Este martes, Lucía Etxebarria eligió poner la tirita antes de que hubiese herida. La escritora publicó unos mensajes en sus redes sociales en los que adelantaba que en su entrevista con Risto Mejide, que se emitiría durante el prime time de Cuatro, había sido muy incómoda; que se había sentido increpada y que se le había preparado una encerrona con Jimena González, mujer trans en la candidatura de Más Madrid.
Sin embargo, finalmente la parte del encuentro con la política no vio la luz, aunque no se sabe si fue por la advertencia de Etxebarría en sus redes sociales, por respeto a la Jimena González o por algún otro motivo. Lo que sí se vio fue un debate sobre la Ley 4/2023, de 28 de febrero, para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI, popularmente conocida como la Ley Trans.
Debido al corte hecho por posproducción, la parte emitida en televisión no se correspondió con la tensión que dijo Lucía que se vería, aunque sí que hubo varios momentos en los que ni Risto ni ella coincidieron, como los referentes a Irene Montero y a la Ley 4/2023, de 28 de febrero, para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI, popularmente conocida como la Ley Trans.
Las opiniones de la entrevistada sobre la norma, además de las ingentes acusaciones de plagio, entre muchas otras polémicas, han hecho que se sienta «cancelada» durante los tres últimos años, algo que ella misma expresó al explicar por qué se había pensado mucho el asistir o no a Viajando con Chester.
«He estado tres años cancelada. Nadie quería llevarme a ningún lado. He sido sometida a una campaña de desprestigio brutal, en la que mis libros no estaban en las librerías ni hacía conferencias», comentó, paradojicamente, pues sí estuvo recientemente, por ejemplo, en el programa Con Toni, del canal 7NN afín a Vox; o en Pasapalabra, uno de los formatos más vistos de la televisión, en Antena 3.
En lo que respecta a la citada Ley Trans, Lucía Etxebarria, además de decir que no se consideraba «tránsfoba»; habló de «interés económico» tras el ímpetu para que saliera adelante. «Si tú empiezas un tratamiento de hormonación en la pubertad, serás farmacodependiente y esto, en la mayoría de los casos, se traduce en 200 euros al mes el resto de su vida», explicó, ante un Risto Mejide visiblemente perplejo.
Respecto a las consecuencias de compartir este tipo de opiniones, comentó que no se lo esperaba y que no era consciente de lo «desprotegida» que estaba. Entre las posibles consecuencias de la norma, habló de que se podrían perder los «espacios femeninos por los que hemos luchado 30 años». «Si cualquiera se puede autoidentificar y competir según su género, el deporte femenino se acaba», añadió.
En la misma línea, se preguntó por qué su hija tuvo que pasar dos años de evaluación por su sordera o por qué no se podía elegir la identidad étnica, pero sí la de «sexo»: «¿Por qué tenemos que partir de la base de que una persona puede decidir aleatoriamente su sexo, pero no puede decidir su edad en el carnet de identidad? ¿Y por qué no puede decidir su etnia? La identidad racial existe».
«Yo, en Estados Unidos, no puedo decidir ser negra, puedo ser latina. ¿Por qué tenemos que partir de la base de que una persona puede decidir aleatoriamente su sexo, pero no puede decidir su edad en su carnet de identidad? Porque yo me siento que tengo 22 años, ¿eh?» insistió. Por su parte, Risto Mejide incidió en que estaba comparando situaciones muy distintas.
Su discurso también salpicó a la ministra de Igualdad, Irene Montero, a la que acusó de orquestar una campaña de desprestigio contra ella. «Saqué muchas cosas e iban a por mí porque era una cara visible. Es una descerebrada; si me quiere demandar, estaré encantada», aseveró.
Para argumentar su teoría, recordó cuando, en 2020, el colectivo COGAM (Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid), le otorgó a la escritora el sarcástico premio Ladrillo, que señala las actitudes contrarias a los grupos que representa la ONG.
¿Plagios?
Un vídeo dio paso a otro de los temas más candentes de la entrevista: las acusaciones de plagio. Hasta dos escritores, una musicóloga y un bloguero aseguraron que la escritora había copiado sus textos. Lejos de recular, la aludida no dudó al negar esas informaciones y al recoger que ningún trámite legal había concluido con que ella hubiese copiado las obras o fragmentos de las mismas.
Aseguró además haber sido cabeza de turco por motivos como que carecía de dinero para enfrentar litigios legales, que era feminista o que no estaba adscrita a ningún partido político que actuase con el fin de protegerla.
Alcoholismo e hipnosis
Lucía Etxebarria se abrió también sobre su alcoholismo. Según dijo, la clave no era las cantidades que consumía, sino cuando se levantaba y no recordaba lo que había hecho bajo los efectos de la sustancia, que la desinhibe notablemente.
Además, afeó que, desde la sanidad, negaron en varias ocasiones una dolencia de la que finalmente se recuperó gracias a la hipnosis. Eso sí, dejó claro que no bajaba la guardia y que no consumir alcohol en un país como España, en el que este tipo de sustancias se asocian a la mayoría de contextos de ocio, era especialmente duro.