A Baricco le persiguen dos de sus obras, Seda y Novecento. Pareciera que sus novelas y ensayos posteriores vivieran condenados a la sombra eterna que proyectan ambos títulos, escritos ya hace cerca de tres décadas. El autor italiano lo sabe y se receta cierto estoicismo. «La relación de un escritor con las obras que el público más celebra resulta siempre difícil», murmura.
«Para mí han sido importantes otros títulos, aunque Novecento ocupa un lugar destacado. En el caso de Seda, fue un libro que escribí para el público, que no era importante para mí, pero no es menos cierto que ha resultado muy notable para mi carrera y mi vida. Fue el título que se coló en las listas de superventas en todos lados. Y eso, de algún modo, cambia tu vida», señala Alessandro Baricco (Turín, 1958) en una entrevista con El Independiente, en el marco de su participación en la feria del libro de Sharjah, el emirato cultural de Emiratos Árabes Unidos.
Referencia de las letras italianas, Baricco reconoce hallarse en un momento en el que escribe básicamente para su deleite. «Estoy en una suerte de nueva actitud para escribir, para mí», desliza muy crítico con una izquierda europea a la que considera sin rumbo ni proyecto capaz de ilusionar a la ciudadanía de un continente envejecido y «cada vez menos interesante».
Pregunta.- ¿Con qué libros le gustaría ser recordado?
Respuesta.- Novecento y los dos ensayos dedicados a la cultura digital, Los bárbaros: Ensayo sobre la mutación y The Game. Son títulos que escribí para mí.
P.- Precisamente en ambos ensayos incide en que la revolución digital no es una causa de nuestra nueva forma de pensar sino justo al contrario. Se ha abierto paso un nuevo estado mental, un nuevo modo de pensar que trata de escapar de la mentalidad catastrófica que representó el siglo XX, origen de guerras y desastres. En unos meses como éstos que estamos viviendo, ¿lo consideras vigente?
R.- Estoy absolutamente convencido de que es así. La revolución digital ha traído más libertad y menos privilegios; ha permitido amplificar la información; ha incrementado la participación; y ha creado personas más activas. Internet es un gran recurso que puede desafiar cualquier tipo de poder. Es algo que puede resulta molesto, lo sé. Obviamente existen muchos problemas.
Básicamente creo que la civilización digital es más libre y lo será aún más en el futuro. Es cierto que todo este proceso se halla un poco parado por la situación en las que nos nos encontramos. Estamos experimentando un gran retroceso colectivo, que actúa como una ola. En cinco años tal vez empecemos de nuevo a construir un mundo nuevo. Ahora es un tiempo horrible. Una gran parte del mundo está completamente detenida por el miedo, a la a guerra o al fin del planeta. Miedo al covid y a otras historias. Somos animales, al fin y al cabo. Pero esto no era así hace tan solo cinco años. Y confío en que este proceso comience de nuevo.
Vivimos el individualismo de masas. Antes el individualismo era un privilegio de los ricos y los cultos y ahora está al alcance de todo el mundo
P.- Le veo optimista…
R.- Digamos que realista.
P.- Pero al mismo tiempo existe una cultura del selfie, una sociedad obsesionada en mirarse el ombligo permanentemente y en observar el mundo a través de una pantalla.
R.- Es que estamos ante algo completamente nuevo y somos todos testigos de algo absolutamente novedoso, como es el individualismo de masas. El individualismo era un privilegio de los ricos y los cultos y ahora está al alcance de todo el mundo. Ya no es reducto de diez personas, sino de la Humanidad. Piense que esto es fascinante. Yo no sé lo que va a pasar. Hay mucho narcisismo y mucha exhibición, pero esto es una forma de abrirse al mundo, una forma de expresarse básicamente. Creo que hay que leer este fenómeno en estos términos. Exactamente lo que era un privilegio de pocos ahora es una actitud de todos. En el mundo occidental, por ejemplo, muchos odian los privilegios, yo incluido. Nos pasamos la vida luchando contra los privilegios. Y la civilización digital está dando algunos pasos fundamentales en esta cuestión.
Hay mucho narcisismo y mucha exhibición, pero esto es una forma de abrirse al mundo, una forma de expresarse
P.- Una atmósfera de pesimismo, de miedo al cataclismo, recorre, no obstante, la sociedad actual. Se impone eso de que el pasado fue siempre mejor…
R.- No sé por qué siempre somos tan pesimistas. Créeme. Mi hijo es mejor que mi abuelo. Mi abuelo estuvo en la guerra. Tenía dos o tres informaciones sobre la gente que iba a matar. No tuvo la oportunidad de expresarse; ni tuvo la oportunidad de saber lo que realmente sucedía en el mundo: ni menos aún la oportunidad de comparar su existencia con la existencia de otra persona. Ni viajó ni sabía idiomas. Y así, con 19 años, se fue a disparar a la gente, con el riesgo de ser asesinado. A mi hijo es más difícil empujarlo a primera línea para apunta y disparar a alguien. Así que tenemos que tener cuidado con este sentimiento. Tenemos que tomar nota de todo esto. Si no, caemos en que todo es peor; que todo está mal. Recuerden el pasado, por favor, recuerden el siglo XX. Recuerden el desastre en en el que convertimos el siglo XX.
P-. En sus ensayos hay personajes que son completos outsider, que tienen modos no convencionales de ver el mundo y relacionarse con los otros. ¿Se siente también outsider de su sociedad? ¿El artista debe sentirse al menos un poco ajeno a lo que le rodea?
R.- Ese sentimiento es un punto de partida fantástico. Luego es difícil vivir toda la vida de ese modo. Pero creo que para mí ha sido lo más importante. Me siento siempre absolutamente fuera de toda la élite que me rodea. Yo venía de fuera. Es una buena manera de encarar el trabajo.
En al menos tres o cuatro veces, dije: ‘basta, ya hice todo lo que tenía que hacer’. Entonces sucede que descubres algo, que te lleva a un lugar nuevo
P.- ¿Cuál es la responsabilidad social de un escritor?
R.- Si eres novelista, no la hay; si escribes ensayos, es diferente porque intentas comprender el mundo y explicarlo. Cuando escribí los dos ensayos sobre la revolución digital, sentí la responsabilidad de ser valiente de alguna manera, buscar la verdad y encontrar la energía para expresar la verdad, para dar forma a esta verdad. En The Game fue muy difícil de explicar muchas cosas con palabras que la gente pueda entender. Eso es lo que yo considero la responsabilidad porque no basta con que yo tenga una idea brillante; tengo que ser capaz de explicarla para que mi madre pueda entenderla.
Mi madre no entendió íntegramente el volumen, pero la mayoría de las páginas, sí. Intenté explicar a la gente que el acto de escribir de un modo no profesional resulta una disciplina como una ceremonia japonesa. En este acto, encuentras una especie de equilibrio en ti mismo. La escritura es especial porque trabajas con un material especial que es tu vida, la vida de la gente que te rodea. Hay escuelas de escritura, pero debemos tener espacios en los que las personas puedan cumplir con este acto solo por placer y equilibrio.
P.- ¿En qué novela trabaja ahora Alessandro Baricco?
R.- Estoy terminando una novela. Es un western metafísico; lo empecé hace tres años. Pertenece a una suerte de nueva actitud para escribir, para mí, con la sensación de que es una música que tocan para mí.
P.- Me pregunto si tuvo algún tiempo de crisis creativa…
R.- Sí, al menos tres o cuatro veces. Dije: «basta, ya hice todo lo que tenía que hacer». Entonces sucede que descubres algo, que te lleva a un lugar nuevo. La sensación de que se acabó el juego es maravillosa.
P.- ¿Cómo observa su país? ¿Quo vadis, Italia?
R.- Complicado de decir. Es un lugar maravilloso para vivir. Mi país, y Europa en general, es una zona del mundo donde se vive bien. Pero Europa es un lugar viejo, con un gran pasado pero viejo. En estos momentos existen muchos lugares en el mundo que son más jóvenes y más inteligentes y más fuertes y más interesantes. Somos un continente fatigado, cada vez menos interesante. Y Italia es una pequeña porción de de este continente en el que existe un placer por la vida. Políticamente no somos diferentes a otras zonas de Occidente. El resto del mundo occidental reúne los mismos problemas. En general hay una cultura de la vida que me gusta.
A mí no me gusta nada la derecha, pero existe una derecha democrática y confío en que la de Italia lo es
P.- El pasado otoño llegó a su país con la victoria de Giorgia Meloni, percibida como un cataclismo por ciertos sectores. ¿Le inquieta la primera ministra?
R.- No tengo miedo alguno de Meloni. Sencillamente no es para mí, no es mi taza de té. Pero miedo, no. ¿Por qué habría que tenerlo? Somos un país democrático.
P.- ¿Preocupado entonces?
R.- Sólo un poco. Pero dejemos que hagan cosas y ya veremos. En este momento la izquierda política europea no tiene un proyecto real para la vida de la gente. La izquierda es hoy la opción más conservadora del espectro político. Así que, si la izquierda carece de ideas, proyectos, imaginación y sueños, que gobierne la derecha. ¿Por qué no? Hay una derecha democrática y confío en que la de Italia es así. Esta derecha que, debo decir, no me gusta nada no puede provocar miedo.