No concibo que Pedro Sánchez pueda quedar mal en ningún evento internacional donde se exhiba camisa exótica, sueltecita o transparentosa, ahí con pezón de dátil, pezón de pico de tucán, pezón de berenjena o pezón de paramecio. La gente cree que Sánchez tiene que sacar algo de estas reuniones, salvar un poco el mundo como un surfero ecologista y rastafari, llevarles por ahí la democracia como una guitarra folk o una cachimba. Pero no, Sánchez sólo quiere encajar, e iría no ya con camisa balinesa o guayabera, sino vestido de cactus o de cocotero, iría semidesnudo como un pescador de perlas si hiciera falta, para que viéramos que nadie está en los sitios mejor que él, y que hasta sus pezones se mueven, adaptan y teselan como ojos de camaleón. Eso sí, lo más importante es dejar la cosa ahí, en el protocolo y la mímesis, no va uno a meterse en política cuando el personal está de fiesta ibicenca o panameña o hawaiana. Eso es lo que le ha venido a decir Sánchez a Feijóo a cuenta de la Cumbre Iberoamericana. Uno no habla de derechos humanos con guayabera, a menos que sea un aguafiestas, como el rey Felipe VI.
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