La guerra intermitente entre Azerbaiyán y Armenia ha vuelto a estallar esta madrugada. Se han producido duros enfrentamientos y bombardeos a lo largo de la frontera en disputa entre ambos países, con reportes de bajas humanas y material destruido en los dos bandos. Tanto Armenia, muy cercana a Rusia, como Azerbaiyán, tradicional aliado de Turquía, han confirmado públicamente las hostilidades, que suponen un nuevo e inesperado frente para Vladimir Putin en el momento más delicado de la guerra en Ucrania.
No pasa desapercibido el momento elegido por Bakú para retomar el conflicto con su vecino armenio, que permanecía en stand by desde el invierno de 2020. Entonces, tras cerca de dos meses de enfrentamientos, los dos países llegaron a un acuerdo de alto el fuego con la mediación de Rusia, que estableció miles de tropas en Ereván para reforzar su protección militar y geopolítica sobre Armenia, socio de Moscú.
Pese a que el conflicto respecto al Nagorno-Karabaj es latente y no tiene visos de solución permanente, la guerra había permanecido soterrada y absolutamente eclipsada por el inicio de la invasión rusa en Ucrania. Que los combates hayan vuelto a emerger en el momento militar más crítico para Vladimir Putin se ha interpretado como un posible mensaje sobre la debilidad del Kremlin. La implicación rusa en el conflicto es total, y supone otro quebradero de cabeza en el peor momento. Armenia confirmó que su primer ministro, Nikol Pashinyan, telefoneó al propio Putin para ponerle al corriente de la situación cerca de las 2 de la madrugada, hora local.
El conflicto amenazaba con estallar desde hace días. Azerbaiyán había reportado «provocaciones» de tropas armenias en la frontera con disparos cruzados. Informaciones negadas desde Ereván, que este mismo lunes aseguraba a través de su ministerio de Defensa que «la situación en la frontera es relativamente estable y bajo control total de las Fuerzas Armadas de la República de Armenia».
Una estabilidad «relativa» que ha estallado exactamente a media noche, cuando ha comenzado una batería de bombardeos contra las regiones de Goris, Sotk y Jermuk con artillería y drones, según ha denunciado Armenia. Cabe destacar que algunas de estas zonas exceden los límites a los que tradicionalmente se ha circunscrito el conflicto del Nagorno-Karabaj, haciendo temer por una escalada mayor del conflicto a nivel militar y territorial.
El Gobierno armenio ha convocado un gabinete de crisis inmediato, al tiempo que telefoneaba a Putin para reportar la situación, y ha respondido también con ataques al ejército azerí.
Bakú, por su parte, ha confirmado operaciones armenias a gran escala en las áreas de Dashkesan, Kelbajar y Lachin. Y en un comunicado ha admitido que «algunas posiciones, refugios y bastiones del Ejército azerí han recibido fuego intenso de varios calibres, incluidos morteros, por parte del Ejército armenio». «Como resultado, hay bajas entre el personal y la infraestructura militar ha sido dañada», concluía el informe azerí, que relataba ataques continuos durante el último mes como justificación para la reactivación de los combates.
Acuerdo con la Unión Europea por el gas de Azerbaiyán
El conflicto militar también tiene su pata energética. Y es que pese a los reproches históricos de la UE al sistema político azerí, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, firmó este mes de julio un compromiso con el presidente Ilham Aliyev para aumentar los envíos de gas desde Azerbaiyán a la Unión Europea de 8.100 a 20.000 millones de metros cúbicos anuales.
El trayecto de ese gas, que se obtiene principalmente del mar Caspio, conecta Azerbaiyán con Europa a través de Georgia y Turquía, desde donde llega a Italia a través del gasoducto transadriático que cruza Grecia y Albania. El acuerdo entre Bruselas y Bakú comprometía también la inversión de fondos europeos en Azerbaiyán a cambio del desarrollo en el país del Cáucaso de energías renovables.