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“Creo que no voy a volver, la política es una etapa de mi vida que ya pasó”

A Eduardo Madina (Bilbao, 1976) las entrevistas, dice, le pillan desentrenado. Lleva más de cinco años observando desde fuera, opinando con prudencia y sentenciando sólo cuando le apetece o cuando la actualidad se desboca.

Tras muchos años en política, dejó su acta como diputado socialista en 2017, después de chocar varias veces contra el actual presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Desde entonces ha trabajado en Kreab, primero, y ahora en Harmon, dos consultoras de comunicación.

Fue conocido como el joven socialista al que con 26 años ETA no le quitó la vida de milagro. Es el que quiere que no nos olvidemos de la Historia porque si lo hacemos perderemos como sociedad. Madina está convencido de que «los futuros son más sólidos cuando hay memoria», cuando no nos resguardamos en el olvido.

Asegura que sigue votando al PSOE y que los ciudadanos se han vuelto cada vez menos exigentes con los políticos. También es muy crítico con la falta de seriedad a la hora de hablar y la volatilidad de las palabras. Confiesa no sentirse orgulloso de su generación política, ya fuera de juego, y alerta de un intercambio generacional a la inversa. No lee a quien le cae realmente mal, vivió obsesionado con La Maga y ahora está enamorado de Agota Kristof.

Su amigo Borja Sémper le prometió muchas veces que no iba a volver a la política y él le ha devuelto siempre la misma promesa.

Pregunta.- Lleva unos años trabajando en comunicación. ¿Se puede salir de verdad de la política?

Respuesta.- Nosotros trabajamos sólo con empresas privadas, no hacemos nada que tenga que ver con política, lo que me aleja de la vida anterior que tuve hasta el año 2017, cuando decidí dimitir del Congreso de los Diputados.  La verdad es que ahora, trabajando para otros y junto a equipos que trabajan para otros, se ve todo mejor. He ganado perspectiva y veo las cosas con algo más de nitidez. No sé, la política ha cambiado tanto que ya… casi que te diría que la que yo viví se me está empezando a olvidar.

P.- Pero sólo han pasado 5 años.

Mi generación se ha ido, están todos fuera, y se están empezando a producir sustituciones generacionalmente inquietantes»

EDUARDO MADINA

R.- Mucho, mucho ha cambiado. Podría establecer hilos de continuidad entre finales de los 90, cuando yo tenía mi trabajo y estudiaba pero era militante activo, y luego toda mi etapa en el Congreso, la dirección del PSOE, las primarias… Podría establecer hilos conductores con todo aquello pero ahora me pierdo. Hay un cambio en el lenguaje, mucha rotación de liderazgos y mi generación se ha ido, están todos fuera. Está fuera Pablo Casado, Pablo Iglesias, Albert Rivera…

Todos estábamos llamados a las direcciones de los partidos y sólo queda el actual presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y se están empezando a producir sustituciones generacionalmente inquietantes. Pablo Casado ha sido sustituido por un señor como 20 años más mayor, es un poco… No sé si estoy muy orgulloso de mi generación política.

P.- ¿Su amistad con Borja Sémper es la última buena relación entre el PP y el PSOE?

R.- Ahora mismo, en 2023, está completamente descartado que haya buena relación entre ambos partidos. Demasiadas elecciones juntas como para producir climas de encuentro. Es verdad que la parte más conocida de mis relaciones con dirigentes del PP ha sido Borja Sémper antes de que volviera a la política… Me prometió muchas veces que no lo haría y ha vuelto.

P.- ¿Le parece mal?

R.- Me parece bien. Él pierde pero su partido y la política ganan. Me parece que es un perfil con el que el PP ha acertado y que si sigue siendo él mismo la política nacional ganará. Pero más allá de mi relación con él, en mi etapa en el Congreso de los Diputados he tenido una relación muy buena con Soraya Sáenz de Santamaría o con Fátima Báñez, la primera línea de la dirección del PP antes de gobernar con Rajoy y después. Nos llevábamos muy bien, había muy buena relación y era importante tenerla porque luego las conversaciones políticas son más fáciles cuando piensas bien de la otra persona.

Dicho esto, sólo grandes pactos de Estado que trascienden al PP y al PSOE, con otros partidos, sindicatos, empresarios… nos sacarán de los desafíos que tenemos como país: la demografía, la natalidad, la digitalización, la globalización, los problemas económicos… Porque todo eso es difícil hacerlo por 176 contra 174, así que ojalá un día los climas de acuerdo que un día hubo vuelvan a la política. 

P.-¿Le ha prometido a Borja Sémper muchas veces que no iba a volver a la política?

R.- Te la he puesto fácil. Creo que no voy a volver, que ya fue un ciclo largo de política nacional. La diferencia entre Borja Sémper y yo es que a él la política nacional le faltaba, tenía la espinita clavada de probar y lo va a hacer bien, estoy seguro. No le voy a votar nunca, voy a votar al PSOE, pero creo que lo va a hacer bien. En mi caso la política es una etapa de mi vida que ya pasó. 

P.- Con él escribió Todos los futuros perdidos (Plaza & Janés) sobre la necesidad de no olvidar el terrorismo de ETA. 

Buscando sueños propios algunos no dudaron en producir pesadillas ajenas y lo hicieron durante cinco décadas no durante cinco horas

R.- Sí, fue una propuesta que nos hizo Plaza & Janés para aportar en la balanza de la memoria frente al olvido, que es muy tentador, que es un truco fácil que a veces nos juega la Historia para que nos olvidemos de ella. Sigo pensando que la Historia no tiene que impedir el pasado y sobre todo no tiene que impedir el futuro pero creo que los futuros son más sólidos cuando hay memoria. 

Creo que el de ETA es un pasado que conviene no olvidar porque buscando sueños propios algunos no dudaron en producir pesadillas ajenas y lo hicieron durante cinco décadas no durante cinco horas.

P.- Tras el atentado aseguró que no sentía odio ni deseos de venganza. ¿Cómo se sobrevive sin odiar? 

R.- Fíjate, creía que estaba más en las preguntas que en las respuestas. Aquella frase la quise clavar en la primera rueda de prensa que di después del hospital, después del atentado, porque me parecía que había nacido y habitado en un ecosistema muy recargado de odio y hacer un alegato en aquella tribuna a favor de la convivencia me parecía que tenía… Que era mejor en aquel momento.

El año 2002 fue una etapa muy dura, con ETA muy activa y muy fijada en los socialistas vascos. Cada vez nos daba más dentro y más abajo y pensé en un discurso a favor de la convivencia en una Euskadi que se estaba partiendo por la mitad. Me parecía que era aportar algo positivo desde el lugar más feo que he estado nunca. 

P.- ¿Cómo se le cuenta a un hijo que él casi no existe porque usted casi no está?

R.- Fue mi gran pregunta durante mucho tiempo porque por las lesiones obviamente lo iba a ver y había que ir llegando al relato exacto de las cosas que sucedieron en un país que ya no existe, porque él nace en 2009 y ETA declara el cese definitivo en el año 2011. Toda su construcción de la conciencia es sin la violencia terrorista de ETA. 

Se le cuenta con el cuidado de no querer colocar sobre sus hombros más peso del necesario pero tratando de que sea consciente del lugar donde viene su padre y la familia de su padre. Porque por azares del destino él está vivo de milagro, igual que yo, así que debe ser consciente de eso. De hecho lo es. Vive con ello pero sin que esté recargando esa mochila más de lo necesario. Prefiero una vida libre, con consciencia de lo que sucedió pero que sea una vida normal y una vida plena en una España que afortunadamente ya no tiene terrorismo.

P.- “Desde los orígenes del humanismo, nunca la naturaleza subjetiva de una idea se situaba por encima de la naturaleza objetiva de una vida. Sin embargo, en el lugar del que yo vengo hubo un gran fallo del sistema de valores: muchos pensaron que las ideas propias valían más que las vidas ajenas. Es algo contracíclico a los últimos siglos europeos que ahora volvemos a ver en Ucrania. ¿Por qué nos pasa esto una y otra vez?”, le preguntó usted a Irene Vallejo. ¿Por qué nos pasa?

En Euskadi hubo gente que creyó que sus ideas eran más importantes que nuestras vidas»

R.- No lo sé pero en Euskadi desde luego se produjo un fallo del sistema de valores que viene desde los orígenes del humanismo en Europa y que básicamente dice que la realidad humana tiene un sujeto que es el hombre y la mujer. Ese humanocentrismo, ese respeto a la vida humana, en Euskadi empezó a ser menos importante para algunos que sus propias ideas de tal manera que hubo gente que creyó que sus ideas eran más importantes que nuestras vidas. 

Así que ese sistema de autolimitación que es en el fondo el humanismo falla una y otra vez, falla en Ucrania en forma de guerra, falló en Euskadi en forma de terrorismo y ha fallado muchas veces. El siglo XX es un fallo en el sistema general en Europa y no sé por qué pero es una de las grandes preguntas que nos hacemos, de las grandes dudas que tenemos y de los grandes elementos inquietantes en el paisaje de nuestra vida. 

Formamos parte de una identidad humana que una y otra vez se tropieza. Bueno, yo vengo de ahí, del País Vasco, y en realidad toda mi construcción ideológica es de ese fallo del sistema. Toda mi vida fue construirme para evitar eso y conocer el alcance de mis ideas, enamorado como he estado muchas veces de ellas, enamorado hasta el punto de sentirme deslumbrado por alguna de ellas, nunca las he visto colocadas por encima de ninguna vida y siempre las he visto disponibles para quien no las comparte. Fue un poco mi guía en política y me parece que es una buena guía.

P.- ¿Se rompe el sistema de valores o se crea un sistema de valores erróneo?

R.- Creo que el tiempo en el que vivimos, la época que nos ha tocado, no debería arropar este tipo de expresiones de violencia después tantos siglos en los que hemos experimentado el viaje que esto trae y las consecuencias que llegan con él. Pero una y otra vez repetimos el mismo fallo. La memoria tiene que ver, la educación tiene que ver, las hegemonías de valores también tienen que ver y por eso creo que los sistemas democráticos son aliados nuestros, los sistemas de contención y de autolimitación de un sistema democrático ordenan la convivencia a través de limitaciones múltiples pero no siempre funcionan. Bueno, que no tengo la respuesta.

P.- Dice Javier Gomá, en la primera entrega de esta serie de entrevistas, que nos educan para ejercer y no para ser.

R.- Nos educan más para el verbo hacer que para el verbo ser, hasta el punto de que el modelo muchas veces confunde lo que hacemos con lo que somos. Somos y nos definimos en parte por lo que hacemos de tal manera que el verbo ser ocupa menos espacio del que debería. 

Creo que atravesamos una revolución tecnológica que no necesita de muchos más ingenieros pero necesita de muchos más filósofos y humanistas y filósofas y mujeres humanistas porque les necesitamos para interpretar nuestros códigos de valores. Esta revolución, que es el impacto potencial de la revolución industrial elevado a la m en capacidad de impacto en la vida humana, requiere de códigos de valores, de deontología humana, de ética mucho más que de logaritmos. 

Los logaritmos ya los tenemos, la inteligencia artificial ya la tenemos, la robótica la vamos a tener. Todo eso va a estar, es cuestión o de tiempo o de mucho tiempo pero lo que no podemos perder son las guías de valores con las que interpretar este proceso de transformación. Más verbo ‘ser’ ahora que los algoritmos, la robótica y la inteligencia artificial parece que tienen mucha capacidad para ‘hacer’.

P.- Ya no sólo con ETA. ¿Qué nos pasa como sociedad que olvidamos tan rápido? Un político dice hoy una cosa y mañana la contraria y no pasa nada, sus votantes le compran la contradicción.

Da igual decir hoy una cosa y mañana la contraria porque no penaliza en términos electorales, las palabras prescriben rápido y casi ningún tema asienta mucho tiempo

EDUARDO MADINA

R.- Creo que el lenguaje político prescribe más rápido que nunca, que la vida útil de las palabras en política es la menor que hemos visto en los últimos 40 años en democracia. Creo que se asientan pocos temas y que hay mucha rotación de contenidos, que parece que el código del ciclo acelerado de la información ha atrapado también al ciclo de la conversación y que así se sientan pocas cosas por lo que hay una alta capacidad por parte de los dirigentes políticos para cambiar la conversación. Sobre todo aquellas que les incomodan. 

En términos de país asientan pocos asuntos, nos la jugamos en tres o cuatro cosas y no hablamos de ellas. Lo que vemos en los medios de comunicación, lo que media entre los políticos y la ciudadanía, que cada vez exige más rotación de contenidos y eso la política lo ha hecho suyo, es consciente de que este es el lenguaje de esta época y lo utiliza y en algunos casos para sus fines muy bien y de manera muy eficiente.

P.- ¿Es culpa de los medios de comunicación?

R.- De todos, del tiempo que nos ha tocado. Esta velocidad a la que vivimos es también la velocidad con la que nos informamos y es la velocidad con la que reclamamos nuevos asuntos y con la que olvidamos lo que ocurre. De tal manera que ha muerto el principio de contradicción, da igual decir hoy una cosa y mañana la contraria porque no penaliza en términos electorales, las palabras prescriben rápido y casi ningún tema asienta mucho tiempo.

P.- ¿Somos además menos exigentes con nuestros políticos?

R.- Sin niveles bajos de exigencia Bolsonaro no es posible, Trump no es posible, Le Pen no es posible, Santiago Abascal no es posible y seguramente expresiones de extrema izquierda de alto valor nacionalista de toda Europa tampoco serían posibles. Los populismos estos que tanto analizamos sólo son posibles con sociedades que bajan el nivel de exigencia. Si fuéramos una sociedad que eleva mucho el nivel de exigencia en términos éticos, políticos, programáticos, en términos de valores de principios, muchos de los fenómenos políticos que están sucediendo en el mundo entero no serían posible.

P.- ¿Y por qué y desde cuándo somos menos exigentes? 

Si fuéramos una sociedad con un alto nivel de exigencia en términos éticos, políticos, en términos de valores de principios, muchos de los fenómenos políticos que están sucediendo no serían posible»

R.- No lo sé. No sé por qué nos estamos especializando en ser menos exigentes porque los desafíos del país son altos, no son menores que hace 20 o 15 años. De hecho creo que si sumamos revolución tecnológica, aceleración en el ciclo de la globalización, desplazamiento de transiciones hacia el Pacífico, guerra de Ucrania o contexto económico la ecuación nos da el escenario más difícil en muchas décadas y las necesidades más difíciles en muchas décadas. 

Si además sumamos problemas de natalidad, más envejecimiento de la población, más pérdida de peso productivo en términos industriales de Europa y de España, la ecuación debería hacernos subir mucho el nivel de exigencia, debería hacernos pensar más veces todavía nuestro voto y el mensaje que les enviamos a nuestros representantes para que trabajen conscientes de que nuestro nivel de exigencia es alto. Y sin embargo hacemos lo contrario.

P.- Hemos pasado de anhelar los gobiernos de coalición de otros países a pensar que estamos mejor en el bipartidismo. ¿Tenemos cada vez peores políticos?

R.- A principios de los años 80 el número de afiliados en toda España a partidos políticos rondaba más o menos los 4 millones de personas, de unos 39 millones de habitantes en aquel momento. En la última declaración de la renta del año 2022 de un país de 48 millones de habitantes sólo 380.ooo personas declaran pagar cuotas. Es decir, parece un poco la hora de la verdad, en el momento en el que tu cuota desgrava lo apuntas, claro. Como si das dinero a una ONG o a cualquier otra asociación.

Hoy la política elige entre menos capital humano que nunca»

EDUARDO MADINA

Por otro lado, se ha producido en estos 40 años la mayor evolución en renta per cápita de toda la historia, entre el año 82 y 2023. No hay un precedente de algo similar. También, el mayor descenso en movilización y participación política organizada seguramente de los países de nuestro entorno. Hay muchas tesis doctorales que demuestran la relación o correlación entre la mejora de la renta y la disminución de las necesidades aparentes con las caídas en la participación. Así que creo que la política elige entre menos gente que nunca, esa es una de las claves. La segunda, creo que tenemos muy poca transferencia de talento entre el sector público y el sector privado porque ha habido 40 o 50 jetas, eso que conocemos como puertas giratorias y han cerrado por completo esta transferencia.

Así que hoy la política elige entre menos capital humano que nunca, muchos de los fenómenos que vemos y de las quejas que escuchamos a nuestro alrededor sobre el nivel de la política en parte tiene que ver con eso. Ojalá todos los partidos pudieran elegir entre 4 millones y no entre 400.000, seguramente el margen de error sería menor. 

P.- ¿Habría dimitido alguien con el escándalo de los trenes si no estuviéramos ya en campaña electoral?

R.- Igual no porque no es una legislatura en la que haya habido muchas dimisiones. Hombre, hubo al principio Maxim Huerta y alguien más pero no, si tuviera que apostar te diría que no.

P.- ¿Tendría que dimitir Irene Montero? Dijiste en la radio que te parecía vergonzoso que la dejasen sola con la ley del ‘sólo sí es sí’. También dejaron sola a Pilar Llop al dar explicaciones en el Congreso. 

R.- Es verdad, a Llop también. Lo dije en una tertulia de la Cadena Ser y mi intención era hacer un recuerdo de algo evidente pero que daba la sensación de que se estaba olvidando: las leyes son colegiadas, pertenecen al conjunto del Consejo de Ministros y pertenecen al conjunto del trámite legislativo que es un gobierno, una mayoría parlamentaria, grupos parlamentarios… 

Tuve la sensación aquellos días de que era Irene Montero sola la que decidió una mañana colocar en el BOE una ley»

Eduardo madina

Tuve la sensación aquellos días de que era una persona sola la que decidió una mañana colocar en el BOE una ley que de repente había producido no sé cuántas revisiones de condena, que me parece un error brutal, y no sé cuántas personas que salieron antes de la cárcel condenadas por agresiones sexuales y yo quería recordar que en mi etapa política las leyes eran colegiadas y me parecía que lo seguían siendo. 

En realidad, era una apelación para que ya que hicieron juntos la ley salieran juntos con un acuerdo de la reforma que esa ley necesita. El impacto ya es relativo porque la retroactividad positiva de las personas que se han visto beneficiadas no tiene solución pero desde el momento que entre en el BOE en adelante pues algo hace y me parecía que era mejor que lo hicieran pronto y por acuerdo que tarde y por desacuerdo.

P.- ¿Y qué pueden hacer con ‘Tito Berni’?

R. – Todo indica que estamos ante un caso de corrupción en el Congreso, mezclado con tintes tan chuscos que si lo proyectamos a planos de ficción es fácil pensar en una nueva de Torrente. Creo que la institucionalidad del Congreso y la del grupo parlamentario socialista que tiene muchos años de historia merecen recuperarse de un personaje tan vergonzoso como este.

P.- Ha sido muy crítico con la situación de la sanidad en Madrid ¿El problema es sólo madrileño o es un problema nacional?

R.- Es un asunto de país que tiene lugares con menos intensidad y con más intensidad, unos que lo sufren más y unos que lo sufren menos. Normalmente tiene que ver con comunidades autónomas que invierten más por habitante o menos por habitante y Madrid es la que más está recortando en inversión directa por habitante. Diría que en el fondo es un modelo que el PP ensaya en Madrid porque sabe que no le va mal, lleva 25 años gobernando, por tanto parece que la gente en Madrid está votando un modelo desde hace ya bastante tiempo. No es que hayan estado siempre en la oposición y en cuatro años estén haciendo esto, llevan casi 30 por lo tanto es un modelo asentado.

Es un asunto de país, sin cohesión social este es un país que iría mucho peor y no habría tenido el recorrido de las últimas cuatro décadas y la cohesión social se produce básicamente con ejercicios distributivos vía educación y vía sanidad y conviene no generar brechas sociales en el acceso a la salud ni a la educación en función de la renta.

Madrid juega con fuego en el campo de la cohesión social y hay una realidad en el acceso a la salud en función de la renta que se está empezando a instalar casi que diría como un elemento distintivo en la sociedad madrileña. Dicho esto, el problema es del país entero.

P.- Ahora trabaja para una empresa privada. ¿Qué opina de la crítica del Gobierno a los empresarios y las empresas, de esta narrativa de buenos y malos constante?

R.- La entiendo desde el punto de vista de la dialéctica de la política pero aterriza mal en la realidad. Habrá ciudadanos que lo compren y otros que no pero la realidad es que este es un país que sin trabajadores y trabajadoras, sin sindicatos, sin medios de comunicación, sin partidos políticos, sin empresas funciona mal y una correcta relación entre los políticos y todo lo demás es una buena señal de país.

Hay empresarios que lo han hecho todo mal: sí. Hay empresarios que lo han hecho todo bien: también. Igual que los políticos. Hay de todo en todos lados. Los medios de comunicación, los partidos, los sindicatos…no están exentas de tener dentro de todo, son realidades plurales.

P.- Trabaja en una empresa que no requiere de presencialismo y que fomenta la semana de 4 días. ¿Vamos hacia ese modelo o es utópico?

En el futuro tendremos una jornada de 4 horas con indicadores de productividad altos, con modelos flexibles y presencialismo cero»

EDUARDO MADINA

R.- Nosotros hemos tomado una decisión como modelo que es la flexibilidad total, no tienes que venir a la oficina si no quieres y puedes trabajar desde donde quieras, tenemos una persona en Gambia y otras en Barcelona. No estamos a favor del presencialismo clásico, este es un modelo nuevo que queremos ensayar en esta empresa en la que somos 80 personas .

¿Cuál es el futuro? Una jornada de 4 horas con indicadores de productividad altos, con modelos flexibles y presencialismo cero y con alto rendimiento profesional por captación de talento, este es el futuro que por lo menos nosotros nos plantemos y creo que va a ir cada vez ocupando más espacio, es decir, el modelo de 8 horas presencial sin moverte de la oficina y poco productivo está ya viejo.

P.- ¿Nuestros hijos trabajarán 4 horas al día y desde dónde quieran?

R.- Sí, se deslocalizarán geográficamente y tendrán altas demandas de productividad. Habrá que ser más productivos y estar menos presentes y es un modelo que a mí me gusta, el contrario es más feo, mucho presencialismo y menos productividad.

Las famosas 40 horas en las que estamos metidos desde hace ya 100 años, desde las primeras luchas del movimiento obrero, de 8 horas al día para trabajar, 8 horas para descansar y 8 horas para vivir creo que tiene segundas y terceras vueltas y no va a tardar en darse una más y creo que vamos a ir ganando cada vez más horas para nosotros y más libertad de movimiento.

P.- Leo que no soporta ni a Morrissey ni a Houellebecq, ¿no separa al autor de la obra?

R.- Soy capaz de diferenciar obra y autor pero con algunos señores, con poquitas señoras, me cuesta más. Creo que tiene que ver que me cae muy mal y claro pues la obra queda ensombrecida, tengo que hacer un esfuerzo terrible. 

No te puedo dar nombres porque manchamos la entrevista. Bueno, Houellebecq es uno, pero hay más autores con los que me pasa, que no tengo cuerpo para hacer el esfuerzo. Es que hay tanto que leer de gente que me interesa donde coincide que me gusta su obra y no tengo reparos con la persona que al final el tiempo para leer y disfrutar del cine y la literatura es limitado y prefiero invertirlo en sitios donde esté cómodo.

P.- ¿Dónde está cómodo?

R.- Últimamente con Pierre Michon, que leo y releo porque me parece que es una especie de orfebrería de las palabras de la que me he enamorado un poco. También me gusta muchísimo Agota Kristof, cuya obra es limitada y de la que un amigo mío, el poeta Antonio Lucas, me dice que hay que tener valor para andar leyéndola tanto pero que me encanta. Estos dos destacan de manera significativa.

P.- Y en Cortázar.

R.- Me obsesioné con Cortázar. Lo leí entero. Tenía 20 años, lo descubrí en la universidad y me enganché de una manera loca, todo mi entorno acabó harto de mi porque lo regalaba mucho y hablaba mucho de ello. Me pareció un juego precioso y me enamoré de aquel libro, de Rayuela. Durante unos años lo leí obsesivamente y me pasó que me empezaban a parecer todos los libros menores, que solo me gustaba lo que ese señor escribía y me lo leí todo. Y al boom que iba con él.

P.- ¿A Vargas Llosa también?

R.- Sí, La ciudad y los perros. Luego deje de leer sus libros.

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