El último dato de inflación, por fin, dio un respiro. Los precios de la cesta de la compra subieron un 5,8% en diciembre, un dato que en 2021 resultaría alarmante -solo el último mes superó esa tasa- pero que en 2022 tiene una lectura positiva, al tratarse de la cifra más baja que da el IPC desde noviembre de 2021. Es, además, el dato más bajo de todo el año, puesto que los precios han subido todos los meses, en comparación con el mismo mes del año anterior, por encima del 6%.
La moderación se debió a la bajada de los precios de la electricidad y de los carburantes, según los datos adelantados del INE, que los confirmará o no esta semana. Y abrió la puerta a que la inflación empiece a recuperar niveles algo más normales este nuevo año, siempre y cuando no se produzcan otros eventos inesperados.
Pero los que no han relajado su ascenso han sido los precios de los alimentos ni la inflación subyacente. Los alimentos se encarecieron un 15,3% en noviembre -no contamos aún con cifras al respecto sobre diciembre-, solo una décima menos que en octubre, cuando registró el mayor incremento experimentado por este grupo de productos desde que existen datos comparables, en 1994. Lo que más subió de precio fue el azúcar (+50,2%), los aceites y grasas (+31,5%), la leche (+30,9%), los huevos (+27,1%), los cereales (+22,9%), los productos lácteos (+21,7%) y las patatas (+21,5%).
A la vez, en diciembre se disparó la inflación subyacente, por primera vez hasta un nivel superior a la tasa general. La cesta de la compra, sin tener en cuenta los alimentos -sin elaborar- y la energía, aumentó un 6,9% con respecto al mismo mes del año anterior, más de un punto por encima del IPC general (5,8%). Lo previsible es que continúen subiendo durante varios meses más, mostrando cómo el ascenso de los precios de la energía se sigue trasladando al resto de productos que los españoles suelen adquirir cada mes.
El asunto no es baladí, sobre todo porque cuanto más se transmitan los incrementos de precios al conjunto de productos y servicios, más probable es que se produzca un efecto bucle de la inflación, los llamados efectos de segunda ronda. Es un extremo que por ahora los economistas descartan, ya que esperan que el IPC continúe relajándose durante los próximos meses, si no hay factores inesperados.
«Cuando el generador de la subida de precios es la electricidad, inunda toda la economía y todos los precios, afecta a todo. Por eso la subyacente va subiendo, subiendo, subiendo. Si de repente baja el precio de la electricidad, la subyacente sigue subiendo unos meses, pero en esta ocasión la general va a tirar de la subyacente hacia abajo», explica Gonzalo Bernardos, profesor titular de Economía de la Universidad Barcelona. Aun así, Bernardos no descarta un repunte de la inflación en enero, posiblemente provocado por el repunte del precio de los carburantes en un momento en el que el Gobierno ha eliminado el descuento de la gasolina, que restaba puntos al IPC. En ese caso, estima que se trataría de algo temporal.
«Lo más probable es que en los próximos meses asistamos a una ampliación de la brecha entre ambas, principalmente porque la inflación general seguirá cediendo de manera notable», opina, por su parte, Daniel Fuentes, doctor en economía por la Universidad de Paris Nanterre y profesor de la Universidad de Alcalá. «Hasta cierto punto, esto forma parte del proceso de normalización tras el shock de precios registrado en 2022: la reducción de la inflación general precede en algunos meses a la reducción de la inflación subyacente», expone.
Determinante para las subidas de tipos de interés
«Cuánto tarde en darse la corrección de la subyacente y a qué nivel, en el conjunto de la zona euro, será determinante para la política monetaria y el calendario de subidas de tipos del BCE. Además, será importante tener un diagnóstico claro de la naturaleza de la inflación subyacente: no es lo mismo que su causa resida en el aumento de los salarios (no parece, al menos hasta ahora) o que, como apuntan los últimos datos de IPC, que esté concentrada en determinados productos (aceite, lácteos y otros productos alimentarios elaborados, que acusan la sequía de 2022). Oiremos hablar mucho de la inflación subyacente en los próximos meses», vaticina Fuentes.
María Jesús Fernández, economista senior de Funcas, valora que el «inesperado» repunte de la subyacente de diciembre tenga que ver con «algún componente puntual que haya ‘actualizado’ sus precios», y no por un recrudecimiento de las presiones inflacionistas generales. De ser así, espera y prevé, como Fuentes y Bernardos, que empiece a descender también más tarde que la general, de la misma manera que subieron.
¿Y si el origen del repunte está en los salarios?
Con respecto a la posible influencia de los salarios, que podrían llegar a producir efectos de segunda ronda, Fernández lo descarta, en la misma línea de Daniel Fuentes. «De tener algún impacto las subidas salariales, probablemente este no tendrá lugar hasta 2023», adelanta. Los economistas están atentos a la contribución de los salarios a la inflación puesto que sueldos más altos podrían llevar a precios más altos de los productos y servicios, ya que las empresas buscarían tratar de compensar este mayor coste salarial, y así se producirían los temidos efectos de segunda ronda.
El Banco de España, en su penúltimo informe trimestral estimaba que el próximo año el 45% de los trabajadores con convenio se verán beneficiados por cláusulas de revisión salarial -este año son el 26%-, que ligarán los sueldos de los trabajadores al IPC, aunque estas serán de diferente naturaleza. Por eso, fuentes del supervisor alertan del riesgo de que la inflación se enquiste si los agentes sociales -sindicatos más representativos y organizaciones de empresarios- no acuerdan unos límites a los incrementos de sueldos, el ya tan manido pacto de rentas. Cuantos más salarios estén vinculados al IPC, más probable será entrar en esta inflación sin fin, advierten.
Un ejemplo que ya contó este periódico es el de los trabajadores del sector de elaborados del mar, que en la negociación de su convenio colectivo han conseguido una subida salarial del 8% para 2022, más otr0 aumento del 5% en 2023 y del 4% en 2024, en línea con la inflación que se esperaba para el año pasado año y que se espera para los próximos. Además, han logrado incluir una cláusula de garantía salarial al IPC, que implica que si la inflación termina siendo mayor que el incremento salarial pactado los trabajadores verán compensada la diferencia en sus sueldos, entre otras mejoras.
Los sindicatos UGT y CCOO recuerdan que este no es un caso aislado y que aquellos sectores en los que las organizaciones sindicales tienen mayor fuerza sí están consiguiendo firmar convenios con los que van a recuperar el poder adquisitivo perdido por la inflación. Es la razón por la que el Banco de España calcula que este año casi la mitad de los trabajadores con convenio tendrán este tipo de protección. El riesgo, bajo el punto de vista de los sindicatos, es mayor para todos aquellos sectores menos sindicalizados, donde sí se están viendo abocados a fuertes pérdidas salariales.