No imaginaron que entre el azul y el rojo existe una opción que les une, el púrpura. Surge de la mezcla de ambos colores. Ellos estaban destinados a luchar en trincheras enfrentada, la ‘roja’ y la ‘azul’. Formaban parte de las dos Españas empeñadas en ganar, en acabar la una con la otra a balazos. Morir o vencer. Menos aún que terminarían por apoyarse para salvarse la vida mutuamente lejos, muy lejos de aquel país partido en dos que les había llevado a tomar las armas.
La vida del combatiente no siempre concluye en el campo de batalla. Ni siquiera en el del país que dice defender. Cientos de españoles terminaron en un lejano ‘Gulag’ soviético, en la fría Rusia Stalinista. Todos fueron acusados de colaborar con Hitler, unos de modo forzado y otros de manera voluntaria. Entre ellos, una treintena de españoles, ‘rojos’ y ‘azules’, unieron su destino en el campo de trabajo de Oranki tras vivir una odisea. Ni unos ni otros cambiaron sus ideas pero quizá sí sus sentimientos y su agradecimiento hacia el enemigo, sin el que quizá no seguiría con vida.
La historia la narra Julen Berrueta, periodista y especialista en Historia Contemporánea, en ‘Un amigo en el infierno’ (Ediciones Espasa), una novela histórica basada en hechos reales, documentados casi en su totalidad. En ella relata la vivencia de un grupo de republicanos que, tras luchar en la Guerra Civil española, se exilian en Francia, terminan en Alemania y finalmente son detenidos y deportados a un campo de trabajo soviético. Es allí donde sus vidas se entrelazan con otros prisioneros españoles, miembros de la División Azul, y con los que tras superar las reticencias iniciales se relacionan y ayudan para sobrevivir en aquel entorno de hambruna y frío mortal.
La historia ha sido novelada en algunos de sus aspectos y personajes. Las lagunas históricas que aún existen sobre determinados episodios han llevado a Berrueta a apostar por este género en lugar del ensayo. Algunos de sus personajes centrales, como el capital republicano Alfredo Morales, pese a ser ficticio sintetiza las vivencias de muchos de aquellos hombres. En el bando ‘azul’, el personaje y la historia la representa el personaje de Andrés Garamendi. Se trata de figuras construidas sobre relatos reales: “Todos terminaron en el mismo lugar, en un Gulag ruso y eso llevo a republicanos y falangistas a verse obligados a entenderse para sobreponerse al hambre y la muerte”.
Bandera republicana en la embajada de Berlín
‘Un amigo en el infierno’ se publica coincidiendo con el 70 aniversario de la muertes de Stalin el próximo 5 de marzo. Se estima que en los distintos campos de los Gulag rusos hubo entre 350 y 500 españoles detenidos, de ambos bandos. La obra de Berrueta se ha basado en investigaciones previas, además de sus indagaciones propias: “Investigadores como Luisa Jordache y Secundino Serrano ya hablan de aquellos republicanos que fueron encarcelados en el Gulag. Me pregunté qué harían republicanos, supuestamente asociados a la izquierda, no necesariamente Stalinistas, en un campo soviético. A partir de ahí comencé mi propia investigación, a hablar con descendientes y recabar documentación. Descubrí que había muchas lagunas y por eso opté por la novela histórica y tomarme determinadas licencias. Una de ellas ha sido reducir el grupo de 35 presos a 13, fusionar personajes e historias”.
Tras la Guerra Civil españolas, los luchadores republicanos se habían exiliado en Francia. En aquel grupo de 35 personas había mujeres y niños. Fueron recibidos con hostilidad en el país vecino y terminaron por ser detenidos por las tropas nazis que ya ocupaban Francia. Tras el arresto fueron trasladados a Alemania parta trabajar. En abril-mayo de 1945, con la llegada de las tropas soviéticas para liberar Alemania del régimen nazi, aquel grupo quiso aprovechar el caos de esos días para reivindicar la república española. Lo hicieron en la embajada española en Berlín, franquista, izando una bandera tricolor: “Vieron que la guerra iba a terminar y aprovecharon para ocuparon la embajada de España, que estaba abandonada, ondear la bandera republicana era un gesto de alto valor simbólico en un edificio como la embajada española que había colaborado con los alemanes. Fueron detenidos. Al fin y al cabo, habían trabajado, aunque de modo forzado, para el régimen nazi. Fueron trasladados al Gulag soviético en Rusia”, recuerda Berrueta.
El régimen de Stalin contaba con campos en repúblicas como Ucrania, en Kazajistán y Rusia. Fue en esta última, en la región de Oranki, donde terminarían los republicanos. Cuando llegaron, otros españoles llevaban meses allí. Habían pasado seis años desde el final de la guerra en España y estaban a punto de convivir con presos falangistas como vecinos del campo de trabajo: “Cuando llegaron, a los presos de la División Azul les sorprendió escuchar a presos hablando en español. Uno de ellos gritó ‘¡’Viva España!’ pero no respondieron. El recelo inicial fue evidente”, recuerda.
Perseguidos o alabados
Berrueta apunta que Torcuato Luca de Tena relató el cautiverio del capitán Teodoro Palacios Cueto en su obra ‘Embajador en el infierno’ y el primer encuentro de aquellos presos rojos y azules: “Se sabe aquel recelo fue desapareciendo y comenzaron a colaborar. También que algún divisionario rechazó comida para dárselas a los niños y mujeres republicanas del campo. Al fin y al cabo, eran civiles y ellos estaban preparados para la guerra, eran más fuertes”. Existe constancia de que se unieron en protestas que se llevaron a cabo en el Gulag en forma de huelgas de hambre o desacatados a la autoridad.
En la novela Berrueta intenta cubrir las lagunas de aquellas vivencias con tramas y conversaciones basadas en el rigor histórico que sí se conoce y en las historias de algunos de los personajes que también ha trascendido: “Me preguntaba de qué hablarían, qué se echarían en cara, cómo se relacionarían. Por ejemplo, coincidían en que no estaban de acuerdo con las políticas antisemitas de los nazis, seguro que hablaron de eso”.
En 1954, tras terminar sus condenas, algunos de ellos regresaron a España. Lo hicieron los ‘azules’, no así todos los ‘rojos’. La mayoría de los republicanos optó por rehacer su vida en la Unión Soviética. Quienes se arriesgaron a regresar a la España que hacía tres lustros que controlaba el régimen Franquista, lo pasaron mal: “Fueron perseguidos. La mayoría de los republicanos rechazaban el ‘Stalinismo’ por ser un régimen autoritario pero siguieron siendo comunistas, republicanos de izquierdas. Los prisioneros de la División Azul, en cambio, vinieron reafirmados en sus convicciones contra el comunismo y el régimen lo aprovechó para su propaganda, eran los héroes que habían sobrevivido al ‘Stalinismo’, se hicieron películas y libros”.
El autor de ‘Un amigo en el infierno’ reconoce que ha abordado esta historia desde una perspectiva republicana, “porque la equidistancia no me gusta»: «No creo en equilibrar la balanza de las responsabilidades, como se intentó en la Transición”: “Ambas partes hicieron cosas mal, claro, era una guerra. Pero allí se encontraron y hablaron un mismo idioma”.