El Frente Polisario cumple cincuenta años. La primera vez que fue pronunciado ese acrónimo (Polisario) fue durante una reunión de una veintena de saharauis en una casucha en régimen de alquiler en la ciudad mauritana de Zuéirat a finales de abril de 1973. Medio siglo después, representa a un pueblo entero y es un actor importante en la escena internacional. Un movimiento revolucionario no exento de grandes crisis internas, externas y en constante vorágines de acontecimientos, y que, sin embargo, supo mantenerse a flote.
Nadie hubiera pensado que un movimiento de liberación creado por saharauis, y solo saharauis, sin ninguna influencia foránea, y sin el apoyo de ninguna potencia mundial, ni regional, ni local, pudiera siquiera sobrevivir más allá, a lo sumo, de un lustro, en un contexto de guerra fría y enfrentamientos fratricidas. Y, sin embargo, este año celebró su XVI Congreso. Y si granjea simpatía, es porque ha sabido conservar su esencia y espíritu revolucionario desde el primer momento. Y quienes le brindaron solidaridad y apoyo, es precisamente por reflejar de forma nítida y sincera los valores de un pueblo que lucha por su dignidad y por su derecho a existir.
El Polisario es una excepción sin parangón en la historia reciente de África
Es difícil, e injusto, encasillar al Polisario como un movimiento revolucionario común, o que es el resultado de ciertas coyunturas temporales, o mayormente tirando a zurdo en sus ideales. No es cierto. El Polisario es un mosaico de nobles principios; es el alma de un pueblo que juró no quebrantarse ante las injusticias, las traiciones y el paso del tiempo. El Polisario es una excepción sin parangón en la historia reciente de África, siendo este continente quien dio vida a grandes corrientes de liberación.
La excepcionalidad del Polisario radica precisamente en su forma de ser y de actuar. Desde que el mundo se enteró de su existencia a través de una nota publicada por el diario senegalés Le Soleile, el Polisario aglutinó de manera honesta e igualitaria la aspiración popular saharaui por la liberación del Sáhara Occidental, convirtiéndose enseguida en el legítimo representante de un pueblo pequeño, herido e inculto, pero, sin embargo, incapaz de ser sometido a la voracidad expansionista de los países vecinos. Y a partir de ahí, todo saharaui es Polisario, y viceversa. Un binomio cuya ideología y razón de ser es un Sáhara Occidental libre e independiente. Una vez conseguido eso, solo quedaba actuar.
La actuación era sobre la marcha. En un lapso de dos años (1973-1975) el Polisario pasó a la madurez, sin rozar la pubertad. Las circunstancias no acompañaban. España entregó el Sáhara Occidental a Marruecos, y este, junto con Mauritania, quisieron (literalmente) fulminar y exterminar al pueblo saharaui. Y ahí estaba el Polisario, conformado por todos los saharauis dispuestos a dar su vida por su tierra.
Exilio, guerra, más guerra, refugio, Napalm, huérfanos, fósforo blanco, viudas, fosas comunes… fueron las losas con las que tuvo que lidiar un recién bautizado Polisario. Al mismo tiempo que había que educar, organizar, reorganizar, negociar, luchar, curar, construir… Hasta crear, de forma milagrosa y excepcional, una sociedad saharaui nueva, en un nuevo territorio, es sí, más culta, más madura, más preparada y más cohesionada que nunca, a pesar de las circunstancias y las adversas condiciones climatológicas.
No solo es un movimiento revolucionario, sino que es hoy un ejército popular que maneja el arte de la guerra; que gestiona y administra un Estado en el exilio (República Saharaui, miembro fundador del Unión Africana), y sigue intacto en su forma de actuar, inmune a todo tipo de presiones, chantajes y acusaciones. Limpio de cualquier influencia extremista o radical. Echando por tierra durante todo este tiempo términos como comunismo, socialismo, panarabismo, prosoviético, terrorismo, islamismo, izquierdismo, tráfico de armas, secuestro… Ni una sola condena internacional que haya reprobado su trayectoria, ni un pero que añadir.
Arrodilló a Mauritania, derrotó a Marruecos. Forma parte de una decena de organizaciones internacionales, y es el único interlocutor con las Naciones Unidas. Un actor regional e internacional imprescindible. Y ahí sigue, en pie, medio siglo después, con los principios y los valores intactos… hasta conseguir un Sáhara Occidental, libre e independiente.
Salamu Hamudi Bachri es periodista saharaui