Por historia y, ahora por la complicidad de sus máximos líderes, Rusia y Bielorrusia comparten deriva bélica y probablemente destino político. Una época oscura a la que el activista y abogado bielorruso Ales Bialiatski, flamante premio Nobel de la Paz, asiste desde una cárcel, su castigo desde hace quince meses. Privado de poder siquiera agradecer el galardón, compartido con otras dos organizaciones rusa y ucraniana, ni acudir a Oslo a recogerlo el próximo diciembre.
“Resulta muy triste que no lo pueda compartir personalmente con nosotros. Ni siquiera podemos felicitarle personalmente”, comenta en declaraciones a El Independiente Natalia Sacunkievich, una de las responsables que desde el exilio mantiene la actividad de Viasna, el centro de derechos humanos del que Bialiatski es fundador y presidente desde 1996. “Es un premio increíble y solo podemos sentir felicidad y orgullo. Es la máxima distinción que se puede recibir en el mundo entre quienes trabajan en el campo de los derechos humanos”, arguye.
A sus 60 años, Bialiatski es un viejo conocido, un histórico de las libertades en Bielorrusia. Fue vicepresidente de la Federación Internacional de Derechos Humanos y hasta la semana pasada había sido galardonado con el Premio a la Libertad Andrei Sájarov y otros galardones internacionales de derechos humanos como el Right Livelihood, conocido como el «Nobel alternativo».
Había sido nominado hasta en seis ocasiones para el Nobel de la Paz. Dirige una organización que presta apoyo a los manifestantes encarcelados y a sus familias, documentando el uso de la tortura contra los presos políticos por parte de las autoridades bielorrusas. «Creo que Bialiatski ya sabe que le han concedido el Nobel. No sé muy bien lo que diría. Debe estar feliz por sentir ese apoyo procedente de todo el mundo. Él siempre ha considerado que es muy importante esta solidaridad y apoyo porque ayuda a mantener la atención sobre la situación de los derechos humanos en Bielorrusia».
Bialiatski, que se halla entre rejas sin juicio desde julio de 2021, es la cuarta persona que recibe el Nobel de la Paz estando en prisión
Hoy es uno de los rostros de la brutal represión que ha impuesto Alexander Lukashenko, el autócrata que gobierna con puño de hierro el país desde 1994 y que es un estrecho aliado de Vladímir Putin y sus aspiraciones. Moscú ha usado el territorio de Bielorrusia para lanzar ataques con misiles contra Ucrania y ha recibido tropas terrestres y armamento ruso desde el comienzo de la invasión.
Según las organizaciones de derechos humanos, existen actualmente 1.350 presos políticos en el país. Bialiatski, que se halla entre rejas sin juicio, es la cuarta persona que recibe el galardón estando en prisión a lo largo de la historia del premio. La noticia de su galardón ha sido ignorada por la prensa local, en una cruda muestra de las mordazas que sufre el país. Se desconoce, además, su estado de salud.
“La situación de los derechos humanos en Bielorrusia es cada vez peor”, denuncia Sacunkievich, convertida en la portavoz del activista encarcelado. “Asistimos cada día a lo profunda que es esta crisis social y política. Y las autoridades no dejan de reprimir a la gente, pero al mismo tiempo la sociedad sigue ejerciendo sus derechos y exigen a las autoridades que les respeten”, explica la joven. «Por razones de seguridad los defensores de derechos humanos y los voluntarios de Viasna se hallan fuera del país. Seis miembros de nuestra organización están encarcelados y no es la primera vez que sucede».
Un icono de la lucha por la democracia
A juicio de la comisión noruega que le concedió el Nobel de la Paz, Bialiatski fue uno de los pioneros del movimiento democrático que emergió en Bielorrusia a mediados de la década de 1980. «Ha dedicado su vida a promover la democracia y el desarrollo pacífico en su país de origen», indicó la organización. “A través de sus constantes esfuerzos en favor de los valores humanistas, el antimilitarismo y los principios del derecho, los galardonados de este año han revitalizado y honrado la visión de Alfred Nobel de la paz y la fraternidad entre las naciones, una visión muy necesaria en el mundo actual”, subrayó el comité, que instó a las autoridades a su liberación para “que pueda venir a Oslo y aceptar el premio en persona”.
El Premio Nobel de la Paz, dotado con 10 millones de coronas suecas, unos 900.000 dólares, se entregará en Oslo el 10 de diciembre, aniversario de la muerte del industrial sueco Alfred Nobel, que fundó los premios en su testamento de 1895.
Como representantes de la sociedad civil democrática bielorrusa vamos a hacer siempre todo lo que podamos para detener la guerra
Bialiatski, que pasó tres años entre rejas en 2011 por una evasión de impuestos que él niega, comparte el reconocimiento con el ruso Centro para la Defensa de los Derechos Humanos Memorial y la organización ucraniana Centro para las Libertades Civiles. Un mensaje a tres contra la intervención a gran escala rusia en Ucrania, iniciada el pasado febrero, y que es ya el mayor conflicto en suelo europeo desde la II Guerra Mundial, con miles de muertos y millones de desplazados y refugiados.
El activista bielorruso fue detenido en julio del año pasado. Las fuerzas de seguridad bielorrusas llevaron a cabo una redada en oficinas y domicilios de abogados y activistas de los derechos humanos, en el marco de una nueva ofensiva contra los opositores a Lukashenko tras las masivas protestas callejeras que desataron las denuncias de fraude electoral.
Deterioro social
“Los bielorrusos están siendo reprimidos porque, además, Bielorrusia está involucrada en la guerra contra Ucrania desde su propio territorio. Ucrania es atacada. Es algo que nos produce una gran tristeza”, comenta Sacunkievich. “Por eso queremos mostrar nuestra solidaridad con el pueblo ucraniano y mi apoyo personal y el de Centro de Derechos Humanos Viasna. Como representantes de la sociedad civil democrática bielorrusa vamos a hacer siempre todo lo que podamos para detener la guerra y también ayudar a la gente que está sufriendo”, relata quien proporciona asistencia jurídica a las víctimas de la represión.
“El nuestro es un lugar donde las víctimas de violaciones de los derechos humanos acuden cada día y las ayudamos. Trabajo con las familias de los presos políticos”, explica Sacunkievich, miembro de la junta interina de Viasna, que mantiene su labor a pesar del continuo hostigamiento de las autoridades locales. “Estoy muy orgullosa de trabajar en este centro, rodeada de personas que durante muchos años han hecho todo lo posible por la democracia y los derechos humanos en Bielorrusia”.
Espero que el destino de Bielorrusia sea único, independiente del de Rusia
“Espero que el destino de Bielorrusia sea único, independiente del de Rusia”, señala Sacunkievich. “Y espero poder regresar a casa dentro de muy poco tiempo y ver cómo en Bielorrusia se respetan los derechos humanos”, indica quien confía en que Bialiatski pueda también ser testigo de los cambios, si es que realmente se terminan produciendo.
“Hay que reconstruir el sistema de derechos humanos en Bielorrusia. Nuestro país debe ser independiente de todos los demás países, pero siempre en cooperación con otros, porque existe una gran fuerza en la cooperación y la solidaridad con otros países”, subraya. Poco antes de ser detenido, Bialiatski escribió en su perfil de Facebook: “Las autoridades bielorrusas actúan como un régimen de ocupación. Cientos de miles de manifestantes en toda Bielorrusia, y cientos de ellos detenidos”.