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Las confesiones ms salvajes de Kendrick Lamar, el mesas del rap: “Tena que sacar toda la mierda fuera”

Es cierto que todo el pblico ya estaba de pie dando gritos antes de que empezara el concierto: la excitacin manaba como lava desde las partes ms altas de la grada, se deslizaba entre la gran cortina de mviles encendidos y formaba un gran ocano de magma hirviente en la pista del palacio de deportes, donde miles de chavales recibieron las primeras canciones dando saltos con los brazos en alto y chocando unos contra otros como si fueran un solo cuerpo.

Empieza a hacer un calor tremendo y Kendrick Lamar va devorando las letras de manera vertiginosa. Rapea con una fuerza incandescente, pero sobre todo rapea sin descanso, sin flaquear una vez ni ceder un metro, de un modo implacable. Mantendr el nivel mximo de intensidad hasta el ltimo segundo del concierto, cuando de pronto desaparezca con su piano bajo el escenario con la misma brusquedad con la que se va a sacudir todo el show.

El escenario se extiende en una larga pasarela blanca que llega hasta ms de la mitad de la pista. Sobre ella no hay ms que este hombre vestido de cuero negro de Louis Vuitton, un traje diseado por su amigo Virgil Abloh, el malogrado modisto fallecido hace 11 meses. Con esa pinta parece un militar sin ejrcito, o un ejrcito de un solo hombre, si se atiende a los mltiples personajes y puntos de vista que adopta. En cualquier caso, el ltimo de un pelotn de renegados, de incomprendidos, de perfectos tarados.

No hay msicos, ni DJ, ni cantantes de apoyo, solo un cuerpo de 11 bailarines que aparecen ocasionalmente. La msica es dura y est afilada, y suena como debe: muy alta. Es un espectculo y es un monlogo, lo que en teatro llaman un ‘tour de force’ de todos los Kendrick que caben en este hombre que por dentro es tambin un cristal roto, un hombre que intenta pegar sus pedazos con la ayuda de canciones sangrantes.

Toda esa adrenalina concentrada como dinamita la lleva provocando desde junio Kendrick Lamar con la gira que est ofreciendo por EEUU y Europa y que ya supera 60 conciertos. Una gira que es un aquelarre. Sus conciertos contienen tantos momentos memorables que crticos como Chris Kelly del Washington Post han afirmado que con ellos est “reescribiendo las reglas del espectculo de rap”.

Kendrick Lamar durante su concierto en Par
Kendrick Lamar durante su concierto en Pars.MUNDO

El sbado por la noche, el mismo da en que su glorioso disco ‘Good Kid, M.A.A.D City’ cumpla 10 aos, ofreci su segundo concierto en el Accor Arena de Pars, donde algo ms de 20.000 personas entraron en trance colectivo. Adems, millones de espectadores pudieron seguir la emisin en directo que ofreci Amazon Music a travs de Prime Video y de su cuenta de Twitch, con un gran despliegue de cmaras (19) y tcnicos (109). El show, sin embargo, tiene poco de concierto de TikTok: es un espectculo exigente, ambicioso y spero como el propio disco que Kendrick Lamar ha publicado este ao, ‘Mr. Morale and the Big Steppers’, que contiene la msica ms vanguardista de su trayectoria y que ha sido aplaudido como uno de los ms destacados del ao.

En el lbum, el quinto de su polidrica carrera, se muestra sobrepasado, paranoico e inseguro. El mesas del rap, tan fiel a la fe cristiana que se ha bautizado dos veces, asume las letras del disco como las confesiones de una terapia salvaje de psicoanlisis. Lo juzga todo, empezando por s mismo, y sin piedad: considerado en el pasado un paradigma de la rectitud tica, encara debilidades, frustraciones y traumas en un largusimo y complejo ciclo de canciones que se disfruta tanto como se sufre y que no toma ningn atajo, sino que elige siempre el camino de la experimentacin. Un disco sobre juzgar moralmente no puede ser ms definitorio de 2022.

Kendrick Lamar con una corona de espinas.
Kendrick Lamar con una corona de espinas.

Pero si la materia prima del disco es la inseguridad y la debilidad, en directo Kendrick Lamar se muestra como un coloso que hubiera sobrevivido a una odisea de dolor y dudas. Va acorazado y parece indestructible. El disco es una respuesta al escrutinio pblico, la fama, el postureo, la dictadura de la imagen y su posicin como faro moral, pero el directo funciona como una declaracin de intenciones, como una gran afirmacin categrica.

Debe recordarse que el rapero de Los ngeles, una de las estrellas ms enigmticas del rap y su mayor icono en la ltima dcada, se ha terminado convirtiendo en el anti Kanye West. Es humilde y discreto, un devoto de la creacin artstica y de la conciencia social que tras ganar el premio Pulitzer en 2018 por su anterior disco, el muy exitoso ‘Damn’, y de sumar 14 premios Grammy, se retir sin decir hasta luego. Mientras era padre de un nio y una nia permaneci tan apartado de todo que ha confesado que durante esos aos pas largas etapas sin mvil. De las redes sociales ni hablamos.

Con la fama como calvario y la paternidad como catarsis, se sent en el divn y vomit el sinfn de verdades que formaran su nuevo disco. “Tena que ser lo ms bruto y sincero posible para poder sentirme liberado”, confiesa a ‘W Magazine’ en una de las pocas entrevistas que ha concedido, en la que habla de la necesidad de “sacar toda la mierda fuera”.

En el concierto Kendrick Lamar se llega a sentar en un silln como si estuviera en el divn de la psiquiatra, cuya voz en off fue grabada por la actriz Helen Mirren. La msica a menudo suena entrecortada y nerviosa, contaminada de la ansiedad de las letras, pero su actitud es de tal podero que parece cualquier cosa menos un hombre que duda de s mismo. Rapea con la potencia de una moto trucada, hace ruido, da gritos, acelera en las curvas: va desatado. Y mientras tanto todo el mundo salta como si pisara brasas, como si se hubiera activado un resorte diablico junto a las luces estroboscpicas. Todo el recinto borboteando por la excitacin que transmite esta msica mutante y desbocada.

Al principio del espectculo, Kendrick Lamar maneja un mueco de ventrlocuo, luego aparece la imagen de una marioneta en las pantallas, y durante el show se proyectarn varias veces las sombras del msico como imgenes en negativo, mientras sobre el escenario siempre le persigue la luz de los focos blancos como dedos acusadores. “Una mscara no esconder quin eres por dentro”, se puede leer en las pantallas en la recta final, cuando ya haya mostrado todos los Kendrick en l contenidos. Entonces, encerrado en una caja transparente, se eleva ocho o diez metros en el centro del recinto mientras los graves resuenan como un corazn corriendo. l es el ncleo de todo, l solo encerrado en esa jaula de escrutinio y juicio pblico, rapeando como un demente.

No es un show fcil ni complaciente, y desde luego es lo contrario del clsico concierto de rap, pero es una autntica salvajada, es un juicio pblico en el que es acusado, abogado, fiscal y juez, un combate de boxeo en el que l es los dos pgiles. Es algo nuevo y es algo diferente, y aunque eso no sea necesariamente bueno, en sus manos suena formidable.

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