Cuando Lula dejó el Palacio de Planalto el 1 de enero de 2011, después de dos mandatos, tenía un 83% de aprobación. En 2018 no pudo enfrentarse a Jair Mesías Bolsonaro por estar en la cárcel, condenado por corrupción. La vuelta a la Presidencia de Brasil del líder del Partido de los Trabajadores (PT), tras la anulación de aquella pena, tiene un especial significado: una mayoría de brasileños ha creído su mensaje de defensa de la democracia y la Constitución. Sin embargo, el país más grande y poblado de América Latina está dividido como nunca antes. Lula ha ganado la segunda vuelta de las elecciones presidenciales por apenas un punto (50,5% frente al 49,5%), según la proyección de Datafolha. Será su tercer mandato.
Es la primera vez que el presidente pierde la reelección desde la restauración de la democracia. El resultado, tan ajustado, recordaba al que obtuvo Dilma Rousseff frente a Aecio Neves (51% frente al 48% en 2014). Neves pidió entonces un recuento oficial.
¿Aceptará el resultado o no? ¿Cómo reaccionarán sus seguidores? El mensaje de ánimo de Donald Trump en vísperas de la votación ha hecho revivir el recuerdo del asalto al Capitolio, el 6 de enero de 2021. Bolsonaro tendrá en vilo al país hasta que hable. El temor a que sus seguidores se manifiesten con violencia es grande.
En el arranque del recuento en Brasil el resultado ha favorecido a Bolsonaro, ya que empiezan a contarse las regiones del sur, leales al presidente. El Tribunal Superior Electoral ya advirtió cómo iba a ser el recuento por zonas geográficas para evitar sorpresas y para que nadie lo atribuyera a irregularidades. Bolsonaro ha puesto en cuestión el recuento electrónico, que lleva funcionando 25 años. El propio Bolsonaro fue elegido con este tipo de voto.
Los primeros resultados que se han conocido son los que corresponden al voto del exterior. En Europa ha ganado Lula en la mayoría de los países, entre ellos en España, donde estaban convocados a votar unos 30.000 brasileños. Lula ha conseguido un 64,62% y Bolsonaro, un 35,38%. En Grecia Bolsonaro ha quedado por delante.
Retenes policiales en el nordeste
La jornada del domingo ha transcurrido con relativa tranquilidad, según el presidente del Tribunal Superior Electoral, Alexandro de Moraes, que minimizó las denuncias del Partido de los Trabajadores de retenes policiales. El PT aseguraba que varios dispositivos policiales habían retenido a autobuses con cientos de votantes en zonas leales a Lula.
De Moraes, tras convocar al jefe de la policía de carreteras, Silvinei Vasques, ha asegurado que los retrasos no habían sido mayores a 15 minutos y todo el mundo había podido votar. En todo caso se ha ordenado la suspensión de estas operaciones. Hay medios brasileños que aseguran que fue en Planalto donde se organizó esta operación para retener a los votantes.
Observadores internacionales, entre ellos Human Rights Watch, que han seguido el proceso electoral habían subrayado que veían con preocupación estas denuncias de las que han dado cuenta varios políticos petistas en las redes sociales. Sin embargo, la autoridad electoral brasileña no se ha planteado extender el horario de votación.
En Belo Horizonte, capital de Minas Gerais, estado cuyo resultado suele reflejar el de todo el país, han denunciado que se estaba cobrando el metro. El Tribunal Superior Electoral ha instado a que se deje utilizar este servicio de forma gratuita. Los más pobres tendrían que renunciar a votar si tienen que pagar por llegar a los colegios de votación.
El suceso violento más llamativo sucedió el sábado en Sao Paulo, donde una diputada del Partido Liberal, que lidera Bolsonaro, salió pistola en mano detrás de un hombre con el que habría discutido sobre las elecciones. Tan solo hace una semana el ex diputado Roberto Jefferson, quien denunció el llamado mensalao y ahora es aliado de Bolsonaro, se atrincheraba en su domicilio cuando fueron a arrestarlo. Lanzó granadas y disparos. Dos policías resultaron heridos.
También ha dado cuenta el presidente del Tribunal Superior Electoral de las acciones contra la desinformación llevadas a cabo en las 36 horas previas a la votación: se han retirado 354 contenidos, 701 urls, 15 perfiles de “grandes propagadores de fake news” y cinco grupos de Telegram, con un total de 580.000 participantes. En la campaña electoral se han propagado noticias falsas por parte de las dos campañas: a Lula le han asociado al satanismo, y a Bolsonaro al canibalismo y la pederastia.
Dios y democracia
El presidente Bolsonaro, con la camiseta de la selección brasileña y chaleco antibalas, ha votado en Río de Janeiro a primera hora y ha invocado a Dios en sus palabras ante los medios. «Si Dios quiere, saldremos victoriosos», ha señalado. Poco después se ha trasladado al aeropuerto de Río de Janeiro para recibir a los jugadores del Flamengo, ganadores de la Copa Libertadores. Desde Brasilia ha seguido el recuento.
Apenas hora y media después lo ha hecho el ex presidente Lula da Silva en Sao Bernardo do Campo, el municipio de la periferia de Sao Paulo donde empezó su trayectoria como líder sindical. Rodeado de seguidores, ha dicho: “Hoy es el 30 de octubre más importante de mi vida y pienso que es un día importante para el pueblo brasileño porque hoy el pueblo define el modelo de Brasil que desea, el modelo de vida que quiere”.
Los dos se enfrentaron Lula y Bolsonaro en el último debate que fue a cara de perro. Los dos se acusaron de “mentir” y no hubo ocasión para los argumentos. “El debate estuvo marcado por la agresión entre los candidatos. Bolsonaro trató de desestabilizar a Lula, que lo hizo mejor pero no pudo exponer sus propuestas”, señala la politóloga Luciana Farias Santana, profesora en la Universidad Federal de Alagoas e investigadora del Observatorio das Elecciones. Después del encuentro, retransmitido por Globo TV, Bolsonaro dijo: «Quien logre más votos será el que gane».
De modo que este último debate solo sirvió para reafirmar las postura de los dos candidatos antagónicos. Lula da Silva se ha presentado como el garante de la democracia y con ese argumento ha recibido el apoyo de la tercera en liza en la primera vuelta, la profesora Simone Tebet. Lula se ha presentado con un candidato a la vicepresidencia de centro derecha, Geraldo Alckim, antiguo rival del líder del PT.
«La incorporación de Alckim es una jugada maestra porque representa a las élites del sur y del centro de Brasil. Con su incorporación dice a los más conservadores que no habrá nacionalizaciones ni nada parecido al comunismo”, indica Rodrigo Rodrigues-Silveira, profesor de Ciencia Política en el Instituto de Iberoamérica de la Universidad de Salamanca.
“Lula tiene suerte y la suerte es un elemento fundamental en política. Es un momento económico favorable para Brasil. Pero va a ser necesario un proceso de reconstitución institucional que tardará su tiempo», añade el profesor brasileño Rodrigues-Silveira.
No será un camino fácil para Lula este tercer mandato porque el Partido Liberal de Bolsonaro y sus aliados han crecido en el Congreso y en el Senado. Sigue teniendo un gran peso el llamado centrao, esos diputados guiados por el pragmatismo y que se acomodan según lo que puedan obtener. “Lula va a tener que negociar mucho y hacer concesiones. No podrá hacer todas las políticas que quiere, pero podrá repetir medidas en el Amazonas, en sanidad, educación, pero grandes cambios legislativos serán muy difíciles”.
A sus 77 años, volverá al Palacio de Planalto el 1 de enero de 2023. Ha prometido que su prioridad será dar de comer a los 33 millones de brasileños que pasan hambre. Su sueño es que Brasil deje atrás el odio y la división. Pero sabe que muchos de sus votos son prestados, de quienes veían una clara deriva autoritaria en un nuevo mandato de Bolsonaro. Igual que muchos de los que han apoyado al actual presidente son antipetistas confesos. Hay poca ilusión y mucho miedo.