Pedro Sánchez les va a patrocinar a los jóvenes y viejóvenes (hasta los 30) el irse en trenecito meneón a ligarse holandesas, con su carita de mantequilla, o italianos, con su cara de barqueros. Es lo más atinado que ha pensado últimamente el presidente, ganarse directamente el voto joven pagándoles esas vacaciones mochileras con mucha cultura europea que en realidad es mucha cultura del condón, el único gótico que quiere conocer la juventud. El 50% del Interrail les va a pagar no él sino el Estado, y también del AVE, por si en vez de los secretos ojivales de Europa prefieren el barroco andaluz o el modernismo barcelonés para enroscarse la pilila o las uñas. Por ahí tenía que haber empezado el presidente, no por el bono cultural, que hasta que los chavales descubrían que podían gastárselo en videojuegos, tebeos o películas de Marvel, pasaban algo así como el mal rato de un examen de latín. Pero no hay reparos ni ambigüedades en el Interrail, que es un tren a la fantasía, como al Disneyland de las hormonas. Lo del aval para las hipotecas es nada al lado de lo que representa para un joven que le subvencionen el verano del amor.
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