Barqash al Mansuri es millonario. Y, en parte, debe su fortuna a sus halcones y a los galácticos premios que consigue cada año en las carreras de velocidad en las que compiten. “El año pasado me llevé en un mismo certamen tres trofeos de 120.000 euros cada uno. En total, gané un millón de euros durante toda la temporada”, narra el joven, un afamado cetrero de Arabia Saudí. Ataviado con una impoluta túnica blanca, pasea talonario en mano por una feria de halcones en el árido extrarradio de Riad, la capital del reino saudí.
Un acontecimiento anual que reúne a cetreros llegados de medio mundo, con una destacada representación española. “Hay mucho dinero en premios y la gente está invirtiendo”, reconoce José María Cabeza, propietario de un centro de cría en la localidad barcelonesa de Piera. Cabeza ha desembarcado en Arabia Saudí con 75 ejemplares. “Llevo en esto toda la vida, más de 40 años. Criamos en España y los traemos aquí, tanto a Arabia Saudí como a otros países del golfo Pérsico, de Emiratos Árabes Unidos a Qatar y Bahréin. En Europa no hay mercado para estos animales”, explica quien se presenta como “un cetrero por pasión y afición”.
Maestros del regateo
Es media tarde y los potenciales compradores merodean por las proximidades donde Cabeza exhibe a sus aves rapaces. “Regatean demasiado. Y son unos animales que han venido en avión. Solo en el envío hemos gastado 30.000 euros”, explica el criador catalán. Los compradores escudriñan los ejemplares y buscan cualquier imperfección que pueda rebajar el precio. Salman al Dosari es uno de los clientes saudíes que, acompañado de otros camaradas, busca en el pabellón nuevas adquisiciones con las que alimentar su sed de premios. “Le he ofrecido unos 10.000 riales (unos 2.600 euros) por cada uno de los tres halcones que quiero. Es mi último precio”, replica tajante quien aspira a usarlos en la caza y “tal vez la competición”. “Las generaciones que me precedieron, las de mi padre y mi abuelo, nos enseñaron a amar la cetrería”.
Un frenesí reconcilia a sus actuales representantes con su pasado nómada, el que cambió para siempre hace décadas con el hallazgo del petróleo y el gas. “La cetrería es una tradición extremadamente importante. Desde hace miles de años el halcón ha estado vinculado a los árabes. A falta de equipos de caza, el halcón era el compañero de caza. Una familia que no tenía un halcón era una familia que no podía hallar alimento”, señala en conversación con El Independiente Nasr al Nasr, miembro de la junta directiva del Saudi Falcon Club, una institución establecida hace un lustro por la familia real saudí para potenciar el legado cetrero.
“Es nuestro patrimonio. Los llevamos en la sangre. El objetivo es expandirlo y acercarlo a las nuevas generaciones”, argumenta Al Nasr, un banquero al que un decreto real le encomendó la tarea de revivir la pasión cetrera de los súbditos saudíes. La feria, que se celebra cada año a principios de septiembre, sirve para que los aficionados adquieran y adiestren a los ejemplares que tres meses después competirán en el festival, también celebrado en los alrededores de Riad, en pleno desierto. “Existe una fiebre por los halcones. Hasta en dos ocasiones hemos logrado el Guinness World Record, con más de un millar de cetreros participando en la cita”, confirma el responsable del club.
El año pasado me llevé en un mismo certamen tres trofeos de 120.000 euros cada uno. En total, gané un millón de euros durante toda la temporada
Barqash al Mansuri, empresario y cetrero saudí
Un negocio astronómico
Un negocio millonario rodea este renovado arrebato. Se calcula que existen unos 30.000 cetreros en un país cuya población roza los 35 millones de personas. Las subastas que -provistas de todos los alardes de la tecnología, desde pantallas gigantes hasta un espectáculo de focos- tienen lugar cada tarde en la feria mueven alrededor de 20 millones de riales (más de 5 millones de euros). “Los precios varían mucho pero oscilan entre los 10.000 riales y el millón y medio (unos 450.000 euros) que se logró hace dos años”, estima Al Nasr. Reino Unido y España lideran el mercado de cría.
Reino Unido y España lideran el mercado de cría de halcones
Los halcones llegados de la península ibérica disfrutan de todos los cuidados. “Solo traer un halcón, contando la crianza, cuesta unos mil euros. En España no existe mercado interno porque casi todos los cetreros crían a sus propios halcones en casa”, detalla José Luis Ariño, otro de los criadores españoles, procedente de Segovia. En su desplazamiento, de más de 6.000 kilómetros, las aves deben lidiar con el estrés del viaje y los cambios de temperatura, del verano español a la canícula saudí -por encima de los 45 grados-. “Mueren de estrés. De hecho, uno de los pájaros que hemos traído ni siquiera salió del aeropuerto y murió allí mismo, dentro de la caja. Era un pájaro grande y sano”, precisa Verónica Cortés, la veterinaria que acompaña a Cabeza desde Barcelona.
Durante la semana que dura la feria, los halcones son sometidos a una vigilancia constante. En las instalaciones en las que se desarrolla la cita, el aire acondicionado es helador. Los clientes desfilan como una barahúnda que no se detiene ante nada. Se toman selfies con los animales, los acarician o tratan de retirarles las caperuzas para obsevar . Reina el libre albedrío, para infortunio de los criadores, incapaces de poner orden. Los halcones, presas del pánico, revolotean. “Sufren problemas intestinales. Imagínate. Vienen de estar en libertad y, tras meterlos en una caja, aparecen aquí”, dice gráficamente Cortés mientras le suministra una dieta y vitaminas a los que lo precisan.
De las cacerías a las contrarreloj
Hasta hace unos años la principal ocupación de estos esforzados animales era integrar las cacerías de sus dueños a lugares tan dispares como Kazajistán, Pakistán, Uzbekistán, Azerbaiyán, Irak, Rusia, Marruecos, Namibia o Argelia. Los halcones llegaban a viajar en los asientos de los aviones que trasladaban al séquito. “Lo que hemos intentado es reducir la presión sobre la caza de pájaros salvajes. Arabia Saudí es ahora firmante de tratados internacionales que tratan de preservar el entorno natural”, reconoce Al Nasr. Un compromiso del que nació el actual furor por la competición, integrada por varias categorías.
“Y lo hemos logrado al introducir las carreras. Se trata de una contrarreloj de 400 metros que se lleva el halcón más rápido”, agrega. Las retransmisiones televisivas del torneo son dignas de cualquier otra competición deportiva. El locutor grita con vehemencia el nombre del propietario del ave mientras el ejemplar se dirige velozmente hacia la meta. La segunda opción es un concurso de belleza al uso. Se busca al más bello y la más bella de la bandada. “Hay ciertas razas de halcones que tienen características especiales. Se miran las plumas, el color y otros atributos. Hay un jurado que examina a los concursantes y los ganadores se llevan premios muy jugosos”, comenta Al Nasr.
Se trata de una contrarreloj de 400 metros que se lleva el halcón más rápido
NASR AL NASR, MIEMBRO EJECUTIVO DEL SAUDI FALCON CLUB
El madrileño Juan Antonio Orellana es uno de los criadores que ha comenzado a ofrecer halcones para el torneo estético. “Se fijan en el color, las medidas de pecho, la forma de los ojos, la mirada del pájaro, las colas y su difuminado así como el largo o la pluma que tiene en el tarso. Es un cómputo de todo. Lo principal es que tenga una mirada profunda y ojos grandes y oscuros”, enumera Orellana, muy crítico con los retrasos burocráticos en las licencias de exportación de la administración española que este año han impedido aterrizar con tiempo en el golfo Pérsico.
Más allá de los sinsabores logísticos, los criadores españoles se quejan del desplome de los precios. “Hay más oferta que demanda”, murmura Ariño, que trata de adjudicar la veintena de ejemplares con los que ha realizado el viaje desde la península ibérica. “Los potenciales compradores los pesan, examinan su tamaño y certifican que tienen unas grandes dimensiones de pecho para que sean fuertes y rápidos”, esboza. Cuando concluya la cita, los ejemplares excedentes seguirán su camino hacia otras latitudes de la península arábiga.
Los pasajeros más atípicos
La imagen corrió como la pólvora hace unos años. Muestra a decenas de halcones ocupando los asientos de un avión, frente a una retahíla de pantallas. «No es nada infrecuente. Es, al contrario, la norma», señala Cabeza. «Llevan los halcones en su aviones. Nosotros mismos hemos estado con un príncipe de Bahréin en un avión privado en el que los empleados y los halcones viajaban juntos», agrega.
Se fijan en el color, la forma de los ojos, las colas y su difuminado… Lo principal es que tenga una mirada profunda y ojos grandes y oscuros
Juan Antonio Orellana, CETRERO ESPAÑOL
En busca del pedigrí
“Es un negocio cada vez más lucrativo y prometedor. La cuantía de los premios está haciendo que crezca el interés en criar estas aves y participar en los torneos en lugar de ir de caza con ellas”, advierte Al Nasr. “Hay de todo, desde gente que sigue viviendo en el desierto, en la tienda de campaña con su halcón, hasta la clase media, pasando por la realeza. Y todos tienen el mismo amor y la misma pasión por los halcones. Y esto es lo que me gusta. Cada vez que tenemos una exhibición como ésta, vienen de todo el reino. Y eso por no hablar de quienes vienen de fuera. Se trata de una reunión de gente que solo se ve de año en año y resulta sensacional ver cómo se saludan y las discusiones que tienen”.
Podríamos decir que los veo más que a mis propios hijos
Al Mansuri es el prototipo perfecto de los participantes que congrega la cita. Encabeza la clasificación saudí de halcones de carreras. Sus 1.500 puntos doblan con holgura a su rival. “Hay muchos que han llegado a esto por el dinero. En mi caso, no. Tuve muchas dudas de si quería o no competir”, confiesa. Entró en los torneos en 2014 y desde entonces se ha convertido en un triunfador nato, protagonista de la admiración y los celos de sus colegas de gremio. “Invierto el dinero que gano en comprar más halcones. Tengo ya 40 ejemplares”, explica. Tiene a siete personas a su cargo que cuidan sin tregua a los animales y en sus nuevas compras busca hasta la obsesión el linaje de sangre con las aves que ya posee.
“Mi padre y mi abuelo fueron cetreros y una de mis primeras fotografías de niño, con apenas seis años, es sosteniendo un halcón”, evoca Al Mansuri. Levantan acta de sus destrezas los más de 200 galardones que ha conseguido. “A los halcones les dedico más de cinco horas diarias, antes y después del trabajo”, cuenta. “Podríamos decir que los veo más que a mis propios hijos”, concluye.
El gerifalte, la estrella
La especie que despierta la admiración es el gerifalte. “Es el halcón de mayores proporciones que existe en el mundo porque es originario de Canadá, Groenlandia y países nórdicos, donde cazan la liebre, una animal de gran envergadura”, explica a este diario Bernardo López Pinto, un criador mallorquín que trabajó durante algunos años a las órdenes de la familia real de Abu Dabi.
«No es fácil tener en pleno desierto unas instalaciones a 10 grados de temperatura cuando en el exterior se alcanzan los 56. Es todo artificial. Hay que recurrir a la tecnología para decirle a los pájaros que es primavera u otoño”. “Los clientes son increíblemente caprichosos y muy exigentes. Un pájaro con un mínimo defecto, imperceptible para cualquiera de nosotros, es inmediatamente descartado”, explica.
Según Marino García Montijano, un veterinario español que ha acompañado a los jeques en sus cacerías, «son los mejores halconeros del mundo». «Los animales son superatletas. A sus dueños solo les interesan los más jóvenes, los que lo dan todo. Son corazón, no inteligencia. Quieren ver vuelos espectaculares en los que los pájaros vuelen durante 45 minutos persiguiendo a la presa y se pierdan en el cielo», apostilla.