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Picasso, Luis Miguel y el niño Miguelito Bosé “maricón”

«No sé por qué tú también te empeñas en que sea maricón». Luis Miguel Dominguín contesta así a su amigo Pablo Picasso tras soltar entusiasmado sobre y delante del pequeño Miguelito [Bosé en el futuro]: «Este niño va a ser bailarín, Luis Miguel, tan chico [tendría 5 años] y mira cómo se mueve, ¡es especial!».

La escena, sobre 1961, es en La Californie, una de las residencias que el pintor tuvo en la Costa Azul, muy cerca de Cannes, allí donde murió en 1973, en Mougins en concreto. Hablamos de un Picasso ochentón, feliz como una de las perdices [en escabeche] que le traía la familia Dominguín desde Villa Paz (Saelices, Cuenca).

Para testar la humanidad del genio malagueño ochentón, las memorias de Miguel Bosé El hijo del Capitán Trueno (Espasa) son un formidable instrumento.

Guardan la sensibilidad de varios veranos de la infancia, pero también una tajante claridad. Bosé está recordando los perros de Picasso: el dálmata Perro -al que puso ese nombre para reírse de los franceses más estirados al pronunciarlo, «Peee-ggo»-; Kabul el afgano; «y finalmente estaba Jacqueline, la más perra». La segunda esposa de Pablo Picasso.

Ese niño Miguelito le dio la vida verano a tras verano a Picasso, cuando le llevaba a la Academia Internacional de Danza de Miss Rosella Hightower en Cannes; él y sus hermanas Lucía y Paola, pero con el «mico» era con el que mejor se lo pasaba. Tenían abuelo y nieto un lenguaje propio, de tal modo que cuando Picasso tiraba la colilla del Gitanes en vez de apagarla, Miguelito sabía presto que había que irse, harto de los marchantes o editores que le visitaban.

Este niño va a ser bailarín, Luis Miguel, tan chico [tendría 5 años] y mira cómo se mueve, ¡es especial!»

PICASSO A DOMINGUÍN

Se iban a un bar normal y corriente de La Croistte, a ver pasar a la gente. Como otras tardes de verano iba a ver a su amigo sentado en una barrera con una botella de Perrier y una bolsa de patatas fritas.

Porque el clan Dominguín se trasladaba a la Costa Azul con las maletas cargadas con sacos de alubias y lentejas, y la chacina de la matanza en Villa Paz. Pero no sólo eso; nunca faltaban los paquetes de calzoncillos Ocean con los que el artista aparece en las fotografías pintando en su estudio.

Picasso le contaba muchas cosas a Miguelito, en esa dirección está Barcelona, «dile a tu padre que te lleve, una de las ciudades más bellas del mundo. Allí tu padre es muy famoso porque a la gente de esa ciudad le gustan muchos los toros y entienden». De esto hace 60 años.

Y le recordaba Málaga, «casi ya ni me acuerdo».

Y Madrid, «no me gusta tanto».

-¿Por qué?

-Porque ahí vive un señor muy malo que es un asesino y además está loco.

Picasso se acuerda de Franco desde su exilio francés, y le dice al niño sin citarlo que claro que le conoce su padre, «y mu bien, mico».

El abuelo Picasso se levantaba y jugaba con Lucía y Miguel en la cama leyendo los periódicos hasta que le traían lo que más le gustaba: una bandeja de churros con azúcar y chocolate caliente. Un tragón, porque luego comía judiones de Castilla. Y era verano en la Costa Azul.

Después se apresuraban manos a la obra a recolocar los cuadros de la casa. Atentos a la alineación: Manet, Cézanne, Braque, Matisse, Gauguin, Giacometti, Pollock, Miró, Dalí, Chagall, Rodin, Y muchos más. Momento en el que llega una lección magistral, de los que marcan la infancia y definen al genio malagueño: «A nosotros las obras no nos adornan, nos acompañan. Eso [colgar los cuadros] lo hacen los ricos catetos que quieren presumirle a sus amigos. Las miradas cansan a las obras».

El período que Miguel Bosé rememora en El hijo del Capitán Trueno abarca del otoño de 1959 («la primera foto que recuerdo con Pablo, estamos Lucía, él y yo») hasta junio de 1968. Aquí ya todo se había quebrado.

Madrid no me gusta tanto porque ahí vive un señor muy malo que es un asesino y además está loco»

PICASSO A MIGUEL BOSÉ

Fue el final de los maravillosos veranos, y otras fechas (en Mougins dejaban a los niños Luis Miguel y Lucía cuando el torero se iba a hacer las Américas y la actriz volvía a Roma), un final borrascoso, como todo lo Dominguín.

Jacqueline Roque aprovechó la separación de la pareja para ordenar que quedaba prohibida la entrada en Notre Dame de Vie de la familia Dominguín Bosé. Antes había apartado a su marido de sus costumbres para que se dedicara exclusivamente a su obra, según cuenta Bosé.

Luis Miguel Dominguín y Miguel Bosé se personaron en 1968 en la casa para ver a su amigo Pablo, pero Jacqueline se lo impidió a voces: «Suffit, Luis Miguel. Vete ya de una vez y no vuelvas a aparecer, bastante habéis chupado tú y tu familia de Pablo Picasso. ¡Vete a la mierda, Luis Miguel! ¡Tú y la puta italiana de tu mujer!».

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