Hubo un tiempo en el que el mundo giraba alrededor del esplendor británico, una época gloriosa íntimamente ligada al nombre de su reina, Victoria. El Reino Unido era un gran imperio con influencia en todos los continentes del mundo y los grandes progresos industriales, económicos y culturales bailaban al son de lo que se dictaba desde Londres.
La Gran Exposición de 1851 en el Crystal Palace fue el epicentro de todo aquello que merecía la pena conocer en un nuevo mundo marcado por la Revolución Industrial y la primera globalización.
El siglo XIX inglés es, sin duda, el siglo de Victoria, la gran reina en la que Isabel II decidió fijarse 100 años después para marcar el nuevo rumbo de un imperio en decadencia.
En vistas de la pérdida de relevancia global del imperio, uno de los grandes logros del carismático reinado de Isabel II fue el de erigir su imagen y, por consiguiente la de la corona, en uno de los mayores iconos de la cultura de masas.
Durante toda su vida, la difunta reina ha sabido moverse a la perfección en esa amalgama tan ecléctica y variable que conforma todo aquello que concierne a la cultura pop. Un escenario donde Isabel II se ha visto especialmente cómoda, modernizando y promocionando una de las instituciones más antiguas del mundo, acercándose, sin perder la seriedad, a las clases más populares y formando parte de sus vidas.
Si bien Reino Unido pudo perder la hegemonía política en el siglo XX, su reina supo ir al compás del desarrollo cultural que tan importante resulta para la formación de las identidades en la sociedad de masas.
Con mejores o peores intenciones, el reconocimiento a la imagen de Isabel II como figura indispensable para entender el culto a la personalidad en las monarquías modernas es innegable. Grandes figuras del arte como Andy Warhol o Lucian Freud han explorado la iconicidad de su rostro a través de la pintura. También ha sido retratada en una extensa filmografía audiovisual que va desde series como The Crown a los Simpsons y en películas como The Queen (2006), con Helen Mirren representando los difíciles días tras la muerte de Diana de Gales u otras actuales como Spencer (2021), más centrada en la vida de esta última, pero donde se muestra una parte importante de la personalidad de la reina.
En el ámbito musical, es imposible no acordarse de bandas históricas que han referenciado a la reina como Queen, The Beatles, The Smiths y, obviamente, Sex Pistols.
God save the queen
The fascist regime
They made you a moron
A potential H bomb»Sex Pistols – God Save the Queen
De hecho, podría decirse que Isabel II fue la musa de uno de los más grandes himnos punk de los 70. El God Save The Queen, concebido como una oda republicana, anticonservadora y desafiante, ha quedado para la memoria colectiva como un homenaje punk dedicado a Su Majestad la Reina de Inglaterra, que más que una afrenta, la corona como una de sus musas.
El legado musical de Isabel II ha traspasado fronteras llegando a inspirar a bandas españolas como Perro o Grupo de Expertos Solynieve en España. Existen artistas como Ozzy Osbourne, que han reflejado sin ningún pudor su simpatía por la figura de la reina, otros han sido bastante claros en su forma de criticarla, como Robert Smith de The Cure, que se atrevió a decir que «cualquier tipo de privilegio hereditario es simplemente incorrecto. No es solo anti-democracia, es inherentemente incorrecto».
También ha generado divisiones de opiniones, incluso en un mismo grupo, por ejemplo, Sir Paul McCartney presume con orgullo de su condición de caballero y de la Medalla del Imperio que la propia Isabel le entregó, John Lennon la devolvió en protesta por el apoyo británico a la Guerra de Vietnam. Sin embargo, su muerte ha servido para que haya artistas como Johnny Rotten que han aprovechado para hacer las paces, al fin y al cabo, ha sido su musa.
Sea como fuera, la presencia simbólica de la reina Isabel II ha sido siempre algo más que un producto de merchandising. Se trata de una reina que ha sido capaz de impregnar con su particular marca, todo aquello que pasaba en su país y especialmente todo el proceso de cambio cultural en Occidente, desde su coronación retransmitida por televisión, como los continuos gestos que ha tenido por acercarse a todos, lo que explica la impresionante repercusión mundial de su muerte.