Arcadi Espada (Barcelona, 1957) fue Arcadio hasta casi los 30 años. Un eurocomunista que buscó en la ideología otras formas de vivir y que encontró en el sexo una revolución política. Fue el hijo de una familia modesta que durante la Transición sintió vergüenza de su lugar de origen y cambió en la dirección postal Portería por Planta Baja. También el charnego que aprendió a hablar catalán para «follar más».
Arcadio fue, de 1975 a 1981, un joven que había pasado de la infancia a la edad adulta despreciando la adolescencia, el desorden. El germen del Arcadi que ahora publica su biografía, Vida de Arcadio (Península), para evitar más malentendidos y con la convicción «de que el pasado solo puede observarse con los ojos del presente».
Pregunta.- ¿Por qué esta segunda persona? ¿Por qué desvincular al Arcadi maduro del Arcadio joven?
Respuesta.- No es que me quiera desvincular, es que es así. Arcadio es una persona que tiene muchas cosas que ver conmigo, con el que comparto bastantes trazos de carácter pero que es otra persona.
P.- Dice en el libro que pasó sin transición de la infancia a la edad adulta.
R.- Creo que Arcadio fue una persona de orden. Era un comunista, que era el partido de orden en aquel momento pese a lo extraño que nos puede parecer ahora. Quiero decir que no era de la extrema izquierda, ni un aventurero ni un terrorista ni nada por el estilo. Por otra parte, era como la inmensa mayoría de la gente. No cayó en las drogas, que es otro símbolo de desorden generacional importante.
Sí que tuvo la aspiración de tener con las personas relaciones algo distintas. Intentó fundar una comuna, tenía con el sexo esa relación típica de su generación para la que no solamente era un acto placentero sino que era un acto político por lo que era doblemente placentero. Pero bueno, hacía cosas algo desordenadas: iba en moto de una manera un poco peligrosa, a veces por alguna muchacha se jugaba la vida subiendo por algún acantilado… Pero sí que es verdad que no era una persona completamente tocada por esa euforia desordenada a la que te refieres.
P.- ¿Cómo era esa comuna, El Corro?
R.- Era un proyecto que tuvo sus intentos. Mi generación tiene mucho de transición en el sentido de que muchas de las cosas que nosotros hacíamos eran simulacros de las cosas que hacían los hermanos mayores, la gente del 68. Entre ellas tratar de construir relaciones alternativas a la familia. Sería poco bondadoso decir que de una manera casi irónica, porque no es enteramente cierto, Arcadio se lo tomaba en serio. Esos papeles que salen en el libro donde escribe cómo tenía que construirlo y toda la documentación que hay en su archivo sobre ese intento de hacer distintas esas relaciones familiares convencionales.
Los jóvenes de mi generación ignoraban la lección fundamental de la naturaleza humana. Pero entonces eran jóvenes inofensivos y ahora son jóvenes que mandan»
Cosa que evidentemente no sucedió y al cabo de semanas, meses… Todo volvió a la normalidad de la naturaleza. Porque una de las cosas que esos jóvenes ignoraban eran las cláusulas de la naturaleza humana. Eran jóvenes muy convencidos de lo que hoy están convencidos la mayoría de los miembros del Gobierno, que es que el hombre es una tabla rasa con el que se puede hacer prácticamente todo. Si tu decides que los celos no existen, pues no existen, como si los códigos de nuestra especie no tuvieran sus condicionantes, que no te digo que alguno no se pueda corregir, atenuar… Pero existen y los jóvenes de mi generación ignoraban esta lección fundamental de la naturaleza humana. Pero entonces eran jóvenes inofensivos y ahora son jóvenes que mandan, y esa es la enorme diferencia que hay entre la juventud de Arcadio y la de Montero.
P.- Usted ha dicho que la juventud lo desconoce absolutamente todo. ¿Lo desconocen entonces nuestros gobernantes?
R.- Sí. La juventud es muy buena para muchas cosas. Todos los héroes son jóvenes, en las guerra mueren jóvenes, la libertad la consiguen los jóvenes, de la tiranía nos salvan los jóvenes, los jóvenes baten récords, los jóvenes acuñan teorías extraordinarias porque tienen mucha potencia y capacidad de concentración para una cosa concreta. Pero les falta la experiencia obvia del que ha vivido y el que sabe que el mundo es una cosa muy compleja que no se puede reducir a esquemas como acostumbra a hacerlo la juventud. Todo está lleno de matices, de idas y de venidas, de mentiras, de falsedades y de verdades.
A esa complejidad un joven no tiene acceso porque no tiene acceso a la naturaleza humana como lo ha tenido un adulto, y por supuesto que es evidente que muchos de los errores que atribuimos a los políticos, no solamente aquí en España sino en otros países, son atribuibles a la ignorancia de la juventud. Detrás de los fenómenos de cancelación, de las protestas de los jóvenes estudiantes en los campos que obligan a eminencias a determinadas cosas, pues puede haber mala fe pero sobre todo hay ignorancia.
P.- ¿Por qué hablamos entonces de la juventud como una virtud?
R.- Es una excelente pregunta a la que no sé responder. Efectivamente, hay cosas realmente misteriosas en eso. Se me ocurre la razón de que la juventud es deslumbrarte, la juventud es bella, la juventud es un fogonazo que deja clavado a cualquiera. La belleza es muy importante y ellos la disfrutan casi en exclusiva. Los jóvenes son fácilmente bellos, a los adultos les cuesta más serlo.
Y luego hay una cuestión clara: la juventud es muy manipulable y de ahí que muchos intenten dorarles la píldora para obtener de ellos un rédito. Dar la razón a un joven es dártela a ti mismo.
P.- ¿Qué implica ser charnego e hijo de un portero a finales de los 70 en Barcelona?
R.- Respecto del charneguismo, por así decirlo, tengo que decir que Arcadio no tuvo ese problema. Vivía en una Barcelona en la que eso no era una presión, tenía algún problemilla porque era del Real Madrid pero no hablar catalán no lo era.
La portería es otra cosa. Siempre digo que este libro tiene un tema subyacente que es la vergüenza, hay actos que comete Arcadio que son vergonzosos, que suponían la expresión de una vergüenza y el tema de la portería fue humillante para él en muchas ocasiones. No tanto por la cosa de la pobreza, que no fue pobreza sino modestia económica, sino más bien la cosa subalterna. El portero es una persona que debe un poco su status al favor de los demás no a las cláusulas exactas de un contrato de trabajo, hay un punto ahí siempre de sumisión que acaba siendo humillante.
P.- ¿Le sigue resultando humillante que su padre fuera portero?
R.- No sé si el hijo de un portero o el hijo de un basurero cuando le preguntan en el colegio a qué se dedicaba su padre responde con la misma naturalidad que si su padre fuera mecánico. Lo que es sorprendente es cómo esas experiencias duran, son duraderas, cuando Arcadio ponía Planta Baja en vez de Portería en las direcciones postales… Pues ahí hay algo que no funciona bien. Lo que pasa es que tampoco de eso hay que hacer un resentimiento social que es complicar aún más la humillación. Nadie elige ser hijo de portero o ser hijo de marqués, todo es un azar y uno se hace adulto cuando es capaz de poner estas cosas en su justo lugar. Pero, claro, luego hay gente que no se hace nunca adulto y sigue presumiendo de que o es hijo de un marqués o es hijo de puta.
P.- Dice también que los ricos son más interesantes que los pobres.
R.- Es una evidencia que los ricos son más interesantes que los pobres. Tienen acceso a áreas de la experiencia, del conocimiento, de la cultura, del placer que los pobres no tienen y eso da a sus vidas una riqueza extraordinaria. Nadie pudiendo ser rico quiere ser pobre y eso debe ser por algo.
P.- ¿Cuándo se hace Arcadio adulto? Perdón, ¿cuándo Arcadio se convierte en Arcadi?
R.- (Ríe) Arcadio no se hace adulto porque Arcadio es un joven que vive de 1975 a 1981, de la muerte de Franco al golpe de Estado más o menos. Mira, la neurociencia dice que nos hacemos adultos en torno a los 26-27 años, el cerebro deja de ser esa masa un poco de plastilina muy influenciable. Digamos que desde el punto de vista neurológico uno deja de estar loco, zumbado. Bueno, eso lo dice la ciencia, y luego hay experiencias individuales. No se puede generalizar. Yo creo que maduré bastante pronto.
P.- Dice que aprendió catalán «para follar».
En la vida las cosas se hacen, los hombres por los menos porque las mujeres son distintas, por las mujeres y por el dinero
ARCADI ESPADA
R- Sí, sí. Fundamentalmente. En aquel momento el catalán empezaba a ser para un hombre que quería escribir una lengua de trabajo y también estaba eso. En la vida las cosas se hacen, los hombres por los menos porque las mujeres son distintas, por las mujeres y por el dinero. Y luego por otra cosa que también citaba que en mi caso es muy importante, fue muy importante en el caso de Arcadio, y es un afán desmedido por conocer, que no quiere decir ser un erudito, un intelectual, es la curiosidad por saber cómo funcionan las cosas.
P.- Está en contra de la diversidad lingüística.
R.- Las lenguas son un atraso, una excrecencia, que desaparecerán a lo largo de la historia de la Humanidad y quedará una lengua común y universal con la cual todo el mundo se pueda entender. Las lenguas no tienen mayor prestigio que el mecánico, la fonética. Por el aislamiento del hombre primitivo cada uno habla de una forma y eso se traduce en las historias que se construyen en torno a las lenguas como si fueran identidad, cosmovisiones… Todos esos mitos que dificultan tanto y han dificultado tanto la historia común de la Humanidad.
Los hombres vivirían hoy aún mejor de lo que ya viven, que es mucho comparado con los hombres antiguos, si las lenguas hubieran desaparecido. Si toda la inteligencia humana hubiera estado al servicio de una causa común, de un entendimiento común, el hombre habría prosperado mucho más, igual que habría prosperado más si la mujer se hubiera incorporado antes a la vida pública de lo que lo ha hecho.
P.- «Es espeluznante comprobar hasta donde se atrevían y qué grado de vulnerabilidad habían alcanzado sus víctimas», escribe sobre Barral y añade que le decepcionaron Manuel Vázquez Montalbán y Eduardo Mendoza.
R.- El maestro de Arcadio fue Vázquez Montalbán porque tuvo mucha influencia en la gente de su generación, con su escritura y su manera de ver el mundo. Manolo es una de las dos personas que le firman el carnet del PCE a Arcadio. Lo que Arcadi dice ahora es que esa gente no cumplió con su mandato que era el de plantar cara a una ideología despreciable como es el nacionalismo y lograr que el prestigio del nacionalismo no fuera el que es hoy en España, que es un prestigio completamente desorbitado en comparación con el resto de países del entorno, y eso es en parte porque un determinado grupo de intelectuales que no cumplieron con su deber.
P.- También escribe en este libro que a esa juventud el diario El País les nubló el juicio.
R.- Es una frase que se refiere al deslumbramiento que tuvimos cuando vimos aquellas páginas tan bien ordenadas, grises, bien hechas, el mundo less is more, magnífico… Y lo que digo es que a veces eso nos nubló el juicio porque nos creímos que el fondo era igual que la forma y no.
Hay una vieja discusión en mi generación sobre si el El País, que fue el diario de nuestra generación, fue así siempre o nosotros dejamos de ser idiotas y nos hemos convertido en gente inteligente capaz de ver los errores y el sectarismo. Tiendo a pensar que ahora se ha hecho más vulgar y más tosco y sus argumentos son ahora más baratos pero también pienso que en buena parte la transición política se hizo a pesar de El País así que sus puntos de vista en algunas cuestiones no eran del todo ejemplares.
P.- ¿No existe la libertad? En su libro sentencia que es una ilusión.
R.- Es que es una ilusión. Una buena parte del libro está dedicada a esto, a los problemas del libre albedrío y en eso soy determinante, me parece que el hombre ha inventado la libertad cómo ha inventado a Dios porque es una idea muy consoladora pero la libertad de elección del hombre no existe, somos hijos de un determinado código genético, de un cableado que decide por nosotros si eso puede decirse, si el decide y el nosotros son entidades separadas.
Para aclararlo con la frase famosa de Jerry Allen Coyne, «las decisiones que tomamos en la vida sean banales como cruzar una esquina por un lado u otro o sean importantes cómo casarse con este o el otro son las únicas decisiones que pudimos haber tomado» y eso hay que asumirlo con naturalidad y sacando los aspectos positivos. Tampoco es tan difícil vivir sabiendo que la libertad no existe.
P.- Hoy ha publicado un artículo diciendo que va a votar a Ciudadanos, hace no muchos años publicó la muerte de Ciudadanos.
R.- Sí, no son contradictorios. Para resucitar a alguien tiene que estar muerto (Ríe). Eso es una evidencia desde Lázaro. Creo que Ciudadanos ha cometido errores monstruosos y garrafales, el primero no pactar con el presidente del Gobierno actual, pero hay una cosa que es evidente y es que no hay nadie que ocupe hoy el lugar político de Ciudadanos. Es mentira todo eso del voto útil, no hay nadie, el PSOE es el partido que todos sabemos, el PP es el partido que todos sabemos y Ciudadanos no está en ninguno de ellos.
P.- Pero tampoco en las encuestas, es decir, tiene complicado sobrevivir.
R.- Es que la vida es muy complicada y en la vida hay que asumir algo que es que se gana y se pierde constantemente. Es un tópico cierto que los americanos caen y se levantan con mayor facilidad que los europeos que tienen una artritis moral. Los partidos mueren y resucitan y ¿qué? Si tú estás convencido de que lo tuyo es lo bueno porque tienes que renunciar a ello.
P.- En este mismo artículo aseguras que dices a quién votas porque es tu obligación como líder de opinión.
R.- Líder homeopático. Casi nadie lo hace y no entiendo por qué. Somos columnistas de opinión y resulta que la opinión más importante que hay en una democracia, porque el voto es una opinión de quien es mejor para gobernar, no la damos. Resulta que gentes que están opinando todo el día de todo, absolutamente de todo, de los trajes de la Reina, del gasto público, de la literatura, cuando llega la hora dicen: «Ah, no, el voto es secreto». Es formidable, es de risa, pero no quiero hablar de política.
P.- Habla en el libro de cómo Arcadio estuvo con prostitutas.
R.- Él dice con putas, ¿eh? Fue con Climax, una revista que duró poco y no tenía ninguna importancia pero la gracia que tiene es que trabajaba ahí Arcadio y que era una revista nacida al lowcost de Interviú, que marcó mucho la vida española de entonces, y yo la pongo porque era para dar la impresión de ese cierto carácter surreal que tuvo la juventud de Arcadio en la Transición.
La Transición como cualquier cambio tenía cosas grotescas que ahora nos parecen increíbles. Por ejemplo: Arcadio en esa redacción llegó un día y le dijeron: «Tienes que hacer un reportaje. Mira, coges una puta, te vas y lo explicas». Bueno, y eso hizo Arcadio. Pero claro, lo extraordinario de todo es que la persona que encargó eso era comunista, periodista de gran fama, un chico que se dedicaba a la desarticulación de las tramas fascistas, un periodista de estos de investigación.
P.- ¿Es usted «víctima de un absurdo malentendido»?
R.- Quería poner a estos libros, este va a ser el primero de una serie, un cintillo que se llamase: «El Malentendido». Creo que se han producido muchos malentendidos respecto a muchas cosas que he ido diciendo en mi vida intelectual, una buena razón de esos libros es contribuir a deshacerlos.