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Brasilia, escenario de una fiesta amenazada

El Rolls Royce presidencial avanza lento, casi aburrido, sobre el asfalto mojado. Unos cuantos curiosos observan la escena, pero son muchos ms los responsables de seguridad que controlan cada detalle en este viernes de tensin. Es el ensayo de la ceremonia de cambio de mando presidencial del domingo 1 de enero en Brasilia, una fiesta que es centro de amenazas, una fiesta en la que chocarn dos visiones de Brasil: la de Jair Messas Bolsonaro, presidente saliente, y la de Luiz Incio Lula da Silva, el jefe de Estado entrante.

Son das en los que las sirenas y alarmas suenan con frecuencia en las calles de la capital de la primera potencia econmica de Amrica Latina. Y no deba ser necesariamente as.

Fundada en 1960 merced al impulso visionario del entonces presidente, Juscelino Kubitschek, Braslia era una ciudad que deba facilitar un pas mejor, un hombre mejor. Se crea que su diseo arquitectnico y organizacional impactaran favorablemente en la sociedad. Asombrosa, nica, en Brasilia el hombre queda en segundo plano ante lo grandioso y lo simblico. Todo estuvo pensado para que la nueva capital fuera el catalizador de un Brasil que dejara atrs sus grandes problemas y se encaminara a una inevitable grandeza. No se puede decir que el plan haya funcionado.

“Tenga cuidado este 1 de enero. Lo que se escucha es que hay gente que va a intentar crear una gran confusin. Puede ser peligroso”, advierte Marcio, de 32 aos, en una gasolinera a pocos metros de la central de la Polica Federal, atacada hace tres semanas por grupos bolsonaristas extremos.

La ciudad ubicada en el Planalto, una planicie elevada en el centro del pas, es mirada en estos das con aprensin por muchos brasileos. No se sabe si Lula desfilar en ese Rolls Royce con el techo descubierto, porque los peligros son evidentes. Tampoco se sabe quin le entregar la banda presidencial por tercera vez en su vida al veterano lder de izquierdas, de 77 aos. Lo que s se sabe es dnde estar Bolsonaro: en Estados Unidos, pas al que vol este viernes en un avin de la Fuerza Area Brasilea (FAB). As, el presidente en ejercicio abandon su pas y sus obligaciones en las ltimas 48 horas de su mandato.

Bolsonaro, que desde su ajustadsima derrota en la segunda vuelta del 30 de octubre apenas habl, se extendi este viernes en un “live” de 50 minutos que en cierto modo reflej cmo llega al final de su gobierno: mal enfocado y difcil de seguir merced a fluctuaciones en la conexin de Internet. El an presidente se preocup por dos cosas: darle esperanzas a su electorado, aunque sin desvelar su propio futuro, y medir sus palabras para evitar sumar problemas a los que tendr con la justicia una vez que sea ex presidente.

“Nada est perdido”, dijo. “Brasil no se agotar este 1 de enero”, aadi. “Brasil no sucumbir, cranme”, insisti. “Se ha perdido una batalla, pero no perderemos la guerra”, prometi.

En ciertos momentos de su discurso, con tono de despedida, a Bolsonaro se le llenaron los ojos de lgrimas. Calific de “pacficas” las manifestaciones de bolsonaristas frente a cuarteles militares pidiendo la intervencin de las Fuerzas Armadas para que Lula no asuma la presidencia, pero fue enftico al buscar distancia con el empresario George Washington de Sousa, que das atrs intent hacer explotar un camin de combustible cerca del aeropuerto de Brasilia.

“Nada justifica este intento de acto terrorista aqu, en el aeropuerto de Brasilia. Nada lo justifica. Un elemento que fue pillado, gracias a Dios, con unas ideas que no estn en consonancia con ningn ciudadano. Ahora masacran al tipo a todas horas tildndolo de bolsonarista. As le trata la prensa”, se quej Bolsonaro.

El hecho impact fuertemente en la ciudad, que este domingo por la tarde ser sede del “Festival del futuro”, una serie de conciertos con grandes nombres de la msica brasilea y que se espera que congregue hasta 300.000 personas. Otra vez: el plan apunta a una fiesta, pero la realidad ofrece sombras.

En la radio, la televisin y las redes sociales se escucha a Paulo Tavares, presidente del sindicato de trabajadores de gasolineras, dando consejos a la poblacin y, sobre todo, a sus compaeros de trabajo.

“Pido a los trabajadores de las gasolineras estn atentos por si alguien compra ms de lo que necesita, por si un camin se lleva ms gasolina de la normal”, dice, mientras la televisin sobreimprime nmeros telefnicos para denunciar cualquier hecho.

Y qu hacer ante un paquete sospechoso?, se pregunta tambin la televisin: “No tocarlo. Y llamar a la polica”.

Mientras eso sucede, Lula sigue trabajando hasta el ltimo minuto en el armado de su gobierno. O quizs deba decirse mega gobierno, el gobierno ms grande de la historia del pas: 37 ministros, la misma cantidad que tuvo Dilma Rousseff. Bolsonaro gobern con 23.

El reparto de ministerios es el arma del prximo presidente para asegurarse el apoyo de la amplia y por momentos contradictoria coalicin de partidos que lo llev al poder. Lula, un pragmtico que disfruta vendiendo optimismo, le encontr el lado positivo a la inflacin ministerial: “Tendr 11 ministras, nunca hubo tantas en la historia de Brasil”.

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