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Rufián, el ariete de ERC en el Congreso configurado como candidato metropolitano

La RAE define la palabra ‘rufián’ como aquella «persona sin honor, perversa y despreciable». En el centro y el lado derecho del tablero político, muchos competidores de Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) estarían de acuerdo en enmarcar dentro de esta definición al diputado por Barcelona Gabriel Rufián, convertido durante cuatro legislaturas [desde 2016] en el principal ariete político contra las derechas y miembro con más reconocimiento nacional del partido dirigido por Oriol Junqueras. Cuatro legislaturas en la que las sombras a veces se han superpuesto a las luces, pero en las que el de Santa Coloma de Gramanet (Barcelona) ha transitado a una versión política revisada.

La propia esencia de Rufián refleja parte de lo que tradicionalmente ha sido Cataluña: región de acogida y receptora de migración del resto de España. Es hijo de inmigrantes andaluces, de ‘charnegos’, como se suscribe despectivamente desde la costa brava a la dorada, y a su vez hacia todo el interior. Y al mismo tiempo, la preferencia -en términos futbolísticos- por el Espanyol o el Real Madrid en una escala secundaria dan ejemplo de la tendencia por remar a contracorriente que dan sentido a la personalidad de Rufián en una autonomía donde sentimiento independentista y preferencia por el F.C. Barcelona van de la mano en el mayor de los casos.

A modo de visionario como lo fue Steve Jobs respecto a Apple, y jersey de cuello alto consolidado como seña de identidad, el republicano ha protagonizado en los últimos años un viraje ideológico basado en dos puntos: el fortalecimiento de la atención a las políticas sociales y al sentimiento de izquierdas, y la transición hacia un activismo secesionista más moderno con las redes sociales como eje vertebrador [con su propio canal de entrevistas en YouTube a modo de comunicador, La Fábrica 1931, añadido a su presencia, entre otros, en Twitter]. Aunque la esencia ‘perversa’ de la propia nomenclatura de Rufián sigue saliendo a relucir de manera esporádica en forma de afición por la bronca y el espectáculo.

Una imagen recurrente es la del pupilo [de Joan Tardà] Gabriel, desde el escaño con una impresora «republicana» en mano para pedir a Soraya Sáenz de Santamaría y al Gobierno del PP de Mariano Rajoy que cese su persecución [a las papeletas] al referéndum que un mes después acogería el 1 de octubre. La ironía, en cambio, su mejor compañera desde la sala de prensa del Congreso cada martes antes de la Junta de Portavoces y los martes, los miércoles y los jueves desde la tribuna o el escaño del hemiciclo. Y aunque su intento es la de ‘venderse’ como pieza clave para la legislación, el voto negativo junto al PP a medidas progresistas como la reforma laboral del Gobierno [que sostiene] y la posterior presentación de una propuesta [con EH Bildu, que también la rechazó] para «ampliar los derechos» de la misma dan ejemplo de la propia controversia que le caracterizan a él, pero igualmente a su grupo.

Con todo, en la última legislatura Rufián ha intentado ser cada vez menos pirómano y más bombero, siguiendo el ejemplo del propio Tardà, ya desligado de la política. Más utilitarismo, en un periodo posterior al procés y ligándose a una tradición más propia a la del tripartito con los socialistas catalanes y la izquierda del PSC que hoy aglutinan los comunes. Antes de la última repetición de generales medió para que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias dieran un paso hacia la coalición para lograr una investidura que tuvo que llegar tras otra votación y a las puertas de la pandemia del coronavirus. Numerosas medidas han dependido del apoyo de ERC, a la par que cualquier acerco de los socialistas en el Congreso al PP ha sido abroncado por ir en perjuicio de los avances sociales y el avance electoral de la derecha. La última, la ausencia de acuerdo con Unidas Podemos para reformar la ley del ‘solo sí es sí’ y la división de los socios.

Junto al estratégico cambio del republicano a escala nacional, confluye la táctica de ERC de cara a los comicios municipales del 28-M. Este sábado Cornellà acogió el acto central de ERC en este ecuador de campaña. Ni Barcelona, ni ninguna de las otras capitales de provincia de Cataluña. Una ciudad metropolitana que ejemplifica este objetivo prioritario: hacerse fuertes en el “cinturón rojo” de Barcelona y socavar el dominio absoluto del PSC en este territorio. Y el hombre escogido para liderar el intento es el líder de ERC en el Congreso, Rufián.

Formalmente, Rufián es el candidato de ERC a la alcaldía de Santa Coloma de Gramanet una ciudad metropolitana de 118.000 habitantes que los socialistas llevan gobernando ininterrumpidamente desde que Manuela de Madre se impuso a los herederos del PSUC en 1991. En la práctica, Rufián es el «candidato metropolitano» de ERC y como tal se ha multiplicado en precampaña por diversas ciudades del entorno de Barcelona.

Las encuestas auguran una nueva victoria la socialista Núria Parlon por mayoría absoluta, y en ERC lo saben. Pero la «operación Rufián» va mucho más allá de la alcaldía de Santa Coloma. Rufián es, para ERC, el dirigente capaz de conectar con el votante del cinturón metropolitano de Barcelona, ese que ve Antena 3 o Telecinco en vez de TV3 y que ha consolidado el mayor granero de votos de los socialistas en Cataluña y, junto Andalucía, también en España.

La principal pretensión de los republicanos es crecer municipalmente y, aunque las encuestas auguran una absoluta del PSC, Rufián es el dirigente capaz de conectar con el voto metropolitano»

En las últimas elecciones municipales el PSC consolidó su recuperación gracias, precisamente, a sus buenos resultados en el cinturón metropolitano de Barcelona. Parlon revalidó la mayoría absoluta en Santa Coloma y con sus 17 representantes cuadruplica los registros del segundo partido, que en esa ocasión fue Ciudadanos. En Cornellà Antonio Balmón engrosaba su presencia en el consistorio con tres nuevos ediles, hasta los 14, que le han permitido volver a gobernar sin necesidad de pactos. Los mismos asientos e idéntica tranquilidad que Núria Marín en Hospitalet de Llobregat.

Las encuestas vuelven a augurar mayoría absoluta el próximo 28M para todos esos barones socialistas, a los que en 2019 se sumaron las mayorías absolutas de Lluïsa Moret en Sant Boi, Pilar Díaz en Esplugues o la actual ministra de Transportes, Raquel Sánchez, en Gavà.

Ese dominio, favorecido ahora por la implosión de Ciudadanos y la debilidad del PP, es lo que quiere poner en cuestión ERC con la apuesta por Rufián. Saben que los socialistas seguirán ganando esas alcaldías, pero aspiran a convertir a Esquerra en segunda fuerza, reforzando así su papel de primer partido de Cataluña. Si Pere Aragonès quiere seguir mandando en la Generalitat debe ampliar su exigua renta de 33 diputados, y para eso necesita la Barcelona metropolitana.

Y la campaña de Rufián, de momento, está cumpliendo esas expectativas. El portavoz en el Congreso ha llenado mítines en Mollet o en Hospitalet con una expectación que no consigue generar el presidente de la Generalitat en otras localidades. Aunque también ha protagonizado sonoros patinazos, como la promesa de dos nuevas residencias para mayores de la Generalitat “si gana ERC”, hecha de la mano del consejero del ramo, Carles Campuzano.

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