Son veinteañeras pero están condenadas al exilio en sus propios hogares. Fatima Jana, de Herat, y Navida Karim, son dos ejemplos pero hay millares de mujeres como ellas a quienes se les prohibe trabajar, acceder a sus titulaciones, y moverse libremente. Los talibanes, que tomaron el poder en Afganistán en agosto de 2021 tras la atropellada salida de las tropas internacionales comandadas por Estados Unidos, cada vez limitan más las actividades y movimientos de las mujeres. Las consecuencias son nefastas para un país con un 97% de su población en la pobreza. Como dice Fatima Jana, «es imposible construir un país sin mujeres como quieren los talibanes».
Antes de que llegaran los talibanes, había oportunidades para una mujer con estudios como es mi caso… Ahora no me dejan nada más que estar en casa»
fatima jan, licenciada en derecho y políticas de herat
«Antes de que llegaran los talibanes, había oportunidades para una mujer con estudios como es mi caso. He terminado Derecho y Políticas y hablo varios idiomas locales, como pastún y dari, también inglés. También soy deportista: juego al ping-pong. Ahora no me dejan hacer nada más que estar en casa», cuenta Fatima Jana, de 23 años, desde Herat. Está casada y su marido, que se licenció en Económicas, aún no tiene trabajo tampoco, pero confía en encontrarlo. Viven en casa de los padres de ella.
Los talibanes llegaron al poder, después de dos décadas de su derrota frente a la coalición que abanderaba Estados Unidos en 2001, con un mensaje ambiguo que hizo despertar la esperanza de que su gobierno fuera más integrador que en el pasado. Los expertos en la zona, sin embargo, entre ellos el escritor Ahmed Rashid, aseguraban que los que controlaban el poder realmente dentro de los talibanes seguían los mismos preceptos y volverían a imponer restricciones, como está sucediendo.
En marzo pasado las jóvenes vieron cerrado su acceso a las escuelas secundarias. De momento solo las niñas pueden ir al colegio hasta los 12 años. A principio de diciembre el Ministerio de Educación Superior anunció que prohibía a las mujeres estudiar en las Universidades públicas y privadas. Ni siquiera pueden recoger los títulos de los estudios que ya han cursado. En la universidad de Kabul hubo protestas, e incluso algunos hombres se solidarizaron con sus compañeras y salieron de sus clases. Un profesor rompió su título en un programa de televisión.
«Cuando fui a presentar mi tesis, no me dejaron acceder a la Universidad. También lo han prohibido. Pero tampoco puedo trabajar. Después de 16 años formándome, me impiden encontrar un empleo en alguna organización. Quieren que nos quedemos en casa y no hagamos nada más», señala Fatima, quien confiesa que pasa el día leyendo sobre lo que está pasando, pero está pensando en aprovechar el tiempo para mejorar su inglés, ya que no ve otra salida que dejar el país. «No he pensado aún a dónde iré porque no creía que fueran a llegar tan lejos. Estados Unidos sería una opción, o España, donde están mis hermanos».
Fatima señala que en su entorno familiar los varones son solidarios con lo que están sufriendo las mujeres, pero que en Afganistán aún no ocurre como en Irán donde se han lanzado a las calles tanto hombre como mujeres. «Necesitamos que más hombres se unan a nosotras. Solas no podemos».
Prohibido trabajar (salvo excepciones)
A las restricciones de acceso a la educación, se suman las laborales. Solo pueden trabajar en hospitales y como maestras en educación primaria. El Ministerio talibán de Economía ha anunciado esta semana que las mujeres afganas no podrán trabajar en las ONG locales o internacionales. En una carta, justifica esta decisión por el hecho de que se había observado que las empleadas en estas instituciones no respetaban el uso del hijab. Advierte a su vez que cualquier incumplimiento pondrá en peligro la licencia para trabajar en el país de estas organizaciones.
Cuatro de ellas (Save the Children, International Rescue Committee, CARE International y Norwegian Refugee Council) ya han anunciado que no podrán seguir realizando su función sin las mujeres. Muchas de ellas, al perder el empleo, quedan condenadas a la indigencia. Médicos sin Fronteras, que de momento seguirá en Afganistán, señala que «esta nueva directiva no es más que otro intento sistemático de borrar a las mujeres del dominio público en detrimento de todos», según afirma Filipe Ribeiro, representante de MSF en Afganistán.
El responsable de ayuda humanitaria de la ONU, Martin Griffiths, destacaba el miércoles en un comunicado que «al prohibir a las mujeres el trabajo humanitario se está poniendo en riesgo la vida de todos los afganos, ya que algunos programas van a tener que interrumpirse por falta de personal». Según el propio Griffiths, dos tercios de los afganos necesitan ayuda para subsistir y más de 20 millones, es decir, la mitad de la población, padecen hambre severa.
Estas limitaciones a la hora de trabajar ya las han sufrido antes profesionales del mundo del arte o la comunicación, como es el caso de Navida Karim, de 27 años, con un máster en Arte Visual y Performance en la Universidad de Kabul. Estuvo trabajando como artista en el centro Pakniaran hasta que los talibanes impusieron sus restricciones.
Nuestra vida está llena de dificultades porque mis dos hermanas y yo vivimos con mi madre, que trabaja limpiando casas. Nos sentimos como si estuviéramos en la cárcel»
navida karim, artista
«Nuestra vida está llena de dificultades porque mis dos hermanas y yo vivimos con mi madre, que es la única que trabaja limpiando algunas casas. Mi padre murió en enero de 2022. Las tres estamos desempleadas por las prohibiciones. Sus otras dos hermanas también tienen estudios: la mayor en Administración Pública y la pequeña en Derecho y Políticas. Nos sentimos como si estuviéramos en la cárcel», confiesa Navida desde su reclusión doméstica en Kabul. Al principio, Navida participó en las manifestaciones. Los talibanes entraron en su casa y en represalia destrozaron sus obras de arte. «Nuestra moral está por los suelos porque no podemos trabajar, no podemos estudiar, apenas podemos movernos sin llevar hijab y burqa, y contar con compañía masculina de la familia. Afganistán es un infierno para las mujeres», añade la joven artista.
Desde Amnistía Internacional observan cómo la situación de las mujeres en Afganistán se ha deteriorado rápidamente. «Hemos podido confirmar la pérdida de derechos de las mujeres y niñas desde que los talibanes llegaron al poder. Están condenadas al exilio en sus casas. Como decía una joven, es como vivir un Covid eterno. Primero fue la educación secundaria, luego algunas carreras, ahora todas y tampoco dejan que prueben su formación. También sus movimientos están limitados: dependen de un acompañante masculino. Las mujeres están abocadas a la vida dentro de su casas», señala Olatz Cacho, portavoz de Amnistía Internacional España.
En redes sociales hemos visto algunas protestas, pero quienes se atreven se exponen a represalias brutales. «Todos los que se manifiestan son amenazados, detenidos e incluso torturados o sometidos a desaparición forzada. Padecen condiciones de detención inhumana: sin agua, ni comida, hacinados… Enfrentarse a las normas implica riesgos para hombres y mujeres», añade Olatz Cacho.
La comunidad internacional ha de presionar a los talibanes, y desde la ONU y el G-7 se han hecho llamamientos pero el régimen de Kabul ve estas medidas como una toma de posición de fuerza. «Desde Amnistía Internacional pedimos cambios políticos y que la comunidad internacional aplique una estrategia coordinada de presión, aunque vemos que el margen de maniobra es pequeño. Lo que está claro es que no se puede construir un país sin mujeres. Va contra la supervivencia del país. Seguirá saliendo gente y quienes se queden cada vez padecerán peores condiciones de vida».