Frédéric Boisard y Rosen Hicher imparten talleres en Francia con los que la ley castiga a los clientes de prostitución desde 2016. Si la Policía descubre que un hombre ha contratado los servicios de una prostituta, la ley francesa de 2016 contempla castigarle con una multa de 1.500 euros, 3.700 en caso de que reincidan, situación en la que los puteros pasan a tener antecedentes penales.
La norma fue muy polémica en su momento porque se pasó de multar a las prostitutas que buscaban a sus clientes en las calles a quienes pagaban por tener sexo con ellas, al estilo de las normas que ya estaban en vigor en Suecia, Islandia, Noruega y que aquí en España el PSOE propone copiar. En este asunto, seguramente tenga que contar con el apoyo del Partido Popular para sacar adelante la ley de prohibición del proxenetismo que ya se encuentra en trámite de enmiendas puesto que sus socios de gobierno de Unidas Podemos no apoyan las sanciones económicas a los clientes de prostitución, que consideran punitivismo. El partido morado distingue entre prostitución coactiva y no coactiva en relación con el consentimiento de la prostituta y que los castigos deberían estar relacionados con este concepto. Pero, para el PSOE, la prostitución es explotación en todo caso. Se trata de otra de las batallas entre los ministerios de Igualdad y Justicia.
La ley francesa, que fue una promesa de François Hollande, salió adelante a pesar de que distintas asociaciones y trabajadoras sexuales se opusieron a su puesta en marcha. Consideraron que empeoraba las condiciones de las prostitutas que tendrían que desempeñar su trabajo de un modo más clandestino y desprotegido. En 2019 fue avalada por el Consejo Constitucional. Según establece la norma, el fiscal decide si, además de la multa, o para sustituirla, los puteros deben hacer un taller educativo con un coste de entre 150 y 300 euros que pagan ellos mismos.
Frédéric es miembro de la Fondation Scelles contra la trata de personas y la explotación sexual y responsable de impartir los mencionados talleres a los clientes de prostitución. Rosen, por su parte, ejerció la prostitución en París y otras provincias francesas durante un tercio de su vida. Ahora, a los 67 años de edad y después de 13 años de activismo abolicionista, colabora en los cursos estatales de educación a los prostituidores contando su propia experiencia para «deconstruir las ideas preconcebidas que tienen sobre las víctimas y sobre las supuestas decisiones de actividad voluntaria», según explica la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres que la tarde de este martes organizó una charla de ambos en Madrid. Unas horas antes, atendieron a El Independiente en la sede de dicha asociación.
Pregunta: Rosen, ¿con qué edad comenzó en la prostitución? ¿Vivió situaciones de violencia?
Rosen: Empecé con 32 años, pero antes estuve 15 años casada con un señor que me maltrataba psicológicamente, físicamente, que comprobaba todas las noches que no me hubiera acostado con otra persona y estaba en un movimiento de proxenetas que se dedicaba a captar a chicas para prostituirlas. Estuve 22 años en la prostitución y no hubo un solo día que no sufriera violencia. Para mí cada encuentro con un cliente era violencia porque suponía hacer cosas que no quería hacer. Además esa violencia del día a día, sufrí amenazas, amenazas con pistola, puñetazos, todo tipo de agresiones físicas y psicológicas durante esos 22 años.
Cuando conseguí abandonar la prostitución, una noche me desperté asfixiándome. Me explicaron que se trata de un ‘shock’ que sufren las personas que han pasado por un atentado
Pregunta: ¿Cuándo consiguió abandonar la prostitución? En ese momento, ¿cuál era su estado emocional?
Rosen: Muy malo. A nivel de salud me sentía muy mal tanto psicológica como físicamente. Cada vez bebía más para aguantarlo. Sólo podía dormir, había días que me los pasaba durmiendo porque no tenía fuerzas. Un día me desperté a mediodía asfixiándome. Tenía la garganta muy muy seca y tuve que ir a por agua. Me explicaron que se trata de un shock que a veces sufren las personas que han pasado por un atentado, que se encuentran en tan mal estado físico y psíquico que reaccionan así. Para mí eso fue un declive. Me di cuenta de que no podía seguir así. Necesité mucho tiempo para recuperarme tanto física como psicológicamente. Después de eso me comprometí con el movimiento abolicionista para intentar que otras mujeres no pasaran por ello.
Pregunta: A día de hoy, ¿podría decir que se ha recuperado como mujer?
Rosen: Cuando estoy en casa, con mi familia, con mi vida normal, me encuentro estable, bien, después de los años que han pasado. Pero cuando tengo que hablar sobre ello, dar conferencias, los talleres a prostituidores, todo me vuelve. Ahí me encuentro mal, físicamente mal, no paro de beber agua porque es un síntoma que me da cuando no me encuentro bien y me remueve hablar de ello.
Pregunta: ¿Cree que los estados democráticos europeos conseguirán abolir la prostitución?
Rosen: Creo que más que los estados serán los movimientos de las mujeres y hombres que trabajan por ello, las chicas que han conseguido salir de la prostitución jóvenes. Ahora entran de manera distinta, a través de las nuevas tecnologías. Eso también influye y se nota en la actitud de los puteros, puesto que consumen más pornografía y lo que piden es más violento. Lo empecé a ver cuando ejercía, que empezaron a pedir cosas diferentes, pero ahora lo están sufriendo más las jóvenes. Ellas son quienes tienen que empujar para salir y que la sociedad les apoye.
Frédéric: Mucha gente dice que la prostitución nunca se va a abolir, que es algo muy difícil. Y las violaciones, y la esclavitud, y los asesinatos…pero eso no quita que la ley trate de evitarlo y sobre todo que se proteja a las víctimas.
Pregunta: En los talleres, cuando comenzáis a hablar con ellos, ¿piensa el putero que las mujeres son de su propiedad?
Frédéric: Creo que sí porque normalmente hacen una distinción entre mujeres, hombres y mujeres prostituidas, como si fueran estatus distintos de vida. Nosotros les hacemos entender que es un momento puntual de la vida de esa mujer, que no es que sean diferentes al resto de las personas. Lo que les decimos es que son hijas de alguien, mujeres de alguien, hermanas de alguien y este argumento suele tocar más a los padres de familia, que son muchos. El 60% de los hombres que van a estos talleres están casados o en pareja. El 70% son padres de familia. Cuando les decimos que podría ser su mujer o su hija es cuando les toca más, cuando empatizan, porque ven que su hija podría estar ahí.
Los puteros reconocen que saben que esas mujeres no están bien, que tienen un problema económico, familiar o han sufrido violencia. Como excusa, dicen que les ayudan. Pero si ayudas a alguien no esperas un acto sexual a cambio
Pregunta: ¿En los talleres también trabajáis con el sentimiento de la mujer en situación de prostitución?
Rosen: Les explicamos la disociación que las mujeres hacen para poder aguantar, porque normalmente se salen de su cuerpo para soportar todo lo que viven con los prostituidores. Además, les explicamos que lo más común es que para hacerlo recurran a drogas y alcohol porque el cuerpo, por mucho que le digas que continúe por el dinero o las amenazas del proxeneta, se cierra como método de defensa. También hay una psicóloga que les explica las consecuencias que tiene para las mujeres y yo misma, mi experiencia propia. Ahí es cuando suelen reaccionar y entender que lo que hacen es perpetuar la situación de esas mujeres. Reconocen que saben que esas mujeres no están bien, que tienen un problema económico, familiar o que han sufrido violencia. Como excusa, dicen que les ayudan. Pero si ayudas a alguien no esperas nada a cambio, no esperas un acto sexual.
Frédéric: Uno de los objetivos principales de estos cursos era hacer existir a las mujeres prostituidas frente al putero. Que ellos conozcan la realidad de esas mujeres. Que vean que no son la ficción que se montan cuando van allí. Porque al final las despersonalizan completamente.
Rosen: Muchas de ellas acaban teniendo TOC y adicciones de alcohol y drogas, discapacidad, muchas mueren muy jóvenes. Es muy difícil sacarlas de allí. Conocí a una joven francesa cuyo proxeneta se llevó a su hijo a Vietnam para tenerla completamente controlada. Ella decía que necesitaba cerrar la puerta de su casa 15 o 20 veces, que tenía un TOC por esos miedos. De cara al público, suelen aparentar estar bien. Lucen una sonrisa que llamo amarilla porque es como una sonrisa falsa. Se muestran así como mecanismo de defensa pero cuando llegan a casa, cuando están solas, se derrumban.
Pregunta: ¿Funciona sancionar a los clientes de prostitución para abolirla?
Frédéric: Obviamente la sanción económica es útil y necesaria, aunque insuficiente. Es una multa muy baja, incluso los propios puteros lo han reconocido en los talleres, que es simbólica. Costó mucho esta parte de la penalización porque los hombres políticos no querían que se penalizara y las mujeres del Gobierno fueron las que empujaron. Si no hay una sanción, no se responsabiliza a nadie. Es muy necesario y debería haber más multas. El tema de la cárcel debería valorarse según los casos. Ahora mismo si se consume prostitución y la prostituta es menor, la pena para el putero es de hasta 20 años de prisión, considerándose el contrato una violación. Es un paso y es importante que esté.