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De la basura a los presos: as subcontrata Occidente las cuestiones ms incmodas de la sociedad de bienestar

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La ltima lavadora oxidada espaola lleg a China hace ms de dos aos. El gigante asitico, que durante dcadas haba cobrado tapndose la nariz para convertirse en el vertedero del planeta, cerr definitivamente sus fronteras a los desechos procedentes del extranjero el 1 de enero de 2021. Como caba esperar, el impacto de una medida adoptada en clave interna para proteger la salud pblica y el medio ambiente se sinti tambin en la cadena mundial de reciclaje. A partir de ese momento, todo el que haba pagado con gusto a Pekn para librarse de trastos viejos y desperdicios malolientes -cuando no txicos- tuvo que hacerse cargo de ellos… o buscar otro lugar donde depositarlos.

La externalizacin del procesado de residuos es un ejemplo claro de las posibilidades que ofrece la globalizacin cuando se tienen muchos recursos econmicos y pocas ganas de afrontar ciertos desafos. Por esa razn, la subcontrata est dejando de ser vista como recurso slo a la hora de deshacerse de la chatarra y se est transformando en laherramienta favorita de Occidente para invisibilizar realidades que considera incmodas, molestas, electoralmente sensibles. Por ejemplo, el control del flujo migratorio o la gestin del sistema penitenciario.

Y esto es slo el principio.

En 2016, justo despus de la crisis en el Mediterrneo, la Unin Europea lleg a un acuerdo con Turqua para que sta se hiciera cargo de los millones de refugiados llegados de Siria y Asia Central que intentaban acceder a territorio comunitario desde sus costas. Por supuesto, apoquinando. Bruselas ha desembolsado a Ankara 6.000 millones de euros desde entonces. Y no es el nico arreglo que ha suscrito recientemente. Tambin lo ha hecho en parecidos trminos con Afganistn, Bangladesh, Gambia, Costa de Marfil y Etiopa con la idea de aliviar la presin migratoria en origen. Proporcionando dinero, tecnologa, formacin o todo a la vez.

Con las manos libres gracias al Brexit, Reino Unido pretende ahora ir bastante ms all mediante el entendimiento alcanzado con Ruanda para deslocalizar all las gestiones para la solicitud de asilo. Se trata de una iniciativa que disfraza de trmite burocrtico lo que es una deportacin masiva. As, podra darse la circunstancia de que un grupo de moldavos o iraques que hayan llegado a suelo britnico cruzando el Canal de la Mancha en zodiac acabasen reasentados a ms de 6.500 kilmetros de Londres. Sobrecogido? Pues agrrese: Dinamarca acaba de firmar por su cuenta un acuerdo similar con el mismo pas centroafricano. Que ya son, por cierto, como posible destino de los casi 40.000 inmigrantes africanos irregulares que Israel quera expulsar en 2018.

Al Gobierno nrdico no le ha importado que el plan con el que el premier conservador Boris Johnson buscaba conseguir un efecto disuasorio fuera criticado con dureza por la Iglesia anglicana, ACNUR o Amnista Internacional. Es ms, la primera ministra socialdemcrata Mette Frederiksen anunci a finales del ao pasado que alquilar -a precio de suites de lujo- 300 celdas de una prisin de Kosovo para trasladar all a presos de pases no pertenecientes a la UE. Otro irritante montoncito que de esta forma quedara oculto debajo de la alfombra. Una muestra ms de cmo los gobernantes de sociedades hasta hace poco consideradas modlicas delegan en otros el trabajo sucio.

Sergio Carrera, profesor italiano del Instituto Universitario Europeo (EUI) en Florencia, ha acuado el concepto de polticas fantasma para referirse a este tipo de pactos informales de la UE en bloque o de Francia, Italia, Reino Unido y Espaa en solitario. “Sirven para lograr el mismo resultado, pero sin los obstculos que impone el derecho“, admite Juan Santos Vara, profesor de Derecho Internacional Pblico y Relaciones Internacionales en la Universidad de Salamanca, sobre estos atajos de cuestionable legalidad. “Lo que se persigue ms bien es quitarse un problema de encima, literalmente. Es un tema difcil de gestionar y de vender“.

Es tentador comparar lo que est sucediendo a escala nacional con lo que cualquier ciudadano experimenta en la sociedad de la urgencia con las pequeas tareas de la vida cotidiana. Igual que Fulanito echa mano de un puado de apps instaladas en el mvil para que le saquen el perro a dar una vuelta, pasen por l la ITV o le planchen la ropa, alegando falta de tiempo o directamente pereza, los pases que se lo pueden permitir hacen lo propio cada vez con menos disimulo con asuntos engorrosos. Incluso a costa de poner en peligro el cumplimiento del derecho internacional o la seguridad nacional.

“La externalizacin, que al principio tena que ver bsicamente con el control de fronteras, se ha ido sofisticando y cada vez es ms elaborada“, reconoce Gemma Pinyol-Jimnez, investigadora asociada de la Universitat Pompeu Fabra y directora de polticas migratorias y diversidad en el think tankInstrategies. “Lo vemos con las propuestas britnica y danesa para externalizar el asilo, algo que ya haban inventado los australianos“, aade la analista a propsito del envo de irregulares -incluso enfermos- por parte del pas ocenico a islas como Nauru o Manus.

El Alcatraz dans en suelo balcnico no tiene precedentes. Ni siquiera los grandes tiranos pergearon una solucin tan perversamente ingeniosa para librarse de sujetos que no eran bienvenidos. Slo Miracle Village (Villa Milagro), una colonia creada en Florida en 2015 por un cura en una antigua plantacin de caa de azcar para alojar a condenados por pederastia, se le parece un poco. Pero no se trataba de un gueto para forasteros. Dinamarca ha convencido a Kosovo tirando de chequera -transferir 210 millones de euros en los prximos diez aos- y de la recurrente promesa verde: ayudar a financiar su transicin ecolgica.

Adnde conduce el arrendamiento de la responsabilidad en la escombrera, la frontera o la crcel? Asistiremos a la deslocalizacin de las oficinas de asilo -y las colas de solicitantes- igual que presenciamos la de los call centers en los primeros 2000?

La fragmentacin del espacio geogrfico en las ltimas dcadas es un hecho constatable. Desde el final de la Guerra Fra se han establecido ms de 28.000 kilmetros de nuevos lmites territoriales. De hecho, ms del 10% de las actuales fronteras son posteriores a 1990. Todos estos cambios son la expresin de profundos procesos polticos, econmicos, sociales y culturales. El gegrafo, diplomtico y ensayista francs Michel Foucher ya advirti acerca de la llamada renovacin del limes, consecuencia de que la guerra contra el terrorismo, las tensiones blicas o las zozobras financieras hayan situado a la frontera en el centro del debate pblico.

La UE cree que slo es problema aquello que le afecta directamente y que desplazando el problema a otros pases deja de existir

Ricard Zapata, profesor de Ciencias Polticas de la Universidad Pompeu Fabra

El espacio Schengen europeo, con ms de 1.700 potenciales puntos de acceso, es una de las mayores delimitaciones geogrfico-sociales del mundo. Y, por tanto, un permetro susceptible para la subcontratacin del control migratorio. “En los ltimos aos, los Estados miembros y la UE han recurrido muy a menudo a instrumentos desarrollados al margen del ordenamiento jurdico de la UE a pesar de que se trata de materias que se enmarcan en el mbito de las competencias compartidas”, detalla en uno de sus trabajos Santos Vara sobre dos de esas estrategias: la externalizacin y la informalizacin. “Una caracterstica comn a la mayora de los instrumentos adoptados para desarrollar la cooperacin migratoria con terceros Estados es que se trata de acuerdos informales que no constituyen verdaderos acuerdos internacionales y que se han adoptado al margen de los mecanismos previstos en los Tratados”, aade el titular de la ctedra Jean Monet en Accin Exterior.

La UE est practicando una geopoltica de la inmigracin. Cree, desde una mentalidad eurocntrica, que slo es problema aquello que le afecta directamente y que desplazando el problema a otros pases deja de existir”, completa Ricard Zapata, profesor de Ciencias Polticas de la Universidad Pompeu Fabra y miembro del Grupo de Investigacin sobre Inmigracin e Innovacin Poltica (GRITIM).

Santos Vara subraya que la cooperacin con terceros Estados es posible “si se cumplen una serie de condiciones mnimas” relacionadas con la proteccin de las personas y el control democrtico. Tambin destaca que Espaa fue uno de los pases europeos “que ms pronto” empez a colaborar con pases de la frontera sur, promoviendo desde el Gobierno de Rodrguez Zapatero “planes muy ambiciosos” en Senegal, por ejemplo. Por ltimo, seala que acuerdos como los de Ruanda plantean algo ms que dudas sobre la aplicacin extraterritorial del derecho.

“Qu policas o jueces van a velar all por el derecho britnico o dans? Supone una violacin clara y flagrante de los principios bsicos del Estatuto de los Refugiados de 1951 y de la normativa europea de asilo. El traslado de presos a Kosovo me parece que plantea los mismos problemas. En definitiva, este tipo de actuaciones responde a la presin de un sector de la opinin pblica canalizado a travs de partidos populistas que quieren soluciones fciles a problemas complejos”, concluye.

“Estas propuestas son ms simblicas que reales. Las polticas migratorias cada vez ms se articulan como relatos, enunciados, pura gesticulacin. No pretenden responder a un problema, ni pueden realmente hacerlo en la prctica. Buscan dejar claro que se acta de forma contundente y nadie de los que llegan se va a quedar. Es un mensaje hacia dentro y hacia fuera“, coincide Blanca Garcs.

Investigadora del Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB), acaba de presentar el estudio Amenazas hbridas, orden vulnerable. En l, advierte contra el aumento de las llamadas amenazas hbridas -no convencionales-, entre las que sita la instrumentalizacin de los movimientos migratorios, los ciberataques o la desinformacin. Adems, alerta de que el miedo a una crisis en las fronteras exteriores de la UE estn desembocando en el chantaje, caso del envo del gobierno turco de ms de 13.000 personas en 2020 a la frontera con Grecia o el de Marruecos en 2021 de ms de 10.000 personas a Ceuta en apenas dos das.

Precisamente, la ltima gran crisis acontecida en las ciudades autnomas –el trgico asalto a la valla de Melilla del viernes 24 de junio, cuyo nmero de vctimas todava se desconoce- llev a la Subcomisin Episcopal para las Migraciones y la Movilidad Humana a denunciar que “la externalizacin y la militarizacin de las fronteras por s solo no terminar con los problemas y las causas que provocan la movilidad de millones de personas migradas, refugiadas o desplazadas en el mundo”.

Xabier Gmez, director de este rgano de la Iglesia espaola, indica que tanto dar dinero a Marruecos, Senegal o Mauritania para que hagan de tapones como invertir en una red de Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE) en territorio nacional “son parches” que no ayudan a “solucionar, prevenir o abordar transversalmente el desafo de los flujos migratorios”. Y remacha: “Adems, se da la impresin de que la mayor parte de los inmigrantes llegan a Espaa por las costas o las fronteras martimas o terrestres, cuando los datos afirman que la principal puerta de entrada son los aeropuertos“.

Bien que lo saben en Martha’s Vineyard, una isla del estado de Massachusetts frecuentada por escritores, msicos y la flor y nata del Partido Demcrata. Estos das el enclave aparece en los titulares de la prensa estadounidense no por sus encantos tursticos, sino por ser el escenario de un pulso abracadabrante. Hasta all han volado, desde Texas, dos aviones llenos de inmigrantes latinos sufragados por el gobernador de Florida, Ron DeSantis. Su objetivo: desgastar a sus rivales polticos jugando con las esperanzas de una vida mejor de cientos de venezolanos.

Al otro lado del charco, la Justicia britnica ha frenado por ahora los vuelos low human cost a Ruanda. El traslado de los convictos extracomunitarios de Copenhague a Gnjilane, a 50 kilmetros de Pristina, no arrancar hasta 2023. Eso s, ahora los vasos de plstico que usamos en la ltima fiesta de cumpleaos, el microondas que ya no nos sirve para calentar la leche o los restos orgnicos que genera cada da el comedor de la empresa son arrojados en Turqua, Ghana, Rumana o Egipto, nuevos valdemingmez tras el cerrojazo chino.

Puestos a especular sobre el futuro de la externalizacin de servicios por parte de los Estados, esa que segn Gmez aboca a “la globalizacin de la indiferencia frente al sufrimiento”, no parece difcil encontrar hipotticas aplicaciones. “Lo que hacen en Escandinavia o Alemania mandando a sus jubilados al sur y dicindoles que as van a ahorrar en calefaccin ahora que se presenta un invierno difcil es un poco lo mismo, slo que dentro de Europa”, observa Blanca Garcs despus de que el Covid haya cuestionado amargamente el modelo de residencia para la tercera edad. “En el fondo de la cuestin late la idea del desecho. No solo estamos mandando lejos a los indeseables, sino que tambin lo haramos con aquellos que ya no nos son tiles: a la gente mayor. Lo podemos vender como vacaciones, pero se tratara de la externalizacin de los cuidados a zonas mucho ms baratas”.

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