Dana White, el magnate de las artes marciales mixtas, está detrás de Power Slap, un polémico programa que ha escandalizado a médicos, críticos y congresistas en EEUU
¿Aguantaría usted un tortazo con la mano abierta, sin moverse ni un milímetro antes del impacto, sabiendo que su rival puede concentrar toda su ira, rabia, desprecio y testosterona en el intento? ¿Y dos? ¿Y hasta tres? Diga que no, se lo ruego. Masoquismos, los justos. Pero en Estados Unidos todo es posible, y más si hay pasta gansa de por medio. La fórmula macabra se puso en marcha a mediados de enero como programa de televisión –Power Slap, emitido por la cadena TBS- y en solo ocho episodios ha levantado suficientes ampollas como para someterlo a estudio ante el Congreso de EEUU. No es para menos. Los críticos especializados no dan crédito. Se preguntan, no se sabe si con sorna o preocupación sincera, si lo siguiente serán navajazos en directo entre concursantes para divertimento del personal. Todo por la audiencia en una nación que hace tiempo que ha perdido los papeles.
A Dana White, el hombre detrás del grotesco espectáculo, la idea le parece perfectamente legítima y hasta más llevadera para los participantes que otros despliegues de violencia extrema como la UFC (Ultimate Fighting Championship), organización de la que es presidente. “Imbéciles”, espetó al ser preguntado sobre sus muchos críticos, recordando la época en que se le venían encima por defender las artes marciales mixtas, ahora en pleno auge en EEUU. En su programa los “atletas” reciben “de tres a cinco tortazos por evento”, que comparado con los “300 ó 400 golpes” que se lleva un púgil de boxeo, no es nada, razona. Y los que no quieran verlo, ya saben, que no miren, dice el promotor, que ha logrado amasar una jugosa fortuna personal estimada en 500 millones de dólares.
White explica que la idea se le ocurrió viendo vídeos por YouTube con tipos polacos y rusos sacudiéndose guantazos. “Me gustó de inmediato”, dijo convencido, grabando ocho episodios en Las Vegas, donde se celebran muchos de los combates de UFC. Además, los vídeos generaban tráfico a raudales, así que se puso manos a la obra para lograr la aprobación de la Comisión Atlética de Nevada. Después, TBS le dio el aprobado para empezar a emitirlo.
Ha levantado suficientes ampollas como para someterlo a estudio ante el Congreso
Hubiera visto la luz el 11 de enero, pero un vídeo del mismo White dándole tortazos a su mujer durante las celebraciones de Año Nuevo en Cabo San Lucas, México, obligó a posponer la emisión una semana. White se disculpó por la agresión a su esposa, echándole la culpa al alcohol.
La premisa de los ocho programas que se han emitido es simple. Los contrincantes se juegan a cara o cruz quién golpea primero y el que encaja el golpe, sin moverse lo más mínimo, tiene 30 segundos para recuperarse del impacto. Basta el primer “combate” del primer episodio para entender que no es tarea fácil. El hombre que recibe el manotazo se va inmediatamente al suelo y parece perder el conocimiento. Cuando vuelve en sí no sabe ni dónde está, atendido por médicos.
Kortney Olson, culturista y dueña de una compañía de propia, también perdió el conocimiento tras el golpe de su rival, que al verla en semejante estado no pudo evitar abrazarla y ponerse a llorar. “Fue una experiencia horrible”, explicó Olson. Será la última vez que lo participe.
Aluvión de críticas
White va muy en serio. Ha creado hasta cuatro divisiones por peso y espera que se vayan llenando las categorías. Su idea es que se luche por escalar posiciones en el ránking, como en otros deportes regulados internacionalmente. Pero de momento ya se ha encontrado con el primer problema serio. TBS anunció el martes la cancelación de la emisión tras recibir un aluvión de críticas. No son pocos los expertos que han advertido de los serios daños cerebrales para los implicados. Bennet Omalu, el prestigioso neuropatólogo nigeriano, no descarta que se produzcan muertes si siguen adelante. Lo considera un insulto a la inteligencia humana. “Es un deporte muy estúpido e inseguro. Es primitivo”, dijo. Bill Pascrell, congresista por Nueva Jersey, y Don Bacon, su homólogo por Nebraska, anunciaron en febrero la creación de un comité en el Congreso para investigar la legalidad del programa.
Es un deporte muy estúpido e inseguro. Es primitivo
No es el primero en los anales de la telebasura estadounidense donde la violencia es el principal reclamo. A la mente viene de inmediato la figura de Jerry Springer, el rey indiscutible en ese apartado. Su burdo despliegue de banalidad duró 27 años a punta de peleas en el plató con asuntos como incesto, infidelidades, celos, drogas o deudas pendientes de por medio. Un freak show en toda regla.
Su equivalente en versión latinoamericana lo comandó la peruana Laura Bozzo, otra presentadora tornada en fenómeno de masas que hacía pasar a sus invitados, sabedora de que se iban a liar a mamporros en cuestión de minutos. Y ahí residía el morbo del asunto. Los presentaba con una lindeza que se hizo famosa con el tiempo: “¡Que pase el desgraciado!”, exclamaba, refiriéndose siempre a un marido cornudo, un novio despechado o especimen similar que se veía obligado a tratar de defender su orgullo en mitad del plató, pese a que no alcanzaba ni a colocar media torta antes de que se le echaran encima dos armarios empotrados -los guardaespadas que tenía Bozzo a su vera-, listos como perros de presa para echarse sobre sus enclenques capturas y devolver cierto orden a semejante circo televisivo. White ha conseguido llevarlo al siguiente nivel.
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