«La caridad existe para sustentar a aquellos hambrientos de la tierra a los que algún día alguien dejó de amamantar, los excluidos», explica Angélica Lidell (Figueres, Girona, 1966) en la presentación de Caridad, una aproximación a la pena de muerte dividida en 9 capítulos, la obra que se estrena este fin de semana en el festival Temporada Alta en Girona.
Dramaturga, poeta, directora de escena y actriz, Lidell aborda de esta manera la inmoralidad y complejidad de una fábula romana cuyo significado ha ido mutando con el tiempo. «El perdón mide el grado de madurez de una civilización, implica la aceptación total de la naturaleza humana, incluida la maldad, que no es más que una gran concetración de sufrimiento.
«Su historia no solo me ha conmovido sino que me ha obsesionado durante mucho tiempo. La mujer inmoral que alimenta al homicida, aceptando la naturaleza humana en su totalidad. Siempre hay algo en su representación que nos convulsiona, que nos pone a prueba, aunando el Eros y el Tánatos. Esa mujer que con el acto de amamantar a su padre condenado a muerte es capaz de neutralizar la ley. Esa es la conmoción que también busco, llegar hasta el punto de deponer la ley con la expresión estética».
En esos pantanosos terrenos que bordean los límites de la tolerancia, vuelve a sumergirse la ganadora del Premio Nacional de Literatura Dramática en 2012. «El artista se parece mucho más a un criminal que a un juez», defiende Lidell, que reivindica la libertad ajena a las normas establecida que debe primar en el proceso creativo. «Como ciudadana soy resistente a la barbarie, pero como poeta puedo intentar ponerme en la situación de un criminal», asevera.
Para conformar su Caridad, la escritora se ha inspirado en la filosofía de Bataille, especialmente en El proceso de Gille de Rais, y también en El desprecio de Godard, de quien asegura, ha sido una influencia fundamental en su vida. En este «monstruo» del que participan unas 22 personas el papel del texto, al contrario de otras obras como Liebestod, vuelve a ser primordial, «la palabra tiene que estar a la altura de las emociones y en este caso es el vehículo fundamental para llegar a las ideas».
Nueve capítulos se reparten en un escenario donde una sala de museos ocupada por una guillotina y las continuas referencias al siglo XVIII atraviesan toda la obra. Con la intención de «situar al publico frente a su máxima capacidad de perdón», el conflicto de la obra abarca temas como la libertad, la muerte y la naturaleza del hombre.
Lidell se revuelve con su poesía, defendiendo a capa y espada aquello del arte por el arte y arremetiendo con dureza contra la «legión de obras con grandes mensajes, pero estéticamente mediocres, que empobrecen el arte». «Desgraciadamente -continúa- conforme va muriendo el siglo XX vamos abocados a una época cada vez más puritana, más higiénica, reivindicativa y se va olvidando el conflicto del hombre consigo mismo, el alma humana».
Cualquiera que se atreva a llamar a una obra estética fascista no tiene ni idea de lo que está diciendo»
Sobre ese hartazgo contra el puritanismo de una sociedad de denuncias y buenas intenciones que «empobrece la expresión artística», Lidell asegura apartar cualquier tipo de interpretación política de sus puestas en escena, en una «apuesta por el terrorismo de la belleza». Por eso cuando habla de Caridad, incide en el planteamiento de cuestionar qué cantidad de perdón puede soportar el público. «Estéticamente, solo lo inmoral nos eleva intelectualmente por encima de la masa indiferenciada».
Angélica Lidell pone especial énfasis en separar la ley de la poesía de la ley del estado. Por eso, en una época totalmente polarizada y marcada en la que la visión partidista del arte contamina no duda al afirmar que «cualquiera que se atreva a llamar a una obra estética fascista no tiene ni idea de lo que está diciendo». La dramaturga reconoce admirar la imprudencia del loco y la inimputable libertad del artista que va contra las responsabilidades democráticas que empobrecen el arte hasta lo mediocre.
A pesar de todo este alegato antisocial, resulta complicado poner en duda el compromiso de Lidell con la humanidad y su desarrollo colectivo cuando afirma que «la sociedad moderna es aquella que evoluciona hacia la piedad y el perdón».
Para comprobar si el público es capaz de aguantar el perdón de los excluidos en la Caridad de Angélica Lidell, habrá que esperar a este fin de semana en El Canal Centre d’Arts Escèniques (Girona), luego girará por otras ciudades europeas y, aunque aún no hay fechas confirmadas, se la esperará también en Madrid y Barcelona.