«Al ser irlandés, tenía un permanente sentido de la tragedia, que lo sostenía durante periodos temporales de alegría». Uno de esos momentos de gozo a los que se refería el poeta William Butler Yeats sucedió hace 25 años en esa Irlanda donde en «poco espacio, cabía un gran odio». El 10 de abril se firmó el Acuerdo de Belfast, renombrado como Acuerdo de Viernes Santo con un interés de darle un carácter bendito que desafortunadamente no tiene. Con este pacto entre los gobiernos británico, irlandés y los principales partidos norirlandeses, incluido el Sinn Féin pero con la abstención del Partido Unionista Democrático (DUP), se buscó poner fin a la mayor oleada de violencia terrorista jamás sufrida en Europa, y sentar las bases de un gobierno transversal. Pero la paz es más difícil de lograr que la guerra y aún quedan muchas heridas abiertas.
El conflicto entre republicanos y unionistas viene de lejos. Después de la independencia de Irlanda en 1921, quedaron los seis condados del norte bajo dominio británico. En el norte de Irlanda se concentraba la población protestante, protegida por el gobierno del Reino Unido. Los unionistas protestantes dominaban y tenían una posición de privilegio (desde el acceso a la vivienda a los cargos públicos) sobre los republicanos católicos, que defendían que vivían en el norte de Irlanda, no en Irlanda del Norte.
En 1968, bajo la influencia de la lucha por los derechos civiles en EEUU con Martin Luther King y el espíritu revolucionario del mayo parisino, los católicos de Irlanda del Norte participaron en marchas para denunciar la discriminación en que vivían. El sistema electoral estaba diseñado para asegurar el dominio unionista, por ejemplo. También se prohibió la enseñanza del gaélico y de la historia de Irlanda y se ilegalizó el uso de la bandera de Irlanda.
Los ánimos estaban muy caldeados cuando numerosos católicos sufrieron una emboscada en el puente de Burntollet, el 4 de enero de 1969. Dolours Price, que será una de las líderes del Ejército Republicano Irlandés (IRA), estaba allí y fue el detonante que le llevó a creer que la vía era la lucha armada, como relata Patrick Radden Keeffe en No digas nada. El 12 de agosto de 1969 un desfile protestante cerca del barrio católico de Bogside derivó en una batalla campal que duró tres días. Es lo que se considera el punto de partida de los Troubles.
Tres décadas sangrientas
Fueron tres décadas de conflicto, que padeció especialmente la población civil de Irlanda del Norte, contraria a la violencia, en el que participaron el IRA (Ejército Republicano Irlandés), creado en 1919 pero resucitado en los Troubles, los paramilitares unionistas (UDA y LVF) y el Ejército británico, desplegado desde agosto de 1969. En 1972, el año del Domingo Sangriento, cuando 14 manifestantes fueron asesinados por el Ejército británico, y del Viernes Sangriento, cuando el IRA detonó 22 bombas de forma simultánea, matando a nueve personas, Irlanda del Norte vio suspendido el autogobierno. En 1973 se intentó un pacto, el Acuerdo de Sunningdale, pero los unionistas se opusieron a un reparto proporcional del poder entre las dos comunidades.
El Acuerdo incluye concesiones a los extremos, como la excarcelación de condenados por terrorismo. En suma, supone una legitimación de la violencia»
rogelio alonso, autor de ‘matar por irlanda’
Los grupos paramilitares unionistas y republicanos, que se reivindicaban como combatientes en su guerra fratricida, sembraron el terror durante tres décadas. Los paramilitares unionistas, aunque en teoría iban por libre, contaban muchas veces con la colaboración de las fuerzas del Estado británico.
En el IRA se impusieron los llamados provisionales, defensores de la lucha armada. Junto a los atentados, como el que costó la vida a Lord Mountbatten en 1979, tío del actual rey Carlos III, o el intento fallido contra Margaret Thatcher en 1984, algunos de ellos en territorio británico, se hicieron expertos en dar a conocer sus demandas de ser tratados como presos políticos a través de huelgas de hambre desde las cárceles. La muerte de Bobby Sands por una huelga de hambre, el 5 de mayo de 1981, marcó un punto de inflexión por su gran repercusión. Cien mil personas acudieron a los funerales.
Gerry Adams, líder del IRA, ya defendía la estrategia de «votos y armas». Dos años más tarde se presentaba como candidato del Sinn Fein al Ayuntamiento de Belfast. Ya creía que los Troubles acabarían en una mesa de negociación. Primero el IRA fue excluido pero luego se dieron cuenta de que no funcionará sin incluirlo.
Olvido de las víctimas
El Acuerdo, en el que EEUU tuvo gran relevancia, puso freno a la violencia descontrolada de la época de los Troubles (470 muertos en 1972), pero sigue latente, sobre todo porque no se ha realizado una reflexión sobre el daño causado, ni las víctimas han logrado justicia o reconocimiento. La mayoría de los más de 3.700 muertes quedaron impunes. Hubo más de 50.000 heridos. Ni los paramilitares unionistas ni los republicanos del IRA han condenado sus acciones.
«Suele pasarse por alto que el Acuerdo de Viernes Santo incluía concesiones a los extremos. Entre ellas, la excarcelación por delitos de terrorismo. Fue una humillación para la mayoría de la población pacífica. En suma, supone una legitimación de la violencia», afirma Rogelio Alonso, catedrático de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos y autor de Matar por Irlanda. El IRA y la lucha armada (Alianza Editorial).
Unos 400 presos, muchos de ellos con delitos de sangre, salieron de las cárceles en los dos años posteriores a la firma del Acuerdo de Belfast, en cuyas negaciones finales participaron el primer ministro británico, Tony Blair, el irlandés Bertie Ahern, Lord Trimble, en representación de los unionistas, junto a John Hume, del Partido Socialdemócrata y Laborista (SDLP). En 1998 Hume y Trimble, que se hizo el harakiri político con el Acuerdo, recibieron el Nobel de la Paz. Los unionistas más radicales liderados por Ian Paisley se quedaron al margen, mientras Gerry Adams, del Sinn Fein, y Martin McGuinness, lo avalaron. Hoy Adams defiende que «es el mayor logro en Irlanda del Norte en 100 años». Fue ratificado en referendum con un 71,12% a favor en el norte y un 94,3% en la República de Irlanda.
Es un fracaso de la campaña del IRA para expulsar a los británicos de Irlanda y que el Norte se convierta en un Estado unitario»
anthony mcintire, Historiador, ex IRA
Sin embargo, compañeros de la lucha de Gerry Adams, como Anthony Mcintyre, ex preso del IRA ahora reconvertido en historiador, mantienen que fue «el fracaso de la campaña del IRA para expulsar a los británicos de Irlanda y coaccionar al Norte para que se convirtiera en un Estado unitario». Si bien es favorable a la paz, discrepa con el proceso. Y critica que el IRA haya perseguido a sus críticos y no haya aclarado muchas de las muertes en las que participó.
En realidad, su reflexión, si se hiciera en voz alta, lleva a cuestionar el uso de la violencia, un ejercicio que no han hecho en Irlanda del Norte. Nadie consiguió lo que pretendía y muchos inocentes pagaron por ello. Al contrario, se ensalza a los terroristas de uno y otro lado en murales, en parques comunitarios, y se deja a las víctimas de lado. Y hay un muro de silencio, una negación de la memoria, que hace difícil que se construya una convivencia en paz.
«El precio ha sido muy alto. Las víctimas han tenido que ver como sus victimarios eran amnistiados. No pagaban por sus crímenes y eran recibidos como héroes y ocupaban puestos de poder político», indica el historiador Gaizka Fernández de Soldevilla.
El precio ha sido muy alto. Las víctimas han tenido que ver cómo sus victimarios eran amnistiados y recibidos como héroes»
gaizka fdez de soldevilla, historiador
Es cierto que ya no hay atentados continuamente, aunque sigue habiendo una violencia latente: en estos 25 años la policía norirlandesa ha registrado 2.706 tiroteos y se han desactivado 1.666 bombas. La última víctima ha sido el inspector de policía John Caldwell, que resultó herido tras ser tiroteado el 22 de febrero en Omagh por el Nuevo IRA. También están activos disidentes unionistas paramilitares.
Nada que ver con el centenar de muertos al año de la última década o de los casi 500 de 1972. Sin embargo, el gobierno británico ha elevado el nivel de alerta antiterrorista: por el temor a que algún grupo aproveche la fecha y por la visita del presidente de EEUU, Joe Biden, de origen irlandés.
Dos comunidades aún separadas
Las dos comunidades siguen viviendo de espaldas. Según el acuerdo, los ciudadanos de Irlanda del Norte pueden elegir ser británicos, irlandeses o tener las dos nacionalidades. Y podrían realizar un referéndum para unirse a la República de Irlanda. Es el objetivo del Sinn Féin, que sostiene que lo hará en un plazo de cinco años.
«Sigue siendo una región con dos comunidades totalmente divididas: católicos y protestantes. Están separados los colegios, los pubs… Los llamados muros de la paz son una muestra de esa división. Veinticinco años después no se han cerrado las heridas», añade Gaizka Fernández de Soldevilla.
El texto pactado hace 25 años preveía que las dos comunidades compartieran el poder. Pero, como son los partidos en los extremos, el Sinn Fein por parte de los republicanos católicos y el DUP, de los unionistas protestantes, los más favorecidos, el consenso resulta imposible en la práctica. Hasta 2007 no se formó el primer gobierno con el unionista radical Ian Pasley de primer ministro y Martin McGuinnes, ex IRA, de número dos.
El escollo del Brexit
La Asamblea y el Ejecutivo, que tienen su sede en el Palacio de Stormont, no están operativos cuando se celebra el aniversario. Desde febrero de 2022 el DUP se ha desmarcado porque no acepta que el primer ministro sea del Sinn Féin, que logró un escaño más en las últimas elecciones, y también rechaza los términos del Brexit y el Marco de Windsor, recién acordado entre el gobierno de Rishi Sunak y la Comisión Europea.
«Durante largos periodos en estos años las instituciones en las que ha de compartirse el poder han estado suspendidas y, cuando han funcionado, su trabajo ha sido muy pobre. Muchos unionistas creen que han sacrificado mucho por el Acuerdo de Belfast (la liberación de terroristas, que haya representantes del IRA en el gobierno y que se supriman los símbolos del estado británico de la policía). Ganaron que Irlanda del Norte siga siendo parte del Reino Unido hasta que se celebre un referéndum que diga lo contrario, y eso les parece poco», señala el periodista norirlandés Owen Polley.
La política sigue siendo fuente de tensión, sobre todo en este momento. La situación se puede agravar»
owen polley, periodista norirlandés
Para Polley, “la política sigue siendo una fuente de tensión, sobre todo en este momento, aunque las comunidades se han acercado. Cada vez más se identifican como norirlandeses, ni británicos ni irlandeses. Aún persisten los problemas y la tensión política puede aumentar y agravar la situación”. El Partido de la Alianza, el tercero más votado en 2022, que no se considera ni unionista ni nacionalista, demanda un cambio de los términos del acuerdo para reflejar los cambios en la sociedad. Según Mcintyre, “el ascenso del Partido de la Alianza es indicativo de la emergencia de un bloque transversal pero aún hay mucha polarización”.
Después del acuerdo se suprimieron las fronteras entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda. De ahí que el Brexit, que se rechazó por un 55,8% en Irlanda del Norte, introdujera un factor de desestabilización. Reforzó el deseo de los republicanos de separarse del Reino Unido y el temor de los unionistas de recibir un trato diferente por estar en la isla de Irlanda. Es decir, resurgía la cuestión identitaria en Irlanda del Norte.
Su aplicación estricta habría supuesto la implantación de fronteras de nuevo, lo que habría violado los términos del Acuerdo de Belfast. Tuvo que buscarse una solución imaginativa, que finalmente se plasma en el Marco de Windsor. El control se realizará en los puertos de Irlanda del Norte: habrá una vía verde para los productos que procedan del Reino Unido y estén destinados a Irlanda del Norte y otra roja para el resto, que serán sometidos a controles. Los unionistas del DUP siguen sin estar conformes, pero el Parlamento británico ya dio su visto bueno.
Aunque ese escollo parece superado, hay más obstáculos en el camino. Según Owen Polley, «como los grupos terroristas no han condenado el uso de la violencia en el pasado, ni han pedido disculpas apropiadamente, cada vez más gente joven cree que los crímenes que cometieron estaban justificados. Esa falta de reflexión hace que sea posible que vuelva la violencia».
Al historiador Gaizka Fernández de Soldevilla, le sorprende que no se haya hecho “un trabajo de prevención y memoria, como se ha hecho en Alemania, y se intenta en España. Hay que afrontar el problema de fondo, que es el sectarismo y el nacionalismo. Es una labor de la política institucional y no se hace. Esos monumentos que ensalzan a los terroristas de uno y otro lado es lo contrario de lo que se debería hacer”, concluye.
Las nuevas generaciones que no han conocido esa época de violencia endiablada de los Troubles tienen el reto de buscar consensos y construir el futuro tratando de entender al otro. La lección de aquellos años oscuros es que la violencia es estéril. Solo genera destrucción y cuesta generaciones recuperar la confianza y dejar atrás el odio.