El Brujo sale al escenario de nuevo. Nos trae su bagaje de palabras, su voz, sus pensamientos. Sus lecturas, su equipaje de textos clásicos, su credo.
Partiendo de un recuerdo nos lleva de regreso a Fernando Fernán Gómez, a Santa Teresa de Ávila, al barroco, a Lope, a Cervantes, a Shakespeare, a Quevedo, a los actuales momentos.
Vive viviendo en nosotros que nos vamos muriendo poco a poco. Nos inquiere quién será el Monstruo Fiero. ¿Es un sueño? ¿Es Segismundo? ¿Es Romeo? ¿Es el fénix de los ingenios? ¿Será don Quijote? ¿Es algo grande o pequeño?
Puede transmutarse, volar, arrastrarse, ser y no ser, pero para siempre seguir siendo.
Rafael Álvarez, El Brujo, con su original y habitual ingenio escénico nos habla de religión, hoy un poco menos de política, de fe, de los grandes capítulos de otros siglos, de personajes, de actores, del teatro, de los poetas, del viaje en el que estamos inmersos.
Acompañado de su fiel escudero, su rabel, su músico, su oidor más directo, Javier Alejano, con convicción y divertimento, nos va desgranando pasajes, sonetos conocidos, textos inéditos, la condición del ser humano en una trama que avanza sin tropiezo, El viaje del monstruo fiero.
Porque él es su propio gobierno, hace su viaje y quiere que lo acompañemos. Nos ofrece el mundo, sin miedo, un bululú que se desprende de lo que él mismo va aprendiendo.
Abre sus puertas y ventanas, para que nos entre el aire fresco de una dramaturgia peculiar, personal, que lleva su sello inimitable, pero con un enfoque humorístico, crítico, ácido y certero.
Es como si viniera a decirnos, este que veis aquí, no soy yo, pero es lo que os muestro. Os tengo al lado, porque vosotros también sois viajeros. Abro mis brazos, mi voz, casi mis sentimientos, me ofrezco por entero, sed bienvenidos, este es mi mundo, que también es el vuestro.
Soy actor, representante, intérprete, cómico, histrión, farandulero, todos los personajes habidos y por haber, el rey, el galán, la dama, el barbas, el gracioso, el villano, el hidalgo, el poderoso, el comendador, el monstruo fiero.
Y nosotros, lo aplaudimos, le damos la razón, (¿como a los locos?), le brindamos nuestra empatía, nuestra aquiescencia sin desdoro, nuestras ganas de verlo y escucharlo, porque no alecciona, sino que enseña desprendiéndose de ínfulas, cercano, solo (sin tilde).
Es el monstruo de la escena, no fiero, humano o, en todo caso, como escribió Blas de Otero, fieramente humano, luchando, cuerpo a cuerpo, con el escenario, del que se hace propietario y lo llena, para solaz de todos nosotros y de los que aún están por ir a verlo.
FICHA ARTÍSTICA
Dirección, versión, intérprete: Rafael Álvarez, El Brujo
Músico: Javier Alejano
Espacio: CNTC – Teatro de La Comedia