Después de 34 años de victorias, primero como diputado y luego como presidente, a Jair Mesías Bolsonaro le cuesta asimilar la derrota. Su inédito silencio después de que el Tribunal Superior Electoral reconociera la victoria de Inácio Lula da Silva en las elecciones presidenciales del domingo refleja su escaso respeto a la democracia brasileña. Finalmente, 44 horas después de que fuera oficial su derrota, Bolsonaro ha comparecido por primera vez ante los brasileños. En apenas dos minutos, ni ha reconocido la derrota ni ha felicitado al ganador, Lula da Silva.
Ha agradecido el apoyo recibido por sus 58 millones de votantes. Entiende que sus seguidores se manifiesten por «la indignación y la sensación de injusticia por el proceso electoral», pero les ha pedido que no vayan «por el camino de la izquierda» y sean «pacíficos». Ha aludido a la fuerza «robusta» en las Cámaras y se ha mostrado como el líder de millones de brasileños los «ciudadanos que defienden la libertad económica, la libertad religiosa, la libertad de opinión y los colores de la bandera».
Nuestros sueños siguen más vivos que nunca. Estamos por el orden y el progreso»
jair mesías bolsonaro, presidente saliente
«Nuestros sueños siguen más vivos que nunca. Estamos por el orden y el progreso. Superamos las consecuencias de la pandemia y las consecuencias de una guerra. Me han juzgado como antidemocrática y siempre cumplí con la Constitución. Como ciudadano y como presidente, continuaré cumpliendo con los mandatos de la Constitución, ha dicho Bolsonaro. A continuación, el ministro de la Casa Civil, Ciro Nogueira, ha señalado que por encargo del presidente había empezado el proceso de transición.
Lula ganó el domingo su tercer mandato como presidente de Brasil con el resultado más ajustado de la historia desde la restauración de la democracia. Logró un 50,9% de los votos mientras que Bolsonaro obtuvo un 49,1%. Lula consiguió 2,1 millones de apoyos más que el presidente. Es la primera vez que un presidente en ejercicio pierde la reelección.
Este lunes se ha reunido con su primogénito, el senador Flavio Bolsonaro, y con el candidato a vicepresidente, el general Braga Netto, así como con los coordinadores de su campaña. Después se ha encontrado con ministros y aliados en el Palacio de Planalto.
Desde que el líder del Partido de los Trabajadores, que ya fuera presidente entre 2003 y 2010, fuera proclamado vencedor el 30 de octubre, aliados de Bolsonaro como el presidente de la Cámara de Diputados, Arthur Lira, el presidente del Senado, Roberto Pacheco, y el gobernador elector de Sao Paulo, Tarcisio Gomes de Freitas, lo han reconocido y se han mostrado dispuestos a colaborar con él. Tanto el poder judicial como el ministro de Economía, Paolo Guedes, y Gomes de Freitas, el gran vencedor en las filas bolsonaristas el 30-O, han mediado para que Bolsonaro cumpliera con su deber constitucional.
Su primogénito, el senador Flavio Bolsonaro, escribió el lunes un tuit en el que asumía de forma implícita la salida de su padre de la Presidencia. «Seguiremos con la cabeza erguida y no renunciaremos a nuestro Brasil», apuntaba.
También lo hizo, aunque esperó casi 24 horas, el vicepresidente de Bolsonaro, Hamilton Mourao, que ha sido elegido senador por Río Grande del Sur. Mourao felicitó el lunes al número dos de Lula, el vicepresidente electo, Geraldo Alckmin.
El presidente saliente ha mostrado su disposición a reunirse con los miembros del Tribunal Supremo Federal, pero ellos han puesto como condición que reconozca su derrota. Al final lo ha dado a entender, pero sin mencionar la palabra ni reconocer al ganador.
Como ha dicho Ciro Nogueira, ministro de la Casa Civil o jefe de gabinete de Bolsonaro, la transición ya está en marcha. En nombre del presidente electo dirigirá las conversaciones el que será su vicepresidente, Geraldo Alckmin. Fue una de las bazas de Lula para acercarse a empresarios y clase media conservadora. Alckmin, que entonces era del Partido Social Demócrata Brasileño (PSDB), de derecha moderada, fue el rival de Lula en 2006, cuando ganó su reelección.
También formarán parte del equipo la presidenta del PT, Gleisi Hoffmann, y el coordinador del programa de gobierno, Aloizio Mercadante. Ya están al habla con Ciro Nogueira, ministro de la Casa Civil o jefe de gabinete de Bolsonaro, según informa la web brasileña PortalR7. Las negociaciones empezarán el jueves.
Muchos camioneros partidarios de Bolsonaro han bloqueado desde el domingo las carreteras en varios estados. A primera hora del martes había más de 267 puntos en más de 15 estados. Son esos manifestantes que creen que el resultado ha sido injusto, a los que ha aludido Bolsonaro en su breve alocución.
El presidente del Tribunal Supremo Electoral, Alexandre de Moraes, ha instado a la policía estatal a despejar las vías. A quienes no cumplen las órdenes se les impondrán multas y si el jefe de la policía de carreteras, Silvinei Vasques, leal a Bolsonaro, no facilita el trabajo corre el riesgo de ser encarcelado. Las policías de los estados han comenzado a liberar las carreteras. Vasques también estuvo detrás de las retenciones a autobuses con votantes en el nordeste del país, bastión de Lula. El presidente del Tribunal Supremo Electoral le pidió explicaciones y le ordenó que facilitara el acceso a las urnas.
Varios gobernadores, entre ellos los de Sao Paulo y Río de Janeiro, han secundado estas órdenes. «Las personas tienen derecho al tránsito», ha señalado Rodrigo García, gobernador saliente de Sao Paulo. Los partidarios más extremistas de Bolsonaro han visto en su silencio suficiente excusa para lanzarse a estos bloqueos que han ocasionado problemas de acceso a algunos aeropuertos.
Lula asumirá como presidente de Brasil el próximo 1 de enero de 2023. En estos dos meses se organiza la transición. Según la ley, el presidente saliente ha de facilitar toda la información necesaria a su sucesor para que pueda poner en marcha su programa de gobierno.
Las elecciones presidenciales en Brasil han estado marcadas por la polarización y el resultado refleja un país dividido. Lula, ya como presidente electo, leyó el domingo un discurso moderado en el que aseguró que gobernaría para los 215 millones de brasileños, no para el PT, ni para los que le han votado, por el bien de la democracia. Prometió que su primer objetivo serían los 33 millones de brasileños que pasan hambre.
Sin embargo, el presidente en ejercicio se refugió en el Palacio de la Alborada y no quiso hablar ni siquiera con sus ministros. Solo lo hizo con el candidato a vicepresidente, Walter Braga Netto, ex jefe del Estado Mayor del Ejército. Al día siguiente, el lunes, acudió al Palacio de Planalto, sede del Ejecutivo, pero siguió sin pronunciar palabra.
Mientras tanto, Lula recibía su primera visita tras la victoria, la del presidente argentino, Alberto Fernández. Precisamente en Argentina la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, ahora vicepresidenta, tampoco entregó el bastón de mando ni la banda cuando asumió el poder Mauricio Macri en 2015. Con la victoria de Lula, las seis principales economías de América Latina están al mando de dirigentes de izquierdas.