Llegó el día. Este sábado se celebró la gran final de Eurovisión 2023. Tal y como se había adelantado y en homenaje al país ganador del certamen el año pasado, la final de la edición de este año comenzó con Stefania, la canción de los ucranianos Kalush Orchestra.
El Liverpool Arena acogió después el desfile de banderas, que siguió el orden estipulado para las actuaciones, con Blanca Paloma en octava posición, un lugar especialmente bienaventurado en Eurovisión, que este año lleva como lema Unidos por la música.
Tras esto, llegó Edgar Allan Poe al estadio de la mano de las chicas de Austria, Teya & Salena; después fue el turno del Coração de la portuguesa Mimicat, que lucha siempre que tiene ocasión por la conciliación. En tercera posición se pudo disfrutar de una propuesta algo más sobria con Remo Forrer, que cantó Watergun por Suiza.
Después llegó Blanka —pero no la candidata española— con uno de los temas más veraniegos, Solo, en representación de Polonia. Mucho más oscura fue la propuesta Samo Mi Se Spava, del representante serbio, Luke Black. Cantó a continuación una de las grandes favoritas de la noche, La Zarra, su canción Évidemment, representando a Francia.
Justo antes de España, Andrew Lambrou cantó Break A Broken Heart en representación de Chipre. Y, al fin, llegó Blanca Paloma. La ilicitana arrasó en Liverpool con su Eaea, sus referencias lorquianas, su corpiño granate y una escenografía que, pese a los cambios que ya anunció RTVE que aplicaría por las limitaciones del escenario, como la sustitución del plano cenital por el zoomout, consiguió transmitir la fuerza y, a la vez, la ternura de esta canción que la arquera le dedica a su abuela Carmen, que fue quien le inculcó ese interés por mezclar la vanguardia con la tradición. Y todo ello muy bien acompañada pues, como es habitual, la ilicitana fue con sus inseparables Angélica Moyano, Paloma Scharfhausen, Paula Valbuena, Desiré Paredes y Saray Frutos.