sede social, a los Países bajos, ha supuesto una nueva convulsión, la última de momento, en la ya crispada vida social, política y económica de una España cada vez más hastiada y perpleja ante tantos escándalos. Sobre la mesa lo de siempre; la diferente vara de medir y las facilidades legales que los más privilegiados tienen frente al resto de los mortales, la existencia de los repugnantes ‘paraísos fiscales’ y el oportunismo electoral de los que buscan sacar tajada de estas polémicas.
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