En el portal había que pasar el primer control, un guarda y un escáner. En la última planta, la sexta, esperaba el segundo. En la puerta nada indicaba que ahí estaba la sede del PP vasco. Daba acceso a un pasillo y éste a una segunda puerta, pesada, probablemente blindada. Junto a ella, de nuevo un detector de rayos X obligaba a depositar cualquier bolso o elemento metálico antes de acceder. El siguiente paso era documentarse ante el guarda de seguridad que preguntaba tras un grueso cristal el motivo de la visita. La rutina del tiempo había normalizado aquel protocolo de acceso. También la presencia de escoltas en el exterior.
La sede del PP de Bilbao, al menos, estaba protegida. Ello no le libraba de la amenaza pero sí la hacía más complicada de cumplir. En sus despachos se ha llorado de rabia, angustia y dolor a cada zarpazo de ETA. El miedo compartido se sobrelleva mejor. Hubo un tiempo en el que abandonar aquel fortín en el centro de Bilbao suponía comenzar a respirar de modo más agitado.
En otros muchos municipios ni siquiera se llegó a pensar en abrir sede de la formación. Inimaginable. Demasiado arriesgado. Los ejemplos de localidades como Amurrio no animaban a seguir poniendo en peligro a sus cargos. Pintadas, ataques, escraches… En 2017 los últimos cargos del PP con escolta dejaron de llevar protección. Desde entonces las agresiones a locales de la formación no han desaparecido del todo pero sí se han convertido en algo mucho más esporádico. La sensación de amenaza casi ha desaparecido y el PP hace años que decidió que era hora de abandonar sus ‘fortines’ y volver a intentarlos, a bajar a la calle y abrir la puerta a un contacto con los ciudadanos normalizado, sin amenazas, como otros partidos han podido hacer durante décadas.
«Tuvimos que refugiarnos en las alturas»
El salto lo dio ayer en una de sus sedes más importantes, la de Bilbao. La sexta planta del local de la Gran Vía de la capital vizcaína que durante décadas ha ocupado está ahora alquilada a una compañía de seguros a razón de 7.000 euros al mes. El intento por venderlo no dio resultado y la necesidad de desprenderse de un local sobre el que sobrevuelan los ‘papeles de Bárcenas’ obligaba a acelerar la salida. Los 800 metros del local, además de mantenerles demasiado lejos de la ciudadanía, se habían convertido en excesivos para la reducción de cargos y peso político de los últimos años. Hoy el PP de Iturgaiz tiene muchos menos cargos electos, menos despachos y menos recursos que durante su primera etapa al frente del partido.
La secretaria general del PP, Cuca Gamarra, inauguró ayer este nuevo tiempo en Bilbao. Lo hizo en la ciudad en la que ella estudio y que conoce bien. La calle Poza de Bilbao, lugar de poteo, bares y fútbol es ahora también la dirección del PP ‘desblindado’. El nuevo local es más pequeño, apenas 500 metros cuadrados, y está a pie de calle, junto a una conocida librería otrora referente de publicaciones de apoyo al euskera y al nacionalismo más hostil al PP y que también el tiempo ha reconvertido.
El presidente del PP vasco, Carlos Iturgaiz conoció en primera persona aquellos años en los que el partido que presidió tuvo que blindarse “para sobrevivir” de quienes “quisieron hacernos desparecer física y políticamente”, dijo durante la inauguración: “Tuvimos que tomar medidas de seguridad y refugiarnos en las alturas porque nos amenazaban, nos quisieron echar. Eso es memoria histórica reciente”. Ahora, el cambio de sede, no sólo de ubicación, sino de modelo, concepto y, sobre todo, de seguridad, ha normalizado la situación.
Sobrevivir
La transformación se ha llevado a cabo ya en otras localidades como Getxo, Ermua, Portugalete, Barakaldo o Labastida, “y seguiremos abriendo sedes a pie de calle”. El cambio de sede también está en marcha en San Sebastián. Iturgaiz asegura que este cambio tiene un valor más que simbólico, “es el triunfo ante quienes pretendían que no hiciéramos política de manera normalizada”.
Gamarra también apeló al valor del simbolismo que supone inaugurar una sede sin las restricciones a las que obligaba la amenaza terrorista, “nos obligaron a alejarnos para sobrevivir”, dijo: “Las personas que dejaron su vida defendiendo estas ideas en favor de una País Vasco plural, abierto y conectado con el resto de España están hoy más presentes que nunca”. La número dos del partido aseguró que poder estar a pie de calle con la ciudadanía permite que puedan acercarse al PP sin restricciones en busca de soluciones a sus problemas, “no queremos trincheras, estas puertas están abiertas a todos los que quieran un proyecto que busca ser decisivo y que sólo le guía en interés de los ciudadanos”.