Jueves negro para Macron. Cientos de miles de franceses han salido a las calles en 240 ciudades del país para mostrar su rechazo a la reforma de las pensiones que eleva la edad de jubilación de los 62 a los 64 años por primera vez después de que se haya aprobado por decreto. Aún está pendiente del visto bueno del Consejo Constitucional. En varias urbes se han registrado disturbios y la policía ha recurrido a gases pimienta y lacrimógenos para contener a los radicales. El presidente francés, que estaba en el Consejo Europeo, ha atizado más la ira de los críticos con la reforma al decir que seguirá adelante contra viento y marea en la entrevista televisada la víspera.
Unas 800.000 personas han participado en la protesta en París, según la Confederación General del Trabajo, lo que supone un récord de movilización. La mayoría han marchado de forma pacífica, pero en cabeza han estado unos 250 encapuchados de negro, los black block, a los que la policía trataba de contener con gases lacrimógenos. Hay 5.000 efectivos suplementarios en París este jueves para contener los estallidos violentos. Al menos hay 21 detenidos en la capital.
La sensación generalizada es que las palabras de Macron, dispuesto a sacrificar el apoyo popular para que salga adelante la reforma, han echado gasolina al fuego de la ira popular. «No se dejen intimidar», ha dicho el líder de la Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon. «Es un día de fuerte movilización», han confirmado los líderes sindicales Laurent Berger y Philippe Martínez. «El gobierno contaba con que las protestas irían a menos, pero no es así. La determinación es firme».
Macron explicó el miércoles en televisión que la reforma es necesaria para que Francia pueda seguir disfrutando del estado del bienestar, debido al envejecimiento de la población. Criticó a los violentos y a los que les dan cobertura, que quedan deslegitimados. «Ni facciones ni facciosos», sentenció Macron.
«Frente a la arrogancia, determinación», decía Fabien Villedieu delegado sindical de Sud Rail en BFMTV al principio de la jornada. Es la novena jornada de movilizaciones en Francia contra la reforma de las pensiones pero es la primera vez que los ciudadanos se muestran dispuestos a seguir con las protestas aunque la ley haya sido aprobada por decreto.
Macron instó a la primera ministra, Élizabeth Borne, para que activara el artículo 49.3 de la Constitución y así el proyecto de ley sobre la reforma de las pensiones pudiera aprobarse sin voto en la Asamblea Nacional. Previamente se llegó a un texto de consenso y pasó por el Senado. La oposición respondió con dos mociones de censura contra el gobierno, que superó estos obstáculos. Sin embargo, una de estas mociones cayó por solo nueve votos. Tanto los sindicatos como la oposición aseguró que no se rendían y que seguirían luchando para frenar esta reforma, a la que se oponen siete de cada diez franceses.
En la mayor parte de las ciudades se ha repetido el esquema. Las manifestaciones han sido concurridas y tranquilas, pero han estado encabezadas por los radicales que han levantado barricadas, y prendido fuego a contenedores, y han plantado cara a los antidisturbios, que les han arrojado gases lacrimógenos para disolverlos. En Lyon se han registrado unos 55.000 participantes, muchos de ellos jóvenes, según la intersindical. Fuentes de seguridad hablaban de 22.000 asistentes. En este caso los violentos eran un par de miles. Un grupo bloqueó un túnel al paso de los automovilistas.
En Nantes, los manifestantes han entrado en el tribunal administrativo, donde han destrozado la recepción y han roto ventanas y puertas. Los bomberos han intervenido para apagar un incendio en el interior. Varias tiendas emblemáticas fueron blanco de los manifestantes, que rompieron sus escaparates y saquearon una tienda de telefonía, según ha confirmado un periodista de France Presse.
En Lorient, la manifestación estuvo marcada por unos disturbios sin precedentes, ya que la comisaría de policía de la ciudad y las fuerzas del orden fueron blanco de los manifestantes, en su mayoría jóvenes con el rostro cubierto. «Es inaceptable atacar y dañar la suprefectura y la comisaría de Lorient. Mis pensamientos están con los funcionarios heridos. Estos actos no pueden quedar impunes», ha escrito en Twitter el ministro del Interior, Gerald Darmanin.
En Rennes, según cita Le Monde, tras los enfrentamientos entre jóvenes enmascarados y la policía, han arrojado botes de gas lacrimógeno contra la marcha intersindical. Según un balance provisional, un manifestante resultó herido en una rodilla, tres miembros de las fuerzas del orden han recibido impactos de proyectiles y cuatro personas han sido detenidas. Numerosas ventanas y paradas de autobús han sido objeto de actos de vandalismo. Como en otras ciudades, los violentos se han dispersado por el centro histórico donde han continuado los destrozos.