Ya es oficial. Tras la proclamación el pasado 10 de septiembre, Carlos III ha sido coronado como nuevo rey del Reino Unido. En una ceremonia dividida en cinco actos, ha sido a la una del mediodía, hora española, cuando se ha producido el momento clave. El obispo de Canterbury ha posado la corona de San Eduardo, que vimos por última vez sobre el féretro de Isabel II, en la cabeza del monarca.
Con total puntualidad, como se espera de los británicos, la ceremonia ha comenzado tras la llegada de Carlos y Camilla en el carruaje que se hizo para Isabel II en 2012. La lluvia ha caído sobre Londres de manera intermitente, pero no ha conseguido empañar la celebración.
Los cinco pasos de la coronación
La ceremonia de coronación es, a todos los efectos, una ceremonia religiosa que nombra a Carlos no solo como el jefe del Estado de Reino Unido, también como líder de la Iglesia de Inglaterra. El acto dura algo más de una hora y consta de cinco actos: primero, el rey es presentado y aclamado por el pueblo.
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Después, jura solemnemente defender la ley y la Iglesia y a continuación es ungido con aceite, coronado e investido con las joyas de la corona. Aquí es cuando ha recibido la corona histórica, que es realmente una réplica de la original del siglo XVII. El último paso es recibir el homenaje de sus súbditos.
La espectacular joya
La corona de San Eduardo está hecha de oro, plata y platino. Se sienta sobre una base de armiño para aliviar los dos kilos de peso. Sobre la estructura están engarzadas turmalinas, topacios, rubíes, amatistas, zafiros, granates, paridotos, circonitas, espinelas y aguamarinas. Además, tiene detalles esmaltados y el centro está cubierto con un lujoso terciopelo morado.
Pero todo este lujo se utiliza solo y exclusivamente en la coronación, por lo que Carlos III nunca volverá a lucir esta pieza. La próxima vez que se saque de la exposición de las joyas de la corona será en el funeral del rey, como ocurrió con Isabel II.
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El apoyo de su nieto
Para todo el proceso, el rey Carlos ha vestido su uniforme militar con un impresionante manto de armiño y terciopelo, que en cambio no ha sido lo más lujoso que ha lucido. Para ayudarle a cargar este pesado elemento de vestimenta, también con amplia historia, han estado unos pajes entre los que estaba su nieto, el príncipe George. El pequeño es el hijo mayor de los príncipes Guillermo y Kate y ha sido el futuro rey más joven en participar en una coronación.
Sin embargo, después de recibir el óleo sagrado, se ha cambiado para lucir un manto dorado llamado ‘Colobium Sindonis’, como si fuera una vestimenta sacerdotal. Además, se h apuesto una «supertúnica» que ya usaron sus antecesores Jorge IV, Jorge V, Jorge VI e Isabel II. Todas las piezas que lleva son recicladas de sus antepasados, a diferencia de otros monarcas que se fabricaban nuevas versiones cuando llegaba su turno.
El príncipe de Guillermo, hijo y heredero del rey Carlos, también ha formado parte de la ceremonia. Al lado del monarca ha presenciado todo el proceso y ha sido el encargado de ponerle la estola y la «supertúnica» al nuevo soberano.
El homenaje de Kate
La princesa de Gales, Kate, ha tenido un discreto segundo plano durante la coronación. En todo momento, la mujer del príncipe Guillermo ha estado pendiente de sus dos hijos menores, Charlotte y Louis, que se encontraban a su lado. Llegado el momento, el pequeño de la familia, que tiene solo cinco años, se ha marchado. Sin embargo, tampoco ha perdido ojo de lo que ocurría a solo unos metros de ella.
Desde la primera fila, en un puesto privilegiado, la futura reina de Reino Unido ha visto cómo su marido juraba lealtad al nuevo monarca. Todo esto lo ha hecho con un discreto homenaje a la princesa Diana, fallecida en 1997 en un trágico accidente de coche.
Kate ha vestido un traje de Alexander McQueen (el mismo diseñador que lució en su boda) en seda marfil y bordados de plata en forma de rosas, cardos, narcisos y tréboles. Estas cuatro plantas representan las cuatro naciones que conforman el Reino Unido.
Sobre este diseño vistió el Manto de la Real Orden Victoriana, y lo aderezó todo con impresionantes joyas históricas. Las más significativas son los pendientes de perlas y diamantes, que originalmente pertenecieron a Diana de Gales, la última persona en utilizar el título que ahora ostenta la mujer del heredero.