Era una prostituta y Caravaggio la convirtió en santa. Luego le cortó el pene a su chulo y la estuvo retratando durante años. En el caso de Dorothea Tanning era ella misma desnuda y aquel cuadro le costó el matrimonio a Peggy Guggenheim. Seybold las consiguió a todas en solo una, su anciana es la que cruza la calle hoy en Madrid o aquella agricultora de mediados del s. XVIII. También podría ser una reina. Para Tamara de Lempicka ella lo fue todo justo antes de ponerse a pintar e intentó retenerla algún ratito más pero sin éxito.
Conocemos las historias de los artistas, quiénes fueron, cómo vivieron y cómo pensaron. Sabemos si fueron buenos o malos, pobres o ricos, famosos o desconocidos. Sabemos quiénes eran sus amigos, sus amantes, sus mujeres y maridos pero, quitando los retratos de condes y reyes, de infantas o héroes, los protagonistas de los cuadros suelen ser unos absolutos desconocidos para el público general.
Por eso, y tras el éxito de Enamorarte con más de 70.000 ejemplares vendidos, Carlos del Amor (Murcia, 1974) presenta ahora Retratarte (Espasa), con la intención de contar la historia de «los personajes que nos miran desde el otro lado». Lo hace a través de los cuadros que al periodista y escritor más le han llamado la atención y en frente de los que en algún momento se preguntó que era lo que había detrás de aquellas miradas, aquellos gestos y aquellos colores.
«Cuando el visitante de un museo entra está sólo e indefenso, está con la cartela y una obra de arte que le gusta o no le gusta. Pero creo que si cuentas lo que le pasó, cómo la pintaron, si eran felices, si se estaba muriendo… Si le cuentas una minipelícula, una minihistoria… le resultará más atractivo y dejará correr la imaginación», explica Del Amor y añade que su objetivo al escribir este libro era el de contar esa obra de arte como a él se la han contado cuando acude a los museos como periodista.
Así nos encontramos con Paula Modersohn-Becker y su autorretrato embarazada cuando en ese momento no lo estaba. Con cómo fue un cuadro perverso al verlo con los años, ya que al poco tiempo consiguió engendrar un hijo y a los días de dar a luz cayó desplomada y murió. También nos acercamos a Botticelli y a su Simonetta sin ni siquiera verla en el cuadro. En Retrato de un joven con medallón aparece su esencia que ya casi es más suya que la del propio artista y que nos cuenta a través de otra cara la belleza que el escritor florentino consideró suprema y cómo su muerte le destrozó.
También a Renoir y a su Jeanne Samary, la joven que aparece en La Rêverie (El ensueño). Una actriz que moriría de tifus una década después de ser retratada y que lo haría casada, con dos hijos y con sus sueños de triunfar en el teatro completamente rotos. Y así hasta 35 pinturas sobre las que Carlos del Amor pone algo más de luz, narra lo que se intuye.
«En muchas obra de arte la historia es más importante que la pintura y ni te imaginas todo lo que hay detrás. Ves un retrato, el de Lucien Freud, por ejemplo, y dices: «Bueno, pues es el retrato de una mujer, parece seria». Luego descubres que se está muriendo y que la había pintado tres años antes en su plenitud.Ppues ya tiene más empatía con esa obra, con esa mujer que se presta a ponerse delante de Freud por última vez», explica.
En Retratarte hay dos partes, dos historias, la explicación «académica» de cada pintor y la historia de cada retratado. En estas, el autor novela lo que puede ocurrir, lo que pudo pensar, lo que quizá sintió o deseó. «Es una ficción basada en hechos reales, tengo imaginación pero no tanta para hacerlo al 100%. Aurelia Navarro, que se autorretrata desnuda al modo de Velázquez o Alice Neel, desnuda y en la vejez… tienen historias que parecen mentira. ¿Cómo hay gente que puede vivir tanto y que le pasen tantas cosas y ser verdad? Así que es fácil porque es darle un tono de ficción a algo que no parece realidad».
Y son esos autorretratos los que más llaman la atención del autor. Esos cuadros en lo que se ponen frente a un espejo y tienen la capacidad de ser objetivos con ellos mismos. «Me parece muy difícil, imagino que si eres un buen artista cuando has retratado a alguien has intentado buscar dentro algo de lo que tirar, que sacar a la luz y que está oculto… pues imagínate mirarte a ti mismo y practicar el ejercicio de intentar reflejar a alguien del que conoces todo. Tiene que ser complicado hacerlo con exigencia y espíritu crítico. Creo que los que se autorretratan es porque necesitan sacar algo, es como ir al psicólogo. No creo que sea un ejercicio de vanidad».