Es una de las grandes batallas de la Gran Guerra -más de 700.000 muertos- olvidada por la Historia, pero la actualidad le ha dotado de relevancia. En otoño de 1914 el la ciudad fortificada de Przemyśl -hoy ciudad de Polonia fronteriza con Ucrania- y su guarnición de hombres procedentes de casi todos los rincones de Europa central evitaron la caída del imperio austrohúngaro en manos del ejército imperial ruso. El temible ejército de cosacos que sembró el terror la imposición de la Gran Rusia sobre polacos, ucranianos y expulsando judíos en su avance.
La ambición del zar Nicolás II de construir la Gran Rusia extendiéndose por el centro de Europa se vio truncada por la resistencia de los habitantes de esta localidad, muchos de los cuales eran refugiados que huían del avance de los rusos. Ucranianos, judíos, polacos, húngaros, austriacos y eslovenos formaban parte de este contingente de hombres que se apostaron en Przemyśl para esperar a un enemigo que les estaba ganando la guerra.
La ciudad de 45.000 habitantes se vio invadida por el maltrecho Ejército austrohúngaro que huía de los rusos. Unos 130.000 soldados se refugiaron en la ciudad desde septiembre de 1914 hasta la caída de la fortaleza el 22 de marzo de 1915, el tiempo suficiente para que los austrohúngaros se recompusieron en retaguardia.
Como los rusos fracasaron en sus asaltos a Przemyśl, recurrieron al hambre como arma de guerra. La ciudad asediada vivió un infierno en el que se juntaron la hambruna, las enfermedades y los constantes bombardeos de artillería y aéreos. Los intentos de ayudar a la ciudad por parte austriaca costaron la vida de 670.000 hombres.
Ciudad llena de refugiados
Las tropas derrotadas por los rusos en lo que hoy es Ucrania llegaron a la ciudad huyendo del Ejército ruso. Eran unos 130.000 soldados.
Además de los soldados miles de aldeanos se hacinaron en la ciudad. Los que se quedaron en sus casas se vieron atrapados en mitad del frente.
Batalla clave en la IGM
De no haberse producido la derrota de Rusia, el ejército del zar hubiera tomado el centro de Europa y la Primera Guerra Mundial hubiera terminado en 1915. Esta es la tesis de Alexander Watson, doctor en Historia por Oxford y profesor de Historia en la Universidad de Londres que ha reflejado en La fortaleza (Despertaferro).
La propaganda austrohúngara tomó a los defensores como héroes, como un modelo de cooperación entre las nacionalidades que formaban parte del imperio.
“En lo que hoy es Ucrania occidental, los rusos obtuvieron grandes victorias al comienzo de la guerra, aplastando al Ejército austrohúngaro, más modesto e ineptamente comandado. A mediados de septiembre de 1914, menos de mes y medio después del estallido de la guerra, los austrohúngaros habían perdido un tercio de sus efectivos y se encontraban en desorden y retirada general. El avance ruso hacia Europa central parecía inminente. En este contexto fue cuando la fortaleza de Przemyśl adquirió de repente su importancia”, explica el historiador. “Al retrasar a los rusos, proporcionó al maltrecho ejército de campaña el respiro que tan desesperadamente necesitaba, permitiéndole recomponer sus filas, restaurar la disciplina y volver a la batalla. Así pues, el sitio de Przemyśl fue una campaña decisiva: sin el desafío de la fortaleza, el ejército austrohúngaro se habría derrumbado, Europa central se habría enfrentado a la invasión rusa y hoy probablemente hablaríamos de la Gran Guerra de 1914-1915”, añade.
Un batalla ignorada
Pese a la importancia de la batalla es un episodio bélico olvidado. La razón, según Watson es que el Imperio austrohúngaro desapareció tras la Gran Guerra y los países que surgieron al final del conflicto como Polonia o Checoslovaquia no contaban esas batallas como propias, pese a que fueron sus ciudadanos los que lucharon en ellas. Primó el relato de que sus ciudadanos lucharon por la independencia de sus países. A estos factores el historiador británico suma la llegada de la Segunda Guerra Mundial.
“La memoria de la Primera Gran Guerra quedó subsumida y solapada por los horrores aún mayores de la Segunda Guerra Mundial. Además, el genocidio y la limpieza étnica generalizada que sufrió la región desgarraron la memoria incluso a nivel local y familiar. Przemyśl, por ejemplo, perdió a su numerosa población judía y ucraniana a causa del asesinato y la deportación en la década de 1940, y entre sus ciudadanos hay hoy descendientes de familias polacas expulsadas tras la Segunda Guerra Mundial de tierras más al este”, explica.
Después de la caída del Telón de Acero, los detalles de la historia quedaron accesibles a los historiadores occidentales que hasta años recientes no se han interesado por estudiar lo ocurrido en esta parte de Europa donde se dieron circunstancias sociales y culturales únicas y que revelan la compleja naturaleza de la construcción de la identidad nacional y europea a lo largo del siglo pasado. Fuentes de documentación a las que ha accedido el historiador para escribir La fortaleza.
“Hay maravillosas memorias de soldados y civiles que aún sobreviven, que ofrecen todo tipo de información sobre la vida en asedio, desde el sabor de la carne de caballo hasta el precio del sexo. También pude recurrir a periódicos y registros militares. Quizás el conjunto de fuentes más emocionante que encontré fue un fajo de documentos escondidos por un oficial húngaro debajo de las tablas del piso de su apartamento al final del asedio, que fueron descubiertos durante una reforma en la década de 1960. Entre estos documentos se encuentran unos singulares “periódicos de trinchera” llenos de historias y chistes escritos por la guarnición. Nunca he visto nada igual del Ejército austrohúngaro; logran ser a la vez extremadamente divertidos y muy, muy tristes”, afirma.
La Gran Rusia, otra vez
Uno de los aspectos más destacados de la investigación de Watson es la traducción sobre el terreno de la ideología imperialista rusa con Polacos sin derechos y ucranianos sometidos culturalmente.
No es posible comprender el Holocausto de 1941-1945 sin saber que Europa del Este ya había padecido violencia a gran escala contra los judíos
Alexander Watson
“Me horroriza la continuidad manifiesta entre las acciones de la Rusia imperial de hace un siglo y la presente invasión de Ucrania por parte de Vladímir Putin. En 1914, las élites imperiales rusas hablaron de crear una “Gran Rusia hasta los Cárpatos” y apoderarse de una supuesta “tierra rusa primordial” alrededor y al este de Przemyśl, tierra que en 1914 se conocía como Galitzia oriental, y que hoy en día es principalmente el oeste de Ucrania. Es muy revelador que Putin y los medios estatales rusos utilicen hoy día un lenguaje muy similar: la ideología detrás de la invasión actual de Ucrania proviene directamente de finales del siglo XIX y también motivó los objetivos de guerra rusos en 1914: un credo ruso ultranacionalista que insiste en que Ucrania no es un país “real” y que los ucranianos son simplemente una rama subordinada del pueblo ruso, destinados a ser unidos y gobernados por Rusia”, asegura.
En la gran Rusia tampoco había sitio para los judíos. Anticipándose al horror nazi de la Segunda Guerra Mundial, los planes rusos de reorganización étnica promulgados en los alrededores y, tras la caída de la fortaleza, dentro de Przemyśl en 1915 impulsaron expropiaciones de propiedades y la expulsión de 100.000 judíos hacia el este en la primavera y el verano de 1915.
“No creo que sea posible comprender completamente el Holocausto de 1941-1945 sin saber que Europa del Este ya había padecido en 1914-1915 violencia a gran escala contra los judíos. Esto falta en tantos libros de historia… pero es increíblemente importante”, afirma el historiador.