Unas noches son ataques masivos con drones iraníes, los Shahed-136, rebautizados como Geran-2 por los rusos. Otras combinan todo lo que tienen; incluso han usado misiles hipersónicos Kinzhal sobre Kiev, la capital ucraniana cuyos habitantes viven pendientes del sonido de las alarmas antiaéreas y de la aplicación esAlarma desde que comenzó la guerra hace 451 días. En mayo ya van 11 jornadas de intensos bombardeos que han puesto a prueba las defensas antiaéreas que protegen la ciudad. El líder ruso, Vladimir Putin, intenta jugar la baza del aire mientras las conquistas por tierra se hacen cada vez más costosas. Más de diez meses han luchado en Bajmut con decenas de miles de bajas y armamento.
De ahí que el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, haya intensificado su campaña para conseguir aviones de combate F-16 de EEUU y sus aliados. Y lo ha logrado. Mientras tanto, sobre el terreno, a la espera de la contraofensiva ucraniana, el jefe del Grupo Wagner, Yevgheni Prigozhin, se atribuye la toma de Bajmut, cuando las fuerzas ucranianas aseguran que siguen luchando «en algunos reductos en condiciones críticas».
Desde la embestida del 9 de marzo, cuando cayeron al menos 84 misiles en las principales ciudades de Ucrania, no se vivía una campaña tan intensa. Llama la atención la gran efectividad de la defensa antiaérea ucraniana, según informaciones occidentales, cuando los documentos filtrados del Pentágono ya advertían de que las reservas de misiles de defensa aérea de medio alcance se estaban agotando.
Aún así hay quienes ponen en duda, por la dificultad de acceso a fuentes contrastadas, tanta eficacia y subrayan la falta de proporcionalidad entre el coste del ataque y la defensa. El despliegue de dos baterías de Patriot, uno de los más sofisticados sistemas de defensa antiaérea en manos aliadas, está sirviendo para aminorar el impacto de estos bombardeos rusos, centrados ahora en la capital, principalmente. Pero el coste es enorme: un solo misil del sistema Patriot cuesta tres millones de euros.
Rusia lanza los Shahed en masa sobre sitios muy protegidos para gastar la munición del enemigo»
juan chulilla, ceo y cofundador de red team shield
En estos ataques masivos, Rusia recurre a los drones iraníes Shahed-136, con un precio difícil de calcular por no estar en el mercado, pero que expertos del sector estiman entre 50.000 y 70.000 euros. «La industria drónica iraní es de las más creativas e innovadoras. Los Shahed-136 han hecho mucho daño en Ucrania porque son económicos y su mecánica es sencilla. Llaman poco la atención de noche y es peligroso perturbar su rumbo porque revientan donde se estampen. Rusia los lanza en masa sobre sitios muy protegidos para gastar la munición del enemigo. Ahora se usa el sistema antidron VAMPIRE, con un cohete de guía láser y un sistema óptico multiespectral, para detectarlos», indica Juan Chulilla, CEO y cofundador de Red Team Shield.
Los Patriot pueden alcanzar aviones, incluso a gran altura, misiles de crucero y hasta misiles balísticos. Los Kinzhal solo están al alcance de un sistema tan sofisticado y con dificultades. La tesis de algunos expertos es que precisamente Rusia con estos ataques masivos busque dañar los Patriot, como parece que logró parcialmente, y agotar las defensas antiaéreas ucranianas. El martes 16 de mayo Rusia atizó desde varios frentes: desde aviones de combate lanzaron misiles Kinzhal, desde el mar Negro misiles de crucero Kalibr y desde tierra Iskander. A ello suman los drones Shahed-136.
En la zona fronteriza con Rusia y Bielorrusia, Rusia usa cada vez más bombas guiadas. La Fuerza Aérea antes solo recurría esporádicamente pero son más económicas que los misiles, «reducen la posibilidad de bajas y les permite operar fuera del alcance de gran parte de los sistemas de defensa antiaérea», según el Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW). Algunas son más modernas, como las megabombas UPAB-1500B, más caras de producir y usadas por primera vez en marzo pasado, y otras que vienen a ser una versión actualizada de bombas de la época soviética, las FAB con un sistema de control por satélite.
Un equilibrio en riesgo
«La batalla aérea quedó paralizada cuando fracasó el intento ruso de imponer su superioridad al principio de la guerra. Hasta ahora se ha mantenido el equilibrio. Las Fuerzas Armadas ucranianas han logrado proteger sus tropas con las defensas que tenían de la época soviética, y sistemas de corto y medio alcance proporcionados por los aliados, y también las ciudades. El problema es que la saturación de estos ataques, con drones baratos y en cantidades masivas, ha ido reduciendo la munición y el número de misiles. Existe la posibilidad a corto plazo de que se rompa el equilibrio, lo que podría hacer que los aviones recuperaran el protagonismo que no han tenido», explica Félix Arteaga, investigador senior del Real Instituto Elcano.
Existe la posibilidad a corto plazo de que se rompa el equilibrio, lo que podría hacer que los aviones recuperaran el protagonismo que no han tenido»
félix arteaga, real instituo elcano
De la época soviética Ucrania tenía misiles antiaéreos de medio alcance S-300 y Buk M1. Según el Centro de Estudios Internacionales (CSIS, en inglés), han tenido un 80% de éxito contra los misiles de crucero rusos. En este caso empieza a faltar munición. También cuentan con las baterías alemanas IRIS-T, con un 90% de objetivos alcanzados. Y más sofisticado son los NASAMS estadounidenses, que llegan al 100%. Asimismo los ucranianos han recibido los lanzadores HAWK. Hasta ahora España ha enviado seis del Ejército de Tierra.
Ucrania no tiene suficiente defensa antiaérea para cubrir todo su espacio aéreo. Hacen defensa de punto»
francisco gan pampols, teniente general en la reserva
«Ucrania no tiene suficiente defensa antiaérea para cubrir todo el espacio aéreo. Hacen defensa de punto: despliegan sistemas de detección y productores de fuego en zonas como los alrededores de Kiev o una base aérea importante. Por eso, si se ataca Járkov o Leópolis, por ejemplo, hay más posibilidad de acierto», señala Francisco Gan Pampols, teniente general en situación de reserva.
Rusia quiere agotar las reservas de munición de Ucrania, pero también las fuerzas del Kremlin pueden tener problemas debido a las sanciones occidentales, reforzadas en la cumbre del G7 de este fin de semana en Hiroshima. Hay analistas que creen que será crucial para la guerra quién se queda corto de munición en la batalla aérea. De ahí que sea tan relevante que Ucrania siga recibiendo ayuda todo el tiempo que sea necesario.
En este sentido, el Departamento de Estado de EEUU anunció el 9 de mayo un paquete de 1.200 millones de dólares para reforzar las defensas aéreas. Incluye sistemas de defensa antiaérea, munición para lanzadores, misiles y radares. El primer ministro britanico, Rishi Sunak, que recibió en Chequers a Zelenski el fin de semana pasado, anunció el envío de más misiles de defensa antiaérea a Kiev.
El riesgo de que Rusia imponga su superioridad aérea es cada vez mayor: pensemos que Ucrania contaba con 124 aviones de combate antes de la invasión rusa, según el informe IISS Military Balance. Se considera probable que Ucrania haya perdido casi la mitad de estos aparatos. Rusia posee cinco veces más, y son modelos más sofisticados que el MiG-29, con radares de mayor alcance y misiles aire-aire.
«En tipos y número de aparatos Rusia tiene superioridad aérea. Pero no ha sabido hasta ahora hacer una campaña para suprimir las defensas antiaéreas enemigas. Restringe los vuelos a la zona próxima al frente o realiza acciones desde territorio propio con misiles de alcance intermedio. Hay pocos datos de enfrentamientos aire-aire. Recientemente perdió dos aparatos, un Sukoi-31 y un Sukoi-35, y dos helicópteros, pero Ucrania también ha tenido bajas», señala Pampols.
En las primeras fases de la guerra los sistemas antiaéreos portátiles como los Stinger se cobraron un buen número de Su-34 (hasta una veintena de los 160 fabricados) y eso hizo que quedaran apartados de su misión principal, el bombardeo táctico. Pero Rusia está desarrollando nuevas armas como diferentes tipos de bombas guiadas que les permiten lanzar su carga a una distancia segura. Es un bombardero táctico bimotor, biplaza y con un gran radio de acción.
En tipos y número de aparatos Rusia tiene superioridad aérea. Pero no ha sabido hasta ahora hacer una campaña para suprimir las defensas antiaéreas enemigas»
francisco gan pampols, teniente general en la reserva
Objetivo cumplido: los F-16
A medida que aviones como los Su-34 rusos entren en combate, se hará más necesaria la participación de los F-16, que reclama ahora con insistencia el presidente Zelenski. En realidad, son un elemento más de la defensa antiaérea, que ha de aplicarse en varias capas. Si un Su-34 tiene intención de lanzar una bomba, la mejor forma de impedirlo es neutralizar al caza.
“Si se produce una brecha en las defensas antiaéreas, pueden penetrar aviones de combate rusos y por eso les vendría bien contar con aviones multipropósito. Si los aviones rusos encuentran huecos, gozarán de una ventaja operativa que hasta ahora no tenían. Se compensaría con los aviones de combate, pero lleva su tiempo y no es fácil”, indica Félix Arteaga.
Los aliados han puesto reticencias al envío de los F-16, un caza monomotor polivalente, por temor a que se interprete como un paso más en la escalada contra Rusia. Preferían que Polonia y Eslovaquia les hicieran llegar unos 30 MiG-29, pero los ucranianos aseguran que estos modelos no resuelven sus necesidades. De acuerdo con el teniente general Pampols, «Ucrania lo pide para tener capacidad de apoyo aéreo próximo y así actuar sobre las unidades rusas sobre el terreno, más que para tener superioridad aérea».
Zelenski ha sido muy convincente y ha expresado sus argumentos directamente en su gira por Italia, Francia, Alemania y el Reino Unido la semana pasada. Para consumar el plan se ha presentado en el G-7, donde ha conversado con los dirigentes de las siete potencias más industrializadas, entre ellos el presidente Joe Biden, quien ha dado visto bueno a las entregas.
Ya está en marcha la coalición internacional de los aviones de combate, aunque aún no se sabe cuántos se entregarán a Kiev. Reino Unido, Bélgica y Países Bajos se habían mostrado de acuerdo aunque los británicos no tienen F-16. Podrían entrenar a los pilotos ucranianos. Como hay más que aviones, el aprendizaje puede empezar de inmediato. Antes de fin de año podrían estar operativos en Ucrania. La reacción del Kremlin ha sido contundente: lo considera un riesgo «colosal».
Zelenski demanda los F-16 porque son los aviones de combate más usado entre sus aliados. Veinticinco países cuentan con unidades de este aparato de fabricación estadounidense. Desde finales de los 70 se han fabricado 4.600. El problema es que requieren entrenamiento de varias semanas, así como mantenimiento y logística, aunque estas tareas se pueden hacer en Polonia y Rumanía, donde conocen los F-16.
Más complicado es el problema de las pistas: los F-16 necesitan pistas más largas que las ucranianas para despegar. Hay otras opciones como los Gripen suecos pero hay pocas unidades disponibles: 126 y la mayoría en Suecia.
«Contar con aviones de combate occidentales, tendría un efecto disuasorio importante. Ucrania busca evitar que los aviones rusos sobrevuelen impunemente su territorio, porque aumentaría el número de blancos y la sensación de impotencia», añade Arteaga.
Tanto los Leopard como los F-16 tienen un alto valor simbólico. Indican que Estados Unidos y los aliados de Ucrania están dispuestos a seguir ayudando «tanto como sea necesario». Según The New York Times, este giro de guion sobre los F-16 sugiere que «aunque haya un final negociado o un armisticio a la coreana, Ucrania necesitará tener la capacidad de disuadir a una Rusia sancionada y muy encolerizada». Asumen que habrá cierto nivel de conflicto durante años.
El mensaje a Putin es contundente. Y hay que reconocer, como dice The Economist, que de momento las demandas de Kiev han estado justificadas por los hechos. «Si los ucranianos dicen que sin los F-16, los cielos de Ucrania se van a llenar de bombarderos rusos, hay que escucharlos, ya que han sido más certeros que muchos expertos al evaluar la guerra».