La Sanidad ha llegado como un otoño de esparadrapo que cae sobre los tréboles, ha llegado astronómicamente o incluso mágicamente, llenándolo todo de mantas, charcos, estornudos y gorrioncillos de gente por la calle. Me refiero a que médicos faltan siempre, los análisis tardan siempre, y la señora de la cola tarda siempre, la que más, mientras busca y enseña su radiografía con penumbra de bodegón, más como una herencia que como una prueba diagnóstica, más como la foto de un abuelo que como la foto de boda de su esqueleto, que es lo que parecen todas las radiografías. Todo esto ya pasaba, decía, y nadie salía a la calle por la Sanidad como por una nevada o por un año nuevo chino, con tambores y dragones, con patines y pompones. Pero ahora la Sanidad ha llegado (antes sólo estaba en la fresquera de los cielos y en el baúl de los partidos políticos), y sentimos la enfermedad súbitamente, como el frío, y sentimos el pulso en la sien, como el sol apostado tras las esquinas, y sentimos la sangre en la garganta, como fruta de temporada. La Sanidad ha llegado y lo mismo la ha traído una paloma enfermiza o la ha traído Ayuso como una castañera de hermosas manos frías.
entrada anterior
Notas relacionadas
Cargando....