Falda tableada blanca con top rosa fucsia, el color de la temporada, a juego con extensiones increíbles en el pelo y unas botas mucho más altas que over the knee, así nos recibe Inés Hernand. La representante de las nuevas generaciones en los medios tradicionales, el ejemplo de que para triunfar no hay que olvidar ninguna parte de ti misma.
A pesar de que Inés no para ni un momento, aún tiene ganas de contestar preguntas y sonreír un poco más. «Lo que yo creo que más llama la atención es poder hablar de renta básica universal con el rosa fucsia», bromea. Tiene toda la razón, sus estilismos chocan con muchos de los temas que trata en sus vídeos. Pero en este caso el estilismo era una parte muy importante del mensaje que quería transmitir.
Fomentar la diversidad y la autoestima
Inés Hernand posa con Céline Ricaud, Head of Marketing de Mattel para Iberia, y Diana Díaz, Directora de las Líneas de Ayuda de Fundación ANAR, en el evento de las Monster High que se celebró esta semana en Madrid para presentar sus nuevas muñecas. La colección pretende apostar por la diversidad y fomentar la autoestima de los niños
«La estética es política»
El motivo de nuestro encuentro es la promoción del nuevo relanzamiento de las muñecas Monster High, una apuesta de Mattel por la inclusión y la diversidad. Sus juguetes apuestan por las diferencias como valor añadido y Inés sabe perfectamente qué significa eso. Ella es la representante de una generación que apuesta por la empatía y el respeto.
Y durante nuestra entrevista lo demuestra una y otra vez. Lo primero que hace es decir que su look es responsabilidad de todo un equipo, porque siempre quiere hacer brillar a los suyos. Su estilista es Raul Rguez y su maquillador Ismael Bachiller, a los que menciona siempre que puede, igual que su amigo el actor Gonzalo Caps, que también estaba presente.
«La estética es política. Y a través de la estética, ya que estamos en un acto de Monster High, y el ocio y todos los artículos, la iconografía… todo tiene mucho más recorrido del que pensamos que tiene«, dice Inés Hernand. Su discurso siempre denota, primero, su facilidad de palabra, y segundo, su deseo de cambio y reivindicación.
Ha aprendido a gestionar las críticas
No tiene miedo que estos estilismos tan atrevidos sean una excusa para que la critiquen. «Cuesta bastante aislarse del juicio o de la crítica ajena, y es algo de lo que va despojándose uno a través de las experiencias que vive. Es a través de que te corten o te cohíban mucho, que digas ‘no, yo quiero seguir apostando por esto’», comenta Inés con confianza.
Con solo 30 años, Inés está viviendo un momento muy bueno de su vida. Tras años de trabajo ha conseguido encontrar su sitio en la televisión sin perder su identidad. «No todo el mundo puede hacer lo que hago yo», cuenta. La clave que señala Inés, que confiesa que no tiene un truco para tener esta confianza en sí misma, pasa por tener un círculo de apoyo que te aporte ese bienestar.
Pero es cierto, de hecho, nadie más lo hace, ella ha sabido compaginar la espontaneidad con la profesionalidad y la seriedad con el sarcasmo. Y lo demuestra terminando la frase diciendo que «estamos en un mundo tremendamente egoísta y Occidente está ahora mismo salvaje». Hablar de los haters está pasado de moda.
No hay miedo al éxito (o a la censura)
Inés está últimamente en todas partes y desde fuera se siente como un boom repentino. Además de presentar Gen Playz en RTVE colabora en La Resistencia y tiene un pódcast de actualidad sociopolítica en Podium con Nerea Perez de las Heras. Por supuesto también ha participado en el Benidorm Fest, ha presentado la alfombra roja de los Goya en la web de RTVE y mucho más.
Sin embargo, es el resultado de años y años de trabajo. Cuando tenía 14 años hizo una serie en YouTube, que apenas empezaba, junto a Gonzalo Camps y Andrea Compton. A los 16 hicieron una revista. Y después llegó el canal de información jurídica de Inés. Sin embargo, es ahora cuando le ha llegado el reconocimiento. «Aún me puedo tomar una caña en La Latina», bromea sobre su nivel de fama.
Y miedo al éxito, a que esa libertad pueda cambiar, ninguno. «Yo creo que se puede estar todavía en muchísimas cosas más», asegura Inés. «Tienes que testarte y probar qué es lo que te gusta», añade, que es lo que ella está haciendo. Sin cortarse ni cohibirse, diciendo aquello que cree que debe decir. Aunque ya ha contado en alguna ocasión que en RTVE le han llamado la atención.
La sobreexposición
«Hay cosas que evidentemente se pueden decir como pasaba con Quevedo, no el cantante sino el del siglo de oro», comenta con su característico sentido del humor. Se refiere a la historia de que el escritor y Góngora se retaron a decirle a la reina Isabel de Francia, la mujer de Felipe IV, que era coja. «Hay que buscar la fórmula para comunicar lo que uno quiera en los espacios que uno quiera y dominar tú a la palabra, no que la palabra te domine a ti», explica Inés.
Sabe que tanto la fama como su manera de expresarse son un riesgo, sin embargo. «La sobreexposición evidentemente tiene riesgos porque es fácilmente todo malinterpretable, recortable, cuando hablas muchas horas tienes más probabilidades de cagarla que si hablas menos horas», admite. Pero está dispuesta a tomarlo porque es parte de la profesión, que le encanta, aunque tenga claro que la aspiración es no tener que trabajar.
«Sigo currando al mismo nivel que curraba antes, cada vez con más gente, son todo colegas y hay redistribución de riqueza«, bromea Inés. «Si gano yo ojalá ganemos todos y así podamos jubilarnos de una puta vez, porque lo que odiamos es trabajar«, añade sin pelos en la lengua.