“El pueblo llevaba dos semanas enteras en silencio. Ni un solo disparo. ¿Se habrían cansado? ¿Estarían guardando los proyectiles y las balas para más adelante?”, escribe Andréi Kurkov (San Petersburgo, 1961) en Abejas grises, una deliciosa y cruda novela en la que recrea la vida de Malaia Starogradovka, un pueblo ucraniano de poco más de tres calles, y sus dos últimos habitantes, ambos enemigos de infancia. La obra tiene la vigencia de lo premonitorio.
La localidad en la que ambos han decidido permanecer está situada en la zona gris de Ucrania, ese territorio incierto que desde los primeros combates en 2014 se han disputado las tropas ucranianas y los separatistas prorrusos, convirtiéndose en la antesala de la invasión rusa a gran escala que comenzó a finales del pasado febrero.
Serguéi Sergueich, el protagonista, es un tipo huraño y solitario que desde su jubilación como inspector de seguridad ha optado por dedicarse a la apicultura. “Sergueich es el típico habitante del Donbás: trabajador, políticamente pasivo y con una comprensión básica y natural de la diferencia entre el bien y el mal. No tenía a nadie concreto en mente, pero conocí a mucha gente como él”, explica Kurkov en una entrevista a El Independiente con motivo de la publicación en español de Abejas grises (Alfaguara).
Los escritores que sueñan con galardones no son capaces de concentrarse en la literatura
En compañía de sus panales, Sergueich emprende en primavera un viaje por un país demediado por el conflicto y descubre la vida en ambos lados de la guerra. Su periplo alcanza incluso la península de Crimea, anexionada por Rusia en 2014. Kurkov es uno de los principales rostros de la literatura ucraniana actual. Sus obras han sido prohibidas intermitentemente en la vecina Rusia desde 2005 por sus posicionamientos políticos y la inclusión de Vladímir Putin como personaje en una de sus novelas.
Con diecinueve novelas en su haber, traducidas a cuarenta y dos idiomas, ha recibido los premios Gogol, el del Escritor del Año concedido por los libreros con motivo de la Feria del Libro de Ucrania y el de Hombre del Año en su país. Ha sido nombrado, además, Caballero de la Legión de Honor en Francia. Según la revista gala Lire Magazine Littéraire, es uno de los cincuenta mejores escritores del mundo.
En declaraciones a este diario, Kurkov asegura no ambicionar el Premio Nobel de Literatura, que en mitad de la guerra podría recaer este año en un escritor procedente de Ucrania o Rusia. “Creo que los escritores que sueñan con premios y galardones no son capaces de concentrarse en la literatura”, replica tajante.
Pregunta.- ¿Cómo surgió la idea de Abejas grises?
Respuesta.- No tenía previsto escribir esta novela. Siempre he dicho que si escribía sobre la guerra sería mucho después de que la guerra hubiese terminado. Pero desde 2014 tenemos muchos refugiados y reasentados en Kiev procedentes del Donbás. Y uno de ellos me dijo que iba en coche cada mes a un pueblo cerca de la línea del frente donde no había electricidad, ni tiendas, ni policía, ni autoridades. Pero había aún siete familias viviendo allí; el resto había abandonado el pueblo. Les llevaba medicinas y todo lo que pedían. Entendí que hablaba de la zona gris, una franja de terreno entre las posiciones de los separatistas y el ejército ucraniano. Comprobé los mapas de guerra y vi que la zona gris tenía 430 kilómetros de largo, a veces varios kilómetros de ancho y en otras ocasiones solo 300 metros de ancho. Observé en el mapa que había decenas de pueblos en la zona gris, algunos abandonados, otros parcialmente abandonados. Este fue el punto de partida de la historia.
P.- Ha escrito la novela al mismo tiempo que se desarrollaba el conflicto en el este de su país. ¿Cómo fue la experiencia de creación?
R.- Acudí a la zona de guerra en tres ocasiones desde el comienzo de la guerra. El viaje más memorable fue en 2015, cuando recorrí la línea del frente hasta la frontera con Rusia, hasta Severodonetsk. También conocí el Donbás antes de la guerra. Conocí a soldados y lugareños, a activistas ucranianos que se esforzaban por reanudar la vida social y cultural en las ciudades y pueblos liberados, presencié los funerales de soldados y vi escuelas en ruinas y bibliotecas bombardeadas. Todo ello me impulsó a formar parte de la vida del Donbás mientras trabajaba en la novela.
Putin es una caricatura de dictador
Foto: Pako Mera / Opale / Bridgeman Images
P.- A lo largo de su viaje, Sergueich descubre la realidad de la guerra más allá de los muros de su hogar. Encuentra seres humanos, como él mismo, más allá de ambas líneas. ¿Qué importancia tiene encuentros como ese en tiempos de enemigos y violencia?
R.- En tiempos de guerra el mundo se divide en «nuestro» y «suyo». A la gente le gusta pensar utilizando clichés. Los clichés en Ucrania son especialmente peligrosos. Hace 30 años, los políticos crearon dos clichés que todavía están en la cabeza de los ucranianos. El primero es que toda la gente del Donbás son bandidos y criminales; el segundo, que todos los ucranianos del oeste de Ucrania son desagradables nacionalistas y de extrema derecha.
Se hizo para dividir al electorado antes de las elecciones para que los votantes votaran por las políticas locales. Los ucranianos, de hecho, se han tolerado entre sí todos estos años porque los ucranianos, a diferencia de los rusos, son individualistas y todos tienen opiniones diferentes. La naturaleza humana tanto de los residentes del Donbás como de los residentes de otras regiones es positiva. En épocas de guerra la sociedad se radicaliza mucho y prefiere generalizar. Los activistas y patriotas repiten cada día mil veces en Facebook que no hay «rusos buenos» olvidando que un batallón de rusos que se llama «Svoboda Rossii» (Libertad de Rusia) y está luchando junto al ejército ucraniano contra las tropas de Putin.
P.- Usted se encuentra actualmente fuera de Ucrania. ¿Cómo se observa el conflicto desde el extranjero?
R.- Estoy muy contento de ver que los europeos no están «cansados» de la guerra rusa en Ucrania. El apoyo es continuo, así como el interés de la gente por saber lo que ocurre en Ucrania. Doy charlas sobre Ucrania casi todos los días en diferentes ciudades y países y siempre hay muchas preguntas y mucho público. Ciudadanos alemanes y franceses a menudo se acercan a mí y me dicen: «¡Perdón por nuestro gobierno, que no está haciendo lo suficiente para ayudaros!».
Hace treinta años se crearon dos clichés: que toda la gente del Donbás son bandidos y criminales; y que los ucranianos del oeste son desagradables nacionalistas y de extrema derecha
foto: Jürg Vollmer / maiak.info
P.- ¿Hacia dónde va Ucrania? ¿Y Rusia?
R.- Se trata de la existencia de Ucrania como Estado soberano. Los ucranianos no tienen más remedio que luchar. El régimen ruso también está luchando hasta el final porque si pierden habrá una guerra civil y los movimientos nacionales en diferentes partes de la Federación Rusa tratarán de separarse de Moscú. Así que las perspectivas son sangrientas pero no desesperadas para Ucrania. Los soldados rusos no están motivados, están luchando en territorio extranjero y quieren sobrevivir ya que están luchando por un salario muy alto. ¿Qué sentido tiene arriesgar sus vidas si no pueden utilizar el dinero ganado en la guerra?
Abejas grises
Andréi Kurkov. Alfaguara
«Tampoco sé cuándo regresaré al este de Ucrania, ni cuándo acabará el conflicto. Sea como fuere, confío sinceramente en que la guerra deje tranquilos a los habitantes de la zona gris: que se marche, y que la miel fabricada por las abejas del Donbás pierda su amargo regusto a pólvora»
Extracto del epílogo. Andréi Kurkov – Kiev, 2020
P.- ¿Es Vladímir Putin capaz de pulsar el botón nuclear?
R.- Es capaz porque no le preocupa el destino de Rusia ni cuántos rusos perderán la vida en la guerra. Lo único que quiere es ser recordado como alguien «que hizo grande a Rusia de nuevo». Quiere su lugar en los libros escolares de Historia.
P.- Renunció a escribir ficción el 24 de febrero, tras el inicio de la invasión rusa. ¿Cuándo cree que lo retomará?
R.- He intentado dos veces volver a la novela que dejé de escribir el 24 de febrero. No lo he conseguido y no he podido concentrarme en la ficción. Lo intentaré de nuevo. He estado escribiendo únicamente ensayos y artículos sobre el conflicto. No quiero convertirme en un ensayista o un corresponsal de guerra.
P.- Sus novelas han sido prohibidas en Rusia. ¿Qué supone tal veto para un escritor?
R.- Mis libros fueron prohibidos en 2005 por la novela El último amor del presidente, en la que Putin es uno de los personajes, y por mis artículos sobre la política rusa en los medios internacionales. Luego mis libros se reimprimieron brevemente en 2006, pero en 2008 volvieron a desaparecer de las librerías de Rusia. Desde 2014 está prohibido llevar mis libros en ruso desde Ucrania. Al principio me molestó, pero desde entonces me he acostumbrado a la idea de que no existo como escritor en Rusia. No pasa nada. Incluso es bueno porque no quiero tener lectores que apoyen a Putin y, como sabe, el 80% de los rusos apoyan a Putin y están contentos de vivir en un país sin libertad de expresión.
P.- Putin como personaje de novela…
R.- Ya lo ha sido varias veces, incluida mi novela. Putin es ahora una caricatura de dictador, así que estará en las novelas, en las comedias y en los cómics durante mucho tiempo.
P.- El Premio Nobel de Literatura podría recaer este año en un escritor ruso-ucraniano. ¿Se ve usted como posible candidato y ganador?
R.- No soy una persona que piense en premios y reconocimientos. Nunca he recibido ningún premio literario ni en Ucrania ni en Rusia. Creo que los escritores que sueñan con premios y galardones no son capaces de concentrarse en la literatura.
P.- ¿Cómo imagina el final de esta guerra? ¿Podrá Ucrania recuperar el Donbás y Crimea o se verá obligada a realizar concesiones territoriales?
R.- Creo que el Donbás será liberado más rápido que la península de Crimea. Acerca de cuál será el estado de la sociedad ucraniana tras la guerra, soy muy positivo. También sobre el resultado de esta contienda. Ucrania sobrevivirá y se hará más fuerte. Y podrá por fin hacer todas las reformas necesarias para convertirse en un verdadero país europeo.
P.- ¿Cuál debe ser la posición de un intelectual en un conflicto como éste? ¿Es posible llamarse intelectual o escritor y respaldar esta invasión?
R.- Yo diría que es imposible. Definitivamente, es imposible en Rusia. Pero mi única duda se debe a mi amor por las novelas del noruego Knut Gamsun. Fue pro-nazi en la Segunda Guerra Mundial y sus libros siguieron siendo clásicos para muchos lectores, pero, por supuesto, la etiqueta de filonazi permaneció unida a sus libros también para siempre. Ahora no hay grandes autores en Rusia ni hay autoridad moral. Por lo tanto, los escritores desconocidos que son simpatizantes de Putin no permanecerán ni en la historia ni en la literatura.