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la destrucción del arte como arma política

En una semana Los girasoles de Van Gogh, un cuadro de Monet e incluso una escultura a tamaño real del rey Carlos III. Dos cuadros y una figura de cera sobre los que se ha derramado salsa de tomate, puré de patata y un par de tartas. Dos grandes obras protegidas y una de las esculturas más emblemáticas del museo de cera de Reino Unido atacadas por activistas con las intención de hacer ver que necesitamos un cambio y con la consecuencia de no conseguir ninguno.

Todas estas acciones, estas tres, se engloban en la gran problemática actual: el cambio climático. Los activistas de ‘Just Stop Oil’ pretenden hacer ver que no hay nada más importante, más urgente, que el planeta y, pese a las críticas tras su primera intervención y más tras la segunda, han continuado alegando que sólo así conseguirán abrir telediarios, llegar a ser la conversación de las comidas, hacerse ver algo más aunque todo diga que pierden adeptos con cada tartazo.

«No es la primera acción de este tipo que se ha cometido en las últimas semanas y no sé si vale la pena mucho hablar de esto, porque en el fondo es lo que pretenden, esta publicidad», ha lamentado el director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofia, Miguel Falomir tras la última acción de este colectivo. «Hay formas bastante más inteligentes para defender nobles causas y haciendo las cosas de esta manera se consigue justo lo contrario», ha añadido.

Pero no son los primeros que utilizan las obras de arte para llamar la atención sobre un problema social, no son los primeros que las atacan levantando una bandera. El arte como víctima, su daño como escaparate de un pensamiento, de una necesidad… no es algo nuevo. Decenas de pinturas han sido dañadas a lo largo de los años con diferentes motivos, incluso sin ellos. La guerra de Vietnam, los ataques terroristas del 11S, el ecologismo y, en muchos casos, la locura.

‘Gioconda’, de Leonardo da Vinci

Sin ir más lejos, el pasado mes de mayo, un visitante del Louvre de París lanzó una tarta sobre La Gioconda de Leonardo Da Vinci para hacer una llamada de atención sobre la crisis climática. «Piensen en la Tierra, hay gente que está destruyendo la Tierra. Todos los artistas piensen en la Tierra», gritó el atacante, camuflado con una peluca negra y en silla de ruedas.

El hecho no tuvo consecuencias mayores, ya que la pintura cuenta con un cristal blindado desde hace unas seis décadas. Sin embargo, este no fue el primer ataque que sufría la obra. En 1956, un hombre atacó el cuadro con ácido, dañando su parte inferior; y ese mismo año, la obra del polímata florentino del Renacimiento italiano, volvió a ser atacada por un pintor boliviano que lanzó una piedra contra el óleo. Antes, en 1911, París se convirtió en el escenario del robo que cambiaría -posiblemente- la historia del arte. La Mona Lisa desapareció, a plena luz del día y estuvo oculta durante dos años en un armario.

En 1974, una mujer uso un spray de pintura roja contra la pintura mientras se exponía en el Museo Nacional de Tokyo. Este altercado condujo a los responsables del Louvre a decidir que la obra nunca más saliera del museo parisino, y a proteger el lienzo con un cristal blindado a prueba de balas. Sin embargo, los ataques al ‘tesoro’ Da Vinci no cesan. En agosto de 2009, una turista le lanzó una taza de té.

‘La libertad guiando al pueblo’, de Eugène Delacroix

Antes, en 2013, fue el Museo del Louvre de Lens el que pegó el grito de alarma, una mujer de 28 años había pintando con rotulador en uno de sus cuadros más emblemáticos, La libertad guiando al pueblo, de Eugène Delacroix, sobre las revueltas populares en París de julio de 1830 contra Carlos X. La joven escribió AE911 en la parte de abajo del lienzo, un mensaje que algunos relacionaron con un grupo de Estados Unidos que pedía la reapertura de la investigación de los atentados del 11S.

El Louvre envió corriendo a una restauradora para valorar el daño causado. Tardó tan sólo una hora en devolver el delacroix, que llevaba expuesto tan sólo unos meses, a la normalidad aunque el susto fue mayúsculo.

‘Guernica’ y ‘Mujer en sofá rojo’ de Picasso

A Pablo Picasso el vandalismo le ha tocado en varias ocasiones. La primera con su cuadro más político, El Guernica, que en 1974 fue pintado con aerosol cuando se encontraba expuesto en el MoMa.

Fue un hombre de 30 años que escribió ‘Kill all lies’ en letras rojas, tras lo que fue agarrada rápidamente por los guardias de seguridad del museo. Según se publicó días más tarde en el New York Times, cuando le sujetaron empezó a gritar que era un artista y que por favor llamaran al comisario para que viese su obra.

‘Portada del ‘Daily News’.

No mentía, se trataba del iraní Tony Shafrazi y escribió aquella frase en protesta por el perdón que Nixon, entonces presidente de EEUU, había concedido al responsable de la muerte de 500 personas en Vietnam, William Calley. 

El MoMa no presentó cargos y Shafrazi comenzó una carrera meteórica en el mundo del arte, convirtiéndose primero en asesor del Shah de Irán y después en director del Museo de Arte Contemporáneo de Teherán. Ahora, es uno de los marchantes de arte más importantes y sigue validando aquel acto de juventud. 

No ha sido el único ‘picasso’ vandalizado, casi cuatro décadas después de este incidente en el MoMa, Mujer en sofá rojo sufrió igual que el Guernica. También con spray, un artista de 24 años de origen mexicano, Uriel Landeros, escribió la palabra ‘Conquista’ sobre le lienzo.

El joven no corrió la misma buena suerte que Shafrazi, sino que la Colección Menil de Houston denunció lo ocurrido y Landeros fue condenado a dos años de prisión. “Fue sólo una declaración artística, como lo son la mayoría de los graffiti”, alegó.

La obra tardó varios meses en ser restaurada y la institución valoró el daño en aproximadamente 100.000 dólares que también le pidió a Landeros como indemnización.

‘La Ronda de noche’, de Rembrandt

Conocida originalmente como La compañía militar del capitán Frans Bannick Cocq y el teniente Willem van Ruytenburgh, la célebre Ronda de noche de Rembrandt es una de las obras que más ataques ha sufrido a lo largo de su historia: hasta tres. El primero fue en 1911, cuando un antiguo cocinero de la marina le asestó varios cortes que, aunque fueron poco profundos, rasgaron el barniz de la obra. Después, en 1975, la obra volvió a ser atacada por la misma vía repetidas veces, aunque por un profesor que sufría trastornos mentales y aseguró que Jesús lo había forzado a hacerlo. El profesor fue enviando a un hospital psiquiátrico y la obra, que el neerlandés pintó entre 1639 y 1642, se restauró. Sin embargo, las marcas de la costura todavía se pueden apreciar.

El último ataque que ha sufrido el lienzo, ubicado actualmente en el museo Rijksmuseum de Ámsterdam, fue en 1990, cuando un paciente de un centro psiquiátrico se escapó y regó la pintura con ácido sulfúrico. Pero, además, la obra de Rembrant sufrió otro revés al ser trasladado desde su ubicación original, en el Kloveniersdoelen de Ámsterdam, al Ayuntamiento en la plaza Dam. Y es que como no encajaba en la pared del consistorio, le recortaron parte del lateral izquierdo y superior, lo que supuso la pérdida de tres personajes que estaban en el original, y cuya copia se conserva en la National Gallery de Londres.

También de Rembrandt, Danae, en el Museo Hermitage de San Petersburgo, fue atacado en 1985 por un visitante lituano que le hizo cortes en la parte central y arrojo ácido sulfúrico como parte de una protesta contra la política de la Unión Soviética. Los trabajos de restauración de la obra duraron más de una década, y el cuadro no regresó a la pinacoteca hasta 1997, siendo entonces protegida con un vidrio blindado.

‘Los girasoles’ de Van Gogh

El pasado 15 de octubre dos jóvenes de la coalición ‘Just Stop Oil’ arrojaron sopa de tomado sobre la pintura Los Girasoles de Vicent Van Gogh, en la Galería Nacional de Londres. Lo hicieron al grito de «¿Qué vale más? ¿El arte o la vida?», para protestar contra la explotación de yacimientos de combustibles fósiles en el Reino Unido. «¿Estáis más preocupados por la protección de una pintura que por la del planeta?», ha añadido, en un vídeo difundido por el grupo Just Stop Oil. La Policía ha explicado en Twitter que varios agentes llegaron «rápidamente» al lugar y procedieron a la detención de las dos activistas que han manchado el cuadro, «por daños y violación de la propiedad».

La Policía explicó a través de sus redes sociales que varios agentes llegaron «rápidamente» al lugar y procedieron a la detención de las dos activistas «por daños y violación de la propiedad». En este sentido, la National Gallery aclaró que «la pintura no ha sufrido daños», aunque no así el marco, que presenta algunos «menores».

La obra, pintada en 1888, es una de las siete representaciones de girasoles que Van Gogh pintó a finales del siglo XIX para decorar su casa en Arles antes de una visita de su amigo Paul Gauguin.

‘Venus del espejo’, de Velázquez

En 1914, la Venus del espejo sufrió siete cuchilladas en la National Gallery de Londres por parte de la sufragista Mary Richardson  (1889-1961), causando daño sobre todo a la zona de la espalda y los hombros de la Venus. Richardson lo hizo en un arrebato por la detención de su la también sufragista Emmeline Pankhurst el día anterior. «He tratado de destruir la imagen de la mujer más bella en la historia mitológica como protesta contra el Gobierno de la destrucción de la señora Pankhurst, que es el personaje más bello de la historia moderna”, declaro Richardson en una entrevista a la Women’s Social and Political Union (Unión Política y Social de las Mujeres).

«El primer golpe con mi hacha rompió el cristal protector. Pero, por supuesto hizo algo más que eso, hizo que el detective del museo se levantará de su silla con el periódico aún en su mano y rodeará su lujoso asiento de terciopelo rojo mirando a la cúpula de cristal que acaba de ser reparada. El ruido del cristal también llamó la atención del guarda que en sus frenéticos intentos por alcanzarme resbaló en el pulido suelo y cayó de cara, por lo que tuve un tiempo extra para asestarle cuatro cuchilladas más antes de ser atacada».

Mary fue condenada a seis meses de prisión, y la obra logró repararse por el  restaurador jefe de la National Gallery Helmut Ruhemann.

‘La Virgen y el Niño con Santa Ana y San Juan Bautista’, de Leonardo da Vinci

Sin salir de la National Gallery, en 1962 el cuadro La Virgen y el Niño con Sana Ana y San Juan Bautista, fue atacado con pintura roja por un pintor alemán considerado demente. Pero no es el único atentado que ha sufrido la obra del artista italiano. Más tarde, en 1987, el lienzo recibió un disparo de un hombre identificado como Robert Cambridge, a modo de protesta por la situación política y económica del Reino Unido. Las autoridades del museo informaron de que la obra había sufrido «daños relativamente pequeños» en la ropa de la Virgen, aproximadamente en un área de 15 centímetros.

‘La piedad’, de Miguel Ángel

«Yo soy Jesucristo y he regresado de la muerte», gritó Laszlo Todt el 21 de mayo de 1972 al sacar un martillo de geólogo y empezar a golpear La piedad de Miguel Ángel. Iba vestido con un esmoquin negro y una camisa roja y entró en la Basílica del Vaticano con la clara intención de acabar con la obra y casi lo consigue. Acabó con la nariz, varios dedos de la mano izquierda y uno de los parpados de la Virgen antes de la seguridad del museo pudiese detenerle. Fue arrestado, condenado y devuelto a Hungría, su país de origen, tras el suceso.

La piedad tardó casi un año en volver a ser expuesta. Gracias a la recuperación de las partes rotas, a una resina brasileña que hizo el resto y un cristal blindado que no dejaría de acompañarla desde entonces. A Todt lo consideraron un perturbado mental y no encontraron motivos ni políticos ni personales contra la obra.

‘Fontaine’, de Marcel Duchamp

Otra escultura agredida a lo largo de su historia ha sido Fontaine, en el Centro Pompidou de París, de Marcel Duchamp, que realizó en 1917. El urinario de porcelana resultó ligeramente descascarillado en 2006 después de que el también artista Pierre Pinoncelli, lo golpeara con un martillo en el marco de la gran retrospectiva Dadá. Pinoncelli sostuvo que el ataque fue «una obra de arte perfomance» que «probablemente» hubiera sido del agrado de los artistas del movimiento vanguardista de principios del siglo 20, y ofreció un orinal que había comprado por cien euros para reponer el original, valuado en cerca de 2.800.000 euros. El Centro Pompidou lo rechazó.

Pero esta no era la primera vez que una obra de Duchamp era atacada y, además, por el mismo hombre. El 25 de agosto de 1993 Pierre intervino una de las ocho copias del original que había en ese momento en el Museo de Arte Contemporáneo Le Carré d’Art. Se orinó en él y lo golpeo tres veces con un martillo. Por la acción fue condenado a pagar en francos el equivalente a 43.000 euros, pero alegó haberse encontrado con Duchamp en Nueva York en 1967 y que éste le había dicho que su orinal «había perdido la esencia, que había que utilizarlo».

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