Han pasado 23 años desde aquel día. Más de dos décadas en las que muchas cosas han cambiado, otras están en proceso de hacerlo y en algunos casos, continúan como entonces. La Euskadi de 2000 en poco se parece a la de 2023. Entre una y otra un elemento la ha transformado de modo radical: la desaparición de ETA. Pero entre una y otra, su rastro por sanar sigue en proceso de curación, sin que los posos de odio alimentados durante tantos años terminen por desaparecer. Esta mañana se escenificará en el Parlamento Europeo ese viaje en el tiempo, esa transformación inacabada desde el terror y el odio a la paz herida.
En diciembre de 2000 el Parlamento Europeo concedió a un grupo de ciudadanos compuesto por escritores, periodistas, profesores universitario o artistas el premio Sajarov a la libertad de conciencia. No era un premio menor. Nunca hasta entonces un movimiento de rebeldía cívica lo había recibido. Hacía apenas dos años que habían comenzado a reaccionar, a movilizarse cansados del silencio, del miedo y la amenaza. Llamarían a su movimiento «¡Basta Ya!».
En la entrega del galardón, del reconocimiento a esa movilización ciudadana en una Euskadi azotada por el terrorismo, el filósofo Fernando Savater describió a los representantes comunitarios lo que ocurría en el País Vasco a finales de los años 90: «Los terroristas no son extraterrestres llegados de otro planeta para hacer el mal sino jóvenes educados en el fanatismo étnico, en el odio a más de la mitad de sus conciudadanos».
Tarea por hacer
Esta mañana el Parlamento europeo inaugurará una muestra en Bruselas en la que se recordará lo vivido, lo luchado y lo que sigue pendiente. «Hay que recordar qué fue «¡Basta ya!» y qué pasó entonces porque en el posterrorismo vasco las heridas no están cerradas», recuerda una de las impulsoras de aquel movimiento, Maite Pagazaurtundua. La europarlamentaria asegura que quienes en aquellos años respaldaron «La industria masiva del amedentramiento ahora blanquean el pasado». Pagaza recuerda cómo movimientos como los que representó !Basta Ya!, que se disolvió en 2005, «nos enseñan la importancia del compromiso y la existencia de identidad de odio en Europa».
‘¡Basta Ya!» representa el activismo pacífico ante la amenaza total de la libertad y los derechos individuales, además de la «irreverencia» frente al totalitarismo. Una reacción llevada a cabo en forma de manifestaciones y posicionamientos políticos contra la primacía de odio: «Cualquiera que molestara en el proyecto por una Euskadi independiente era acosado, perseguido y, en muchos casos, asesinado».
Un movimiento que tomó impulso en particular tras el proceso de «socialización del sufrimiento» impulsado por ETA y su entorno y que tuvo a los sectores y formaciones constitucionalistas en el punto de mira de sus acciones criminales, recuerdan. La situación se complicó sobremanera tras la reacción social por el asesinato de Miguel Angel Blanco en julio de 1997 y la posterior reacción del nacionalismo con el ‘Pacto de Lizarra’, en septiembre de 1988, «un pacto entre nacionalistas con ETA en el que se pretendía lograr la paz, dejar de asesinar constitucionalistas, pero mediante su ‘muerte civil’, dejarles sin derechos políticos».
Un ‘Túnel del odio’
El 19 de febrero de 2000 se celebró la primera manifestación organizada por ¡Basta Ya! Reunió a 10.000 personas en San Sebastián bajo el lema «Por la libertad, ETA fuera». Después llegaron iniciativas como el manifiesto «Aunque», denunciando el carácter antidemocrático de las elecciones de 2003 por las circunstancias de odios, coacción y amenaza en la que debían concurrir las formaciones constitucionalistas.
Esta mañana la presidenta del Parlamento, Roberta Metsola, inaugurará la muestra, con el ‘Túnel del odio’, una experiencia sensorial que recrea el clima vivido en aquellos años en el País Vasco y que ha sido comisionada por José Ibarrola, hijo del escultor Agustín Ibarrola, miembro destacado de ‘¡Basta ya!’. Además, se celebrarán dos mesas de debate en la Eurocámara: ‘El activismo amenazado: escoltados y escoltas» y ‘El arte de los valientes: ética y estética de ‘¡Basta ya!».
Pagaza ha denunciado que aún quedan muchas heridas por sanar, como «la vergüenza moral»: «Es un tema pendiente». Asegura que los límites que en forma de ‘líneas rojas’ se intentó poner en el Parlamento Vasco para aprobar un suelo ético aún no son aceptadas por la izquierda abertzale: «Es más, las quieren poner ellos, realizando actos que enlatecen a los terroristas por haberlo sido».
Ha subrayado que recordar episodios como los vividos por ¡Basta Ya! en su lucha contra la cultura del odio es necesario: «Porque nos enseña que podemos comprometernos, que incluso en situaciones difíciles se puede. Tenemos que intentar dejar las cosas mejor que como las hemos encontrado».