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Un tercio de los vascos prefiere “no remover el pasado” de ETA para asegurar la convivencia

Han sido demasiadas décadas de violencia terrorista. Las cinco interminables décadas en las que el doloroso rastro de ETA ha impregnado la vida y fragmentado la convivencia en Euskadi acumulan aún muchas heridas por cerrar. El pasado sigue muy presente en cientos de víctimas de la violencia que en muchos casos siguen sin conocer quién acabó con la vida de su ser querido, quién fue el autor de esas heridas que aún arrastra o quién un día ideó su secuestro. A ello se suma un complicado proceso de construcción de la memoria sobre lo ocurrido que sigue enfrentado a distintos sectores de la sociedad vasca. Un estudio del Gobierno vasco lo deja bien claro, un 33% de los vascos prefiere “no remover el pasado”, ni siquiera para honrar la memoria y dignidad de las víctimas, en aras a preservar la convivencia.

Un temor a seguir mirando el pasado para cerrarlo que en la mayoría de los casos no se produce. El 60% de los encuetados por el Sociómetro del Ejecutivo de Urkullu respalda que se tomen medidas de apoyo a las víctimas como vía para restablecer la convivencia entre vascos. Sorprende que los más reticentes a seguir trabajando para cicatrizar esas heridas pendientes que arrastran las víctimas sean quienes muestran un perfil menos nacionalista (40%) frente al 24% de reacios que se detecta entre quienes se definen como más nacionalistas.

Las víctimas de ETA siguen sin estar muy presentes para amplios sectores de la sociedad vasca. Preguntados por su grado de conocimiento de las acciones en favor de la memoria de las víctimas que sufrieron la violencia, la mayoría de los vascos apenas las conocen. El 47% afirma haber oído que se están llevando acciones pero es incapaz de detallar alguna de ellas y otro 31% ni siquiera ha oído nada sobre este tipo de acciones de apoyo a este colectivo.

El estudio también realiza una consulta sobre la situación actual de la “violencia de motivación política” y si se da ya por resuelta definitivamente. Se interpela a los ciudadanos sobre si la “paz definitiva” se alcanzará o “ese conflicto continuará en el futuro”. Cuatro de cada diez encuestados cree que en el futuro continuará frente al 56% que ve posibilidades para una paz definitiva. Un dato llamativo es que entre los más jóvenes, el grupo de población entre los 18 y los 29 años quienes consideran que el conflicto continuará alcanza el 63%.

Sin libertad plena para hablar de política

Sin duda la convivencia sigue sin normalizarse en el País Vasco. Las reticencias a abordar estas cuestiones, las referidas a la violencia de ETA, de la situación de sus víctimas y de los conflictos políticos siguen generando grandes diferencias sociales. Transcurridos cuatro años desde la disolución definitiva de ETA y más de una década desde el anunció del cese definitivo de sus acciones por parte de la banda, un 48% de la población reconoce aún hoy que no se siente plenamente libre para hablar de política con todo el mundo. De entre ellos, un 11% afirma que no habla “con casi nadie” y el otro 37% señala que sólo lo hace “con ciertas personas”.

Las cuestiones políticas y los “conflictos políticos” figuran aún hoy entre los principales problemas que citan los vascos. Tras las desigualdades sociales y el racismo y la inmigración, la política y sus conflictos aparece citada como el tercer mayor problema para la convivencia en Euskadi.

La convivencia política en el País Vasco incluso ha dado un ligero retroceso. El Sociómetro de 2017 fijaba en un 6,2 sobre diez la nota media que otorgaba la ciudadanía a la convivencia entre personas de ideologías diferentes, mientras que en el informe hecho público ahora ha caído a un 6.

Las tareas en apoyo a las víctimas han registrado en los últimos años un aumento importante, si bien continúan acompañadas en muchos casos de visiones parciales e institucionalmente fragmentadas. Los homenajes por parte de instituciones como el Instituto ‘Gogora’ dependiente del Gobierno vasco o del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, dependiente del Ministerio del Interior, son un claro ejemplo del avance y de la fragmentación oficial.

Avances y tareas pendientes

A ello se suman otros avances como los homenajes y reconocimientos públicos como la colocación de placas u homenajes en aniversarios. Al mismo tiempo, la construcción de una memoria sobre lo ocurrido continúa suscitando una evidente divergencia de posiciones en función de la institución o ideología política de la que se trate.  

Todo ello en un contexto en el que el pasado de la violencia etarra en la sociedad vasca comienza a relegarse pese a que aún existen más de 300 atentados de ETA sin resolverse.

Una realidad que se abre camino poco a poco en los juzgados pero sin apenas avances. A ello se suma el otro pulso que el entorno de la izquierda abertzale libra por el reconocimiento de sus víctimas, entre las que incluye a los propios presos de la banda y sus familias, y las víctimas de los abusos policiales. Cuestión que en gran medida fragmenta el posible consenso en favor de una memoria y relato para las futuras generaciones.    

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