A lo largo de la historia, la fe cristiana se ha manifestado a través de las artes, es decir, la pintura, la escultura y la arquitectura. En tiempos recientes, la religión católica se hizo presente en el llamado séptimo arte, el cine. En las primeras producciones cinematográficas abundaron las representaciones de la vida de Cristo. El cine posterior prosiguió la temática religiosa a través de películas sobre personajes bíblicos o vidas de santos, y también acerca de instituciones más o menos antiguas de la Iglesia, y temas con hondura cristiana como la lucha entre el bien y el mal.
Pero esto no fue siempre así, en sus inicios, el cristianismo mantuvo ciertas suspicacias con respecto al séptimo arte. En concreto, Pío X fue el 257º papa de la Iglesia católica desde el 4 de agosto de 1903 hasta su muerte en 1914. Y Roma no estaba sola, también las iglesias protestantes intuyeron que el maligno se agazapaba detrás del celuloide. En el primer código de censura cinematográfica, dictado a primeros de siglo, la Iglesia anglicana prohibió el desnudo y la representación de Cristo en la pantalla. Pese a todo, el Vaticano ha contribuido al centenario.
Pío X fue recordado por su fuerte oposición al modernismo teológico y por dirigir la primera codificación del derecho canónico de la historia de la Iglesia católica, que fue publicada en 1917. El pontífice, hoy santo, prohibió al clero en 1909 ir a las salas de cine, y en 1913 emplearlo para enseñanzas religiosas.
Con el tiempo y la evidencia de su impacto popular, algunos dentro de la Iglesia sospecharon que el nuevo invento podría tener utilidad como arma de catequesis.
Pocos años después, su sucesor Pío XI escribió la carta encíclica Vigilanti cura (29 de junio de 1936), dirigida al episcopado norteamericano, sobre los medios de comunicación, sobre la educación y de las costumbres. Se ha considerado este texto, la primera intervención relevante de un papa en torno a la relación entre la Iglesia y el cine. El pontífice llamó la atención sobre el poder del cine, y recalcó la popularidad y el impacto de este medio en los espectadores: El cinematógrafo ha tomado en los últimos años un puesto de importancia
universal. Conviene hacer notar cómo se cuentan por millones las personas que asisten diariamente a las representaciones cinematográficas; cómo se van abriendo siempre en mayor número las salas para tales espectáculos entre los pueblos civilizados y semicivilizados; cómo, finalmente, el cinematógrafo ha llegado a ser la forma de diversión más popular que se ofrece para los momentos de descanso, no solamente a los ricos, sino a todas las clases de la sociedad.
Tardó mucho, sin embargo, en tomar carta de naturaleza, casi medio siglo. Fue Pío XII, en 1955, quien aceptó finalmente al cine como medio de apostolado, creando el término film ideal para definir sus obras ejemplarizantes.
Pío XII continuó las ideas de la Vigilanti cura de su predecesor en dos discursos pronunciados en 1955 (21 de junio y 28 de octubre), dirigidos a los representantes del mundo cinematográfico, sobre la película ideal. El Papa explicó qué entendía por film ideal: un instrumento de educación y mejora de las personas. Según los Discursos sobre el film ideal, el cine debía servir primordialmente a la verdad y al bien de la sociedad, y comparó las grandes películas con las mejores obras de arte de la historia.