Llegó a nuestras vidas poco a poco, como si no quisiéramos creérnoslo. La primera noticia llegaba como una misteriosa neumonía que había surgido en China en enero: «Un nuevo virus transmitido de animales a humanos, tras la misteriosa neumonía china», titulaba la noticia de El Independiente. Pronto se extendió por Europa, entrando por Italia. En España, el primer caso importado (un turista en La Gomera que se había infectado en Alemania) se conoció el 31 de enero pero no fue hasta casi un mes más tarde, el 26 de febrero, cuando se confirmó el primer contagio local. Era un hombre de 62 años en Sevilla. A partir de ese momento los casos comenzaron a crecer exponencialmente, el virus estaba más extendido de lo que creíamos. Pasamos de 73 casos el 1 de marzo a 589 una semana más tarde y 5.753 infecciones el día que el Gobierno anunció el confinamiento domiciliario.
Empezaron a acumularse los muertos, nos asustábamos con los primeros casos, pero luego empezamos a manejar cifras de fallecidos equivalentes a varios aviones estrellados. El 30 de marzo de 2020 el pico de muertos alcanzó los 913, los cadáveres se fueron acumulando en las morgues y durante días los muertos fueron difíciles de gestionar.
Para cuando terminó el confinamiento los muertos ya eran una estadística que manejábamos cada día con rutina. Infectados, hospitalizados, en UCI y muertos se convirtieron en categorías de la suerte individual del COVID, la suerte de los países la marcaban la incidencia, los casos por cada 100.000 habitantes. Categorías de datos que las distintas olas de la pandemia llenaban de nuevos números.
Los datos de los muertos a día 3 de mayo, los últimos recabados por la OMS en el momento del anuncio del fin de la emergencia sanitaria por la covid, son 6.921.614 fallecidos en todo el mundo, 120.964 en España según el conteo del Instituto de Salud Carlos III.
Oficialmente han tenido la enfermedad 765.222.932 de personas en todo el mundo y en España 13.845.825 Pero los datos reales son más, la mayoría de la población ha estado en contacto con el Covid, especialmente desde el surgimiento de la variante Omicrón, mucho más transmisible y cuya expansión pilló a España con la vacunación a medias. Esta variante es la predominante desde principios de 2022.