La victoria de Giorgia Meloni y Fratelli d’Italia (FdI) -Hermanos de Italia, en castellano- en el país transalpino ha dado oxígeno a Vox, que hasta hace una semana era incapaz de controlar los tiempos por una díscola Macarena Olona de vuelta. El retorno de la exparlamentaria nacional y exportavoz andaluza, tras una breve experiencia en el Parlamento de Andalucía atribuida a problemas de salud, ha hecho que la formación de Santiago Abascal evidencie públicamente su primer cisma. Algo que, para un partido bunkerizado y que prima el control de los flujos de información, ha supuesto un quebradero de cabeza y la imposibilidad de primar su agenda política sobre ello.
Como publicó El Independiente, días antes de las elecciones generales Vox fiaba finiquitar la crisis con su exariete en el Congreso de los Diputados y en los tribunales al triunfo de Meloni, algo que ha ocurrido desde el lunes. La ‘cuestión Olona’ ha pasado, de momento, a ocupar un plano secundario mientras que la incógnita de si el escenario de alianza y gobierno de FdI, la Liga de Matteo Salvini y Fuerza Italia de Silvio Berlusconi puede darse en España y si puede ser beneficioso o negativo para Vox. Y hay una premisa interesante de la que partir: generalmente, casi todo lo que sucede en el ‘laboratorio político’ italiano, acaba llegando a nuestro país -y al entorno- en menor o mayor grado.
Ejemplos son la influencia del berlusconismo, con empresarios imitadores de la tendencia a involucrarse en política aprovechando su reconocimiento. Es el caso del expresidente del Atlético de Madrid Jesús Gil con el personalista Grupo Independiente Liberal (GIL); el expresidente de Banesto Mario Conde, con Sociedad Civil y Democracia (SCD), o la Agrupación Ruiz-Mateos del dueño de Rumasa José María Ruiz-Mateos, con lemas de campaña aún vigentes como «España para los españoles». El GIL fue quien más éxito cosechó, accediendo al ayuntamiento de Marbella y otros municipios de la Costa del Sol y sirviendo de plataforma para personalidades como Julián Muñoz y otros condenados por el caso Malaya.
Réplica del escenario italiano en España
Hay un consenso entre los politólogos de que el escenario político italiano, como el francés -polarizado con tres partidos fuertes, aunque con un centro cada vez más mermado por el crecimiento de los extremos de Le Pen y Mélenchon- no es extrapolable a España. Al menos, por el momento. La democracia cristiana y la socialdemocracia clásica dinamitaron en los noventa tras los escándalos de corrupción que implicaron a ambas formaciones en el caso Manos Limpias. Y sus herederos, Fuerza Italia y el Partido Democrático, a diferencia del PP y el PSOE, que mantienen el tirón tras el hundimiento del bipartidismo. El centroderecha, centro y centroizquierda español supera más del 50% de la representación, mientras que en Italia apenas supera el 30%.
Mientras que la izquierda tradicional se mantienen en torno a los veinte puntos, pugna con un competidor homologable a Unidas Podemos que rehúye de etiquetas clásicas y puede definirse de ‘atrapalotodo’. También con una izquierda más radical y los verdes, por su parte, similar a Izquierda Unida. Frente a este paralelismo, así como un centro mermado que hoy representa Cs, el centroderecha roza el 8% de los votos y queda supeditado a una derecha populista antimigratoria y a otra neofascista que ha absorbido gran parte del espectro conservador.
La victoria de Meloni ha ayudado a Vox a volver a situar su agenda en el centro en detrimento de Olona
Otro aspecto a tener en cuenta es que Italia opta por los experimentos políticos. La entrada de Unidas Podemos, Ciudadanos o Vox a la contienda electoral tuvo influencia en cuanto a número de votos, y está empezando a replegarse paulatinamente. Sin embargo, el caso italiano es distinto. Primero, tras la crisis económica, los ‘grillini’ del Movimiento 5 Estrellas alcanzaron una cuota del 25,5% en plena crisis del euro y del 32,6% en 2018 para llegar al Gobierno junto la ultraderecha de la Liga, sin primar pactos con la izquierda tradicional, desgastada. Los de Salvini, por su parte, ha vuelto a posiciones previas a la crisis de refugiados que alentó, con un 17,3% el discurso contra el extranjero. Y ahora Meloni, entra en esa dinámica del 4,35% a superar los 26 puntos. La razón: los italianos dan una oportunidad a la novedad. Y si no cumple las expectativas, se hunde. En España, se prefiere la certeza.
Beneficios a corto-medio plazo para Vox
Marcadas las diferencias entre escenarios, el principal beneficio que puede dar la victoria de Meloni al partido de Abascal es transitoria y solo en términos de imagen. A priori, el votante de Vox que dude de cambiar de papeleta puede ver reafirmado el proyecto que comparte con Hermanos de Italia la cúpula nacional y hacer que permanezca en el seno de los ultraconservadores de cara a los próximos comicios locales y autonómicos. Esto puede verse reforzado con los actos que hay programados por parte de Vox en Madrid en las próximas fechas, como el Viva 22 o la reunión Iberoamericana que realiza el grupo continental de los Reformistas y Conservadores Europeos (ECR) con la presencia de Meloni
El ascenso de Le Pen en Francia o el cuarto mandato de Orbán en Hungría no han repercutido en las elecciones andaluzas
No obstante, el principal beneficio que ha conseguido Vox en esta semana es que el problema de Olona, tras cerrarle las puertas días antes de los comicios, quede disipado y en un segundo plano. Ya no se habla de ella y Vox, sino de la influencia que tienen los homólogos de los de Abascal en el continente. Y, por ello, el grupo puede volver a poner sobre relieve su agenda como partido reivindicando a la par el éxito que las medidas han tenido en Italia con la victoria de Meloni.
Que el efecto Meloni se reproduzca en España, eso ya es otra cuestión. Muchas ciudades quedarán sin representación ni candidaturas de Vox, que primarán las elecciones autonómicas. Eso, le hará tener menor influencia e implantación territorial. Asimismo, el ejemplo de Andalucía, tras las presidenciales francesas -donde Le Pen creció frente a Macron- y las generales de Hungría -que certificaron el cuarto mandato de Orbán, favorecido por su injerencia electoral- deja claro que no hay una asociación directa entre victorias de los socios en otros países europeos.
¿Y si Meloni no cumple las expectativas?
Los primeros meses de Meloni serán un rodaje en el poder que no supondrá grandes efectos ni repercusiones en Vox para las autonómicas. Pero, si como todo apunta la campaña de las generales en España queda copada por el contexto europeo, puede perjudicar notablemente a los de Abascal. Sobre todo, si la premier italiana comienza a confrontar con Europa para renegociar el reparto de fondos europeos ya establecido. Algo, en todo caso, complicado. Ese debate europeo estaría alentado por la guerra, de mantenerse; sus consecuencias, y el europeísmo férreo defendido para salir del paso por la mayoría de los partidos y con Moncloa a cargo de la presidencia del Consejo Europeo.
Si Meloni no consigue sus exigencias frente a Europa, Vox si puede verse debilitado ante una campaña electoral marcada por el contexto internacional
Tanto si Meloni fracasa en su exigencia, como si las represalias son duras con Italia por parte de la Comisión, los votantes de Vox pueden priorizar el ‘voto útil’ al PP. Y es que conseguir el objetivo de la Europa de las Naciones, no es algo prioritario, frente a la economía, para el votante de Vox, generalmente desencantado con el sistema.
Al mismo tiempo, mientras que Meloni dirigirá el ejecutivo, la aspiración más realista de Vox por el momento, es condicionar un gobierno del PP, que es a lo que apuntan todas las encuestas y lo que se quiere conseguir con el acercamiento. Por tanto, el votante ultra sabe que no es posible introducir toda su agenda como si puede hacer ahora Meloni: con leyes contra el colectivo LGBTI, la denominada ideología de género o los medios de comunicación contrarios, de darse el caso, retirando, por ejemplo, subvenciones a organismos, e ilegalizando el aborto o el matrimonio homosexual.
De todos modos, el votante de Vox es el más fiel en comparación con el resto de formaciones políticas. El componente nacionalista también hace que lo que suceda en otros países quede mermado frente a las consideraciones propias de qué es lo mejor para España. Por eso, aunque puede influir ligeramente, las acciones de Meloni, no tendrán gran repercusión al menos, hasta antes de las generales. En un año, no podrá implantar la mayoría de puntos de su programa electoral ni entrar en un conflicto serio con Bruselas. Su carácter atlantista también contribuye a mantener cierta normalidad internacional.