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¿Engorda beber agua durante las comidas?

Entre todas las ‘leyendas urbanas’ nutricionales, una de las más extendidas es esa que sostiene que beber agua durante las comidas engorda.

¿Qué hay de cierto en ello? María Amaro, especialista en Nutrición, nos lo aclara. “El agua, además de imprescindible, es lo único que no tiene calorías. Por eso, ni engorda, ni tampoco adelgaza. El resto de los alimentos, tanto líquidos como sólidos, sí que las tienen. Por eso, no puede engordar nunca. Da igual que la tomemos antes, durante o después de las comidas“.

Es más, prosigue, beber agua pone coto a nuestra gula porque “si bebemos mucha agua antes o durante la comida, vamos a tener una mayor sensación de saciedad y, por lo tanto, vamos a comer menos”.

Y, además, puede ser uno de los mejores termómetros para calibrar nuestra necesidad real de alimentarnos. “Cuando mis pacientes me cuentan que sienten hambre muchas veces a lo largo del día, les aconsejo que, antes de lanzarse a ‘picar’ algo, prueben a beber un vaso de agua para detectar si realmente tienen esa necesidad física que cubrir o lo suyo solo es apetito”.

En este sentido, subraya, conviene recordar que “el hambre es una necesidad fisiológica mientras que el apetito tiene más que ver con un impulso fuertemente vinculado a las emociones”.

Pero sigamos con lo de beber agua durante las comidas. ¿Es verdad que ‘complica’ las digestiones? Pues parece que no. “Todo lo contrario. Beber agua durante, después de la comida o cuando nos lo pida el cuerpo, además de hidratarnos, ayuda a que los alimentos se descompongan, facilitando el proceso de digestión y de absorción de los nutrientes”.

¿Cuál es su consejo, entonces? “Ir bebiendo agua según vayamos comiendo aunque, claro está, esto va a depender mucho de las costumbres o preferencias de cada uno. Hay gente que únicamente bebe al terminar y otra que lo va haciendo mientras come. Pero lo que está claro es que tiene que ser según lo pida el cuerpo, no según lo ‘mande’ una dieta determinada”.

¿Cuándo es mejor: antes, durante o después? “Yo diría que antes o durante. Porque, aunque es acalórica, debido a esa sensación de saciedad que provoca, va a hacer que el recuento de calorías sea menor (si nuestro objetivo es comer menos, claro está)”.

¿Cuál sería la cantidad ideal de agua que debemos beber? “Para mí, el mejor referente es lo que nos pide el cuerpo. Obviamente, depende de la persona, de sus características, de sus necesidades, de su actividad física o del clima, entre otros factores. También, del tipo de alimentos que estemos comiendo, porque el cuerpo no nos pide tanta agua cuando tomamos algo ligero y fresco, como una ensalada, que cuando optamos por un plato picante o más contundente”.

Amaro también tiene un mensaje para los que esgrimen la cantinela de “no lo entiendo, porque bebo mucha agua, pero no consigo adelgazar“: “Que no tenga calorías no quiere decir que adelgace”. Y nos advierte de que “si bebemos más de la que necesitamos, podemos provocarnos una diuresis excesiva, con lo cual, eliminaremos más iones de lo que deberíamos y, a consecuencia de ello, se puede desencadenar un problema renal”.

¿Cuál sería la manera idónea de beber agua durante el día? “Lo ideal sería arrancar por la mañana bebiendo un vaso de agua nada más levantarnos de la cama. No hace falta que esté especialmente fría. Durante las comidas, lo más aconsejable es beber agua en pequeños sorbos de manera pausada y relajada. Y, a lo largo del día, es recomendable ir bebiendo agua hasta completar una cantidad mínima aproximada de litro y medio y máxima de unos tres”.

Aunque diversas investigaciones avalan el posible efecto benefactor de una copita de vino al día durante la comida o cena -si no existen patologías que desaconsejen su consumo-, esta nutricionista recalca que “el agua tiene que ser siempre la bebida principal en nuestra mesa“. Comer con cerveza, además de que conviene subrayar que el único consumo de alcohol recomendable es cero, no sale gratis. “Además de las calorías que aporta –se estima que una caña tiene entre 75 y 90 calorías, el gas de la cerveza provoca hinchazón que, por otro lado, podría incrementar la sensación de saciedad y hacernos comer menos”.

“Hacerlo con refrescos -continua- no tendría demasiada importancia si se hace de manera puntual. El problema es que, en muchos hogares, es un hábito. En este sentido, me gustaría apuntar que, en un estudio que se realizó en Estados Unidos, se concluyó que, acompañar la comidas ricas en proteínas -como la carne- con este tipo de bebidas azucaradas, reducía la capacidad del cuerpo para asimilar las grasas, propiciando su acumulación e, incluso, favoreciendo la aparición de enfermedades cardiovasculares”.

Más claro, ¡agua!

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