A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX la fe en la ciencia y en la tecnología iba en aumento según se producían innovaciones y descubrimientos, los humanos con los conocimientos disponibles se sentían capaces de todo. Las Sociedades de Aclimatación son una buena muestra del cientifismo imperante, sociedades científicas en las que se promovía llevar animales de Europa hasta otros continentes inspiradas en la teoría evolucionista de Jean-Baptiste Lamarck (1744-1829), según la cual los animales en muy pocas generaciones se adaptan físicamente al entorno natural.
Eugene Schieffelin (1821-1906) miembro destacado de la Sociedad de Aclimatación neoyorquina se esforzó en llevar a la ciudad varias especies de pájaros, pero fueron los estorninos los únicos que consiguieron aclimatarse. La escritora Care Santos ha recuperado su historia en la novela El loco de los pájaros (Destino). “Es una novela basada en la información disponible sobre un hombre real que existió en la Nueva York del XIX y que tuvo la feliz ocurrencia catastrófica de introducir en Central Park todas las especies de pájaros que nombró Shakespeare en sus obras”, explica la escritora a El Independiente. “Lo hizo con todos pero sólo tuvo éxito con el estornino. Las treinta parejas de estorninos que introdujo se convirtieron en los papás de toda la población de millones y millones de estorninos que hoy son considerados una de las mayores especies invasoras de Estados Unidos y de toda América”, añade.
«Ellos consideraban que tenían que actuar para mejorar su sociedad, o sea que lo que vemos era una acción altruista, pero ignoraban todo lo que podía pasar al introducir una especie en un ecosistema que no era el suyo. Este hombre no tenía ni idea, pero tampoco tenía ninguna mala intención, todo lo contrario», asegura la autora.
Schieffelin pertenecía a una familia adinerada e influyente de Nueva York. Era el menor de ocho hermanos y aunque su familia solía estar presente en los medios de comunicación no era su caso. “No dirigía, ni formaba parte de los comités de dirección de las empresas familiares, pero vivía de las rentas de las empresas, porque ellos eran gente rica y pudiente. La empresa familiar les daba para vivir a todos. Debió de ser un hombre más bien discreto o poco amigo de figurar en ninguna parte, no dejó muchas huellas, es la verdad. Hay retratos de la mayoría de sus hermanos y de muchos de sus sobrinos, pero de él no se conoce ningún retrato conocido”, explica Santos.
La ausencia de información sobre el personaje le ha permitido a la escritora ser más creativa a la hora de crear su figura, si bien el contexto histórico está muy documentado. “Si hubiera tenido toda la información disponible o mucha más, como ocurre con otros de sus parientes, pues no hubiera podido novelar con tanta libertad. Esto me obligó a preguntarme por sus motivos, por su ánimo, por el método que utilizó, por cómo articuló esta idea y, a partir de aquí, he podido crear esta fábula sobre una preciosa idea catastrófica”, asegura la escritora.
Un Nueva York desconocido
El Nueva York de El loco de los pájaros es una ciudad en crecimiento y expansión, algo que ocurre sobre los terrenos de la familia Schieffelin. “El abuelo de la familia, compró una extensión bastante grande de terreno donde fundó una mini ciudad. Manhattan no era lo que conocemos hoy, la ciudad fue creciendo. Al principio terminaba en la calle 14, luego en la 23 y así se fue expandiendo hacia arriba. Cuando este hombre compró esos terrenos la ciudad no estaba ni proyectada. Cuando la cuadrícula llegó a sus tierras aprovechó para fundar Manhattanville, que sigue allí y se sigue llamando así. Parte de las dependencias de la Universidad de Columbia están en Manhattanville. Creó casas, calles y hasta una parroquia que todavía está en pie”, explica Santos.
Cuando la cuadrícula llegó a sus tierras aprovechó para fundar Manhattanville, que sigue allí y se sigue llamando así
Care Santos
A esta singular historia de Nueva York llega Santos paseando por la ciudad a la que asegura que viaja casi anualmente. “Cuando descubrí la historia pensé que tenía que existir una novela escrita por un autor o americano o inglés que son los dos países implicados. Pero no existía y no daba crédito a que no existiera. Al principio me atrevía mucho a decidirme a escribirla yo, pero pensé por qué no, la voy a escribir yo”, afirma. Así hizo, en la biblioteca de Nueva York, donde se documentó, esperan ejemplares de la novela que recoge una singular historia que hasta este libro de Care Santos, nadie había contado.