Las espadas siguen en alto en Brasil. Luiz Inàcio Lula da Silva, a punto de cumplir los 77, competirá con el actual presidente Jair Mesías Bolsonaro, de 67, por la Presidencia de la cuarta democracia más grande del mundo. Lula da Silva ha ganado por un escaso margen a Bolsonaro: menos de cuatro puntos cuando los sondeos preveían una ventaja de más de diez puntos e incluso apuntaban que sería posible que se impusiera en primera vuelta. Lula ha obtenido el 47,8% y Bolsonaro el 43,6%, con el recuento del 97%.
La segunda vuelta, que tendrá lugar el 30 de octubre, se anticipa muy reñida y este mes la campaña estará al rojo vivo. Brasil se divide, como lo hizo en 2018, en una diagonal. En la zona nordeste es territorio de Lula y el sureste de Bolsonaro. Minas Gerais, el llamado Ohio de Brasil, se decanta esta vez por Lula.
El resto de los otros nueve candidatos a la Presidencia ha quedado muy lejos de los dos contendientes principales. Entre Lula y Bolsonaro han concentrado más del 90% de los votos. La tercera ha sido la senadora Simone Tebet con un 4% y el cuarto Ciro Gomes con un 3%. Gomes se ha enfrentado claramente a Lula en la campaña. Aspiró a ser el candidato del PT en 2018 y ahora se ha enfrentado con él y no ha querido retirarse, a pesar de las presiones. Lula tendrá que ganarse su favor si quiere vencer el día 30.
Las urnas han estado abiertas entre las ocho y las 17h, en Brasil, cinco horas más en España. No se han divulgado sondeos a pie de urna por la rapidez del recuento electrónico. El presidente del Tribunal Superior Electoral, Alexandre de Moraes, ha dicho que la jornada ha sido «tranquila y armoniosa». Ha añadido que las colas en algunos colegios, sobre todo, en Sao Paulo estaban dentro de la normalidad. El cierre se ha demorado porque la gente que está a la espera a la hora del cierre aún pudo votar.
En España viven unos 95.000 brasileños. En nuestro país, habría ganado Lula por el 52% de los votos frente al 37% de Bolsonaro. La participación ha sido del 30%.
El voto oculto
Río de Janeiro se confirma como un bastión del bolsonarismo. Así lo confirma la victoria de Claudio Castro, del Partido Liberal, frente a Marcelo Freixa, del PSB, amenazado por las milicias. Romeu Zema, de Novo, también ha sido ya elegido por Minas Gerais. Marcos Pontes se ha impuesto como senador al candidato del PT en Sao Paulo.
El bolsonarismo ha mostrado que su fuerza es mucho mayor de lo que reflejaban las encuestas, debido probablemente al voto oculto. Los partidarios de Bolsonaro siempre dijeron que las encuestas mentían y ahora tienen argumentos a su favor. De hecho, lo sabían porque ocultan su voto. No se fían de los sondeos como tampoco de muchos medios, ya que consideran que les descalifican por su ideología. Se ven representados en la reacción de Neymar, quien tras hacer público su apoyo a Bolsonaro recibió un aluvión de críticas. «Hablan de democracia pero critican a quien tiene una opinión diferente», replicó el futbolista.
En el error de las encuestas tambén ha podido influir el hecho de que el censo no se ha actualizado desde 2010. A ello se suma el dominio de Bolsonaro en las redes sociales. Los expertos prevén que Bolsonaro recurra a las fake news en una disputa que se prevé feroz.
La alianza de Lula con Alckim
Hasta el último momento Lula, que fue presidente entre 2003 y 2011, y sus partidarios han llamado al voto útil para que los seguidores de Gomes y Tebet apoyaran la candidatura de Lula y Gerardo Alckim, quien fuera su rival en 2006. Lula ha encabezado una alianza de una decena de partidos que se han unido para impedir un nuevo mandato de Bolsonaro.
Más de 156 millones de brasileños estaban convocados a votar. Los mayores de 18 y menores de 69 tenían que hacerlo de forma obligatoria. Aunque el foco está en las elecciones presidenciales, se renueva todo el Congreso, un tercio del Senado, así como gobernadores en los 26 Estados y el Distrito Federal de Brasilia.
El Congreso brasileño seguirá siendo muy fragmentado, ningún partido tiene más del 15%, y eso da poder a los partidos de centro que obran por sus propios intereses, el llamado centrao. Las reformas así son difíciles de llevar a cabo. El presidente, sea quien sea, ha de negociar con ellos forzosamente. La gobernabilidad es compleja pero es el principal objetivo. Lo que resulta vital es contar con el apoyo de 172 diputados para evitar un impeachment. Dilma Rousseff cayó por no tener este respaldo.
Lula da Silva, que fue presidente entre 2003 y 2011, ha votado en São Bernardo de Campo, a las afueras de Sao Paulo y donde dio sus primeros pasos en política. Ha besado el comprobante de la votación ante las cámaras y ha asegurado que estas elecciones son “muy importantes para mi”. Ha estado acompañado por Gerardo Alckim, candidato a la vicepresidencia. que procede del Partido Socialdemócrata brasileño y es quien ha permitido a Lula atraer al poder económico y la clase media que apoyó a Bolsonaro en 2018.
Hace cuatro años Lula da Silva estaba en la cárcel tras ser condenado por corrupción. Entonces no pudo competir. Pero tras más de 580 días en la cárcel el Supremo anuló las condenas y le permitió volver a ser candidato. «Intentaron matar una idea y las ideas no se matan», dijo al salir de prisión. En 2018 fue el tema de la campaña la corrupción pero ahora ha quedado en segundo plano.
A imagen y semejanza de Trump
Desde entonces lleva en campaña contra Bolsonaro, que conserva el apoyo del electorado blanco de clase alta, sobre todo los varones, gran parte de los evangélicos y el sector agropecuario, al que ha favorecido claramente frente a los medioambientalistas. Lo más cuestionado de su gestión han sido los casi 700.000 muertos de la pandemia, que nunca se tomó en serio. Cambió cuatro veces de ministro de Sanidad pero siguió hablando de la gripinha.
El actual presidente, que estaba representado por el número 22, ha votado en Río de Janeiro, ataviado con al camiseta de la selección nacional. Así ha dicho que se presenten a las urnas a sus seguidores y muchos lo han hecho. Al estilo de Trump, de quien ha recibido un saludo de última hora con su apoyo, ha dicho: “Con elecciones limpias, que gane el mejor, sin ningún problema”. Lleva semanas poniendo en cuestión el recuento electrónico que jamás ha sido puesto en duda antes. Trump ha sido de Bolsonaro que ha sido “uno de los mejores presidentes que cualquier país podría tener”. Y Bolsonaro, a quien le conocen como el Trump tropical, se lo ha agradecido con entusiasmo.
Los riesgos de otro mes de campaña
Tras votar, Lula ha dicho que los más fanáticos van a tener que adecuarse a la mayoría de la sociedad. “La mayoría no quiere confrontación, quiere paz. La mayoría no quieren armas, quieren libros… Creo que será fácil para nosotros restaurar la paz y la democracia”. Lula parecía dar por hecha su victoria. No contaba con que Bolsonaro conservara tanto respaldo electoral.
Lula tendrá que seguir recabando apoyos como el de Alckim o el del juez Joaquim Barbosa, que llevó el caso mensalao, que llevó a dos dirigentes del PT a la cárcel. Incluso dos hermanos de Ciro Gomes, el tercero en liza, han pedido el voto para impedir que siga en el poder Bolsonaro. Les une que ven a Bolsonaro como un peligro. Pero muchos ven al presidente como alguien que defiende los valores en los que creen: Dios, patria y familia.
«La campaña se va a polarizar más y puede haber más violencia. Los ánimos va a exaltarse», preveía Anna Ayuso, investigadora senior en el Cidob. Ya hubo dos muertos en la precampaña y se teme que ahora a los ánimos se exalten más.
Hasta ahora Brasil ha vivido una batalla verbal entre los dos principales contendientes que se han acusado de mentirosos y traidores a la patria. Apenas han podido escuchar sus propuestas. En Brasil actualmente hay 33 millones de personas que pasan hambre. Lo que más preocupa a los brasileños es la economía. La inflación está en su punto más alto en dos décadas, cerca del 9%. Quien asuma el 1 de enero de 2023 ha de tenerlo en cuenta.
Lo grave es que esta polarización tan radicalizada derive en un cuestionamiento de las instituciones. Bolsonaro lleva tiempo atizando ese fuego. Es su última baza si no consigue ganar en la segunda vuelta. Pero su base electoral es mucho más sólida de lo esperado. Ya pasó en 2016 y la historia parece que se repite.