Obras de estos pintores que estn en Nueva York se exponen ahora en el Museo del Prado
Poderoso, arrogante, inflexible, capaz de condenar al hambre y a la ms cruel de las necesidades a centenares de familias, con tal de no doblegarse a las justas exigencias de sus trabajadores o a los acuerdos con los sindicatos estadounidenses del acero. Y a la vez sensible con el arte, enternecedor en la mirada frente a los grandes maestros, codicioso y hambriento por conformar una de las colecciones de pintura ms slidas que Estados Unidos reuni en el periodo de entresiglos.
Henry Clay Frick (1849-1919) viajaba a Europa a la bsqueda de las mejores pinturas de la historia del arte de todos los tiempos. Pagaba muy por encima de lo que los compradores exigan y haca cargar las telas con obsesivas medidas de seguridad en los transatlnticos ms veloces a fin de descargar su valiosa mercanca en Nueva York y acomodar su preciado tesoro en la mansin que el arquitecto Thomas Hastings -el autor de la Biblioteca Pblica de NY- levant para l en la Quinta Avenida, a la altura de la calle 70.
Frick, que no embarc en el viaje inaugural del Titanic porque su esposa Adelaide Howard Childs se torci un tobillo, compr en Espaa las nueve obras que hasta el 2 de julio cuelgan en el Museo del Prado, un prstamo que The Frick Collection ha aprobado debido a las obras que estos meses se llevan a cabo en el palacio neoyorquino situado frente a Central Park.
Las pinturas estn expuestas en el edificio Villanueva, la exposicin ha sido comisariada por Javier Ports y en las paredes blancas cuelgan tres grecos -el militar italiano Vincenzo Anastagi (1575), La expulsin de los mercaderes del templo (1600) y San Jernimo (1590)- y cuatro goyas –Pedro de Alcntara y Tllez-Girn, noveno duque de Osuna (1790), Retrato de un oficial (1804), Retrato de mujer (1824) y La fragua (1815)-. Junto a ellas destacan sendas obras de Diego Velzquez y Bartolom Murillo tituladas Felipe IV en Fraga (1644) y Autorretrato (1650), respectivamente. El retrato de Felipe IV es contemporneo a El bufn el Primo, una de las obras maestras del pintor barroco que revela el carcter, la dignidad, el desvelo por la profundidad psicolgica de Sebastin de Morra.
Murillo, por su lado, se autorretrata una vez ms, buscando que aquel que lo contemple venere la maestra de quien es capaz de convertir el agua en vino, la tela en arte.
La obra de Velzquez y Murillo no est representada solo en la gran coleccin neoyorquina. Obras fundamentales de ambas carreras se exhiben en la National Gallery de Londres. All cuelga La venus del espejo, de don Diego, entre obras suyas, y un nuevo autorretrato de Bartolom Murillo, donde regresa a la obsesin por mostrar a quien lo contemple el respeto que todo gran artista debera despertar.
El cruel Henry Frick saba que coleccionar aproximaba sus humildes orgenes a la aristocracia europea, duea de las grandes pginas de la historia del arte. Para entonces Poe ya haba escrito El barril de amontillado, Thoreau haba puesto en pie Walden y Emily Dickinson sus poemas (los tres en Massachusetts, el estado que erige la historia del pas). Pero entre finales del XIX y principios del XX los grandes plutcratas norteamericanos son conscientes de que su pas necesita crear una epifana del arte, traer hasta aqu las grandes obras de la pintura europea -en la Frick cuelga, por ejemplo, El jinete polaco de Rembrandt-, decorar y presumir en sus mansiones y sus nuevos museos de la crnica artstica del viejo continente de donde partieron sus antepasados, descargar del Mayflower la gramtica del leo y la tela que los emparente con el otro lado del ocano del que por admiracin y recuerdo no quieren desligarse.
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