Decenas de turistas y jóvenes vecinos colapsan cada tarde el espacio museizado de las antiguas baterías antiaéreas del Turó de la Rovira, en Barcelona, popularmente conocidas -gracias a guías como Lonely Planet y las redes sociales- como los búnkers del Carmel de Barcelona. Los vecinos llevan tiempo denunciando las fiestas ilegales y botellones, originalmente de jóvenes locales. Ahora se les han sumado los turistas, y el colapso este año se ha hecho insufrible con las vacaciones de Semana Santa.
Este viernes, la Guardia Urbana de Barcelona desalojaba a más de un millar de personas de los búnkers del Carmel, «por exceso de afluencia» de personas. Se avivaba así el conflicto vecinal en un enclave histórico marcado por la masificación.
Con los accesos al Parque Güell cerrados y de cobro, los turistas redirigen sus pasos hacia el Turó de la Rovira, el punto más alto de la ciudad desde el que contemplar la ciudad durante la puesta de sol para el que no quiera subir al Tibidabo. Fue el enclave estratégico escogido por los republicanos para instalar las baterías antiaéreas cuando empezaron los bombardeos aéreos sobre Barcelona durante la Guerra Civil porque ofrece vistas sobre la ciudad de 360 grados.
Casi un siglo los disparos los realizan los móviles a la caza del mejor selfie sobre Barcelona. Y el espacio se ha convertido en escenario de botellones masivos y un auténtico problema de orden público para el Ayuntamiento.
«Llegas a los Búnkers del Carmel al atardecer. Tal vez con una botella de vino, dos copas y la otra mitad. Es el punto desde donde tienes la mejor vista de Barcelona y desde donde puedes admirar la ciudad en 360 grados» relata un turista italiano en su Instagram bajo las fotografías etiquetadas en el Carmel.
Violencia turística
Otros publicitan directamente botellones con DJ incluido -en alguno de los denunciados en los últimos días se ha llegado a cobrar entrada- mientras los vecinos se desesperan. El primer fin de semana de vacaciones se saldó con el desalojo de un millar de personas por parte de la Guardia Urbana, escena que se ha repetido este viernes. El refuerzo del dispositivo de policía local no ha impedido que los visitantes siguieran acudiendo en masa los días siguientes.
El problema viene de lejos, pero se ha multiplicado tras el fin de la pandemia por la viralización de imágenes del mirador en las redes sociales. Tanto, que los vecinos del Turó de la Rovira decidieron el pasado 17 de marzo volver a las movilizaciones. El consejo de vecinos de las seis calles más cercanas al mirador decidió que saldrían a la calle contra una cronificación de molestias que atribuyen a la «inacción por parte del Ayuntamiento».
Denuncian la «violencia turística» que padece el Turó de la Rovira y amenazan con mantener las protestas cada viernes. Bajo el lema «Stop a la invasión turística ¡El barrio no aguanta más!», reclaman una solución duradera para acabar con los efectos de la masificación turística del enclave.
No solo es el ruido provocado por las fiestas nocturnas o los jóvenes que llaman a su puerta pidiendo cualquier herramienta para completar su fiesta. Hablan también de basura acumulada en las laderas del parque, colapso de los transportes públicos, atascos de taxis y sensación de inseguridad en el barrio.
Cerrar los accesos
La concejala de Horta-Guinardó, Rosa Alarcón, advierte de que «si hace falta» la policía local pasará de los desalojos y decomisos de alcohol y altavoces y mesas de mezclas a sancionar el botellón y la organización de fiestas ilegales. Además, el Ayuntamiento mantendrá el operativo de control policial incluso cuando finalice la instalación de las vallas perimetrales con las que se quiere cortar el acceso nocturno.
Pero los partidos de la oposición municipal hace tiempo que reclaman soluciones. La líder de Valents, Eva Parera, denunciaba hace un mes la degradación del espacio. «Da mucha vergüenza el incivismo y vandalismo generalizado de la zona, pero lo peor es ver que el Ayuntamiento es incapaz de limpiar las pintadas. Este problema se arrastra desde hace años, pero ha ido cada vez a más y ahora el lugar está muy sucio y deteriorado».
La candidata de Cs, Anna Grau, se sumaba el pasado fin de semana a las críticas, exigiendo más presencia policial en el Carmel para frenar la invasión de «gamberros» cada atardecer. «Han dejado que el barrio se degrade, a las tres de la mañana un gamberro te puede llamar a la puerta para pedirte un condón u orinar en tu casa, suponiendo que no se orine en tu puerta» denunciaba Grau durante la manifestación de los vecinos.
De momento la estrategia es advertir a los infractores, que hasta ahora «dejan de beber» al instante, explicaba Alarcón a TV3. Pero no cierra la puerta a las multas para frenar estas actitudes incívicas. Aunque la solución, para el Ayuntamiento, pasa por lograr un «cambio de hábitos» en los visitantes, que esperan conseguir mediante la presión policial.
Responsabilidad de Trias y Colau
Sin olvidar la verja perimetral que está en construcción y que el gobierno local espera tener lista a final de abril o primeros de mayo. La verja facilitará el trabajo del operativo de la Guardia Urbana que controla el acceso de vehículos privados e impide la fiestas, y que se mantendrá hasta octubre.
Los vecinos, sin embargo, cuestionan el compromiso del Ayuntamiento. Fijan el inicio del conflicto en la restauración y museización del espacio, impulsado por ICV en 2011. Pero señalan sobre todo a Xavier Trias y su plan para descentralizar el turismo en Barcelona, que incluía este espacio. Y a Ada Colau, por su permisividad con los botellones, que se ha mantenido con la llegada del PSC al gobierno local como responsable de la seguridad.